30_DueloAutor: Esther Chaim
 A lo largo de la vida todos hemos atravesado diferentes tipos de pérdidas, hemos tenido separaciones, cambios físicos, mudanzas, despedidas, muertes que nos han rodeado  y decisiones difíciles que se han tenido que tomar que nos han llevan a que atravesemos periodos donde el sufrimiento nos sobrepasa. Estos sucesos, son duelos que al elaborarlos de forma adecuada, van a evitar que se utilicen mecanismos inconscientes que perjudiquen la vida normal de cada individuo.
 
El presente trabajo se enfocará a ese proceso que se presenta al fallecer alguien cercano, ese objeto que tiene una importancia significativa para el yo y que va a llevar a un proceso de duelo. Iniciaré definiéndolo desde la perspectiva de diferentes autores, presentaré brevemente cuales son las bases de la teoría psicoanalítica para explicar por qué cada persona atraviesa por el duelo de forma distinta y finalizaré ejemplificando como en diversas religiones se presenta este proceso de manera implícita, sin estar directamente relacionado con un proceso terapéutico.
 
Según Freud, S. (1917) el  duelo es la reacción frente a la pérdida de un ser amado o de una abstracción que haga sus veces. El diferencia el duelo normal de la melancolía,  en el primero,  la libido después de transcurrido un tiempo es retirada del objeto perdido y desplazada a otro. Este proceso trae alteraciones en la conducta normal de la persona, sin embargo, no es considerado un estado patológico ya que  se piensa que al transcurrir cierto tiempo se le superará y sería inoportuno y dañino perturbarlo.
 
Mientras que en el duelo patológico, es decir, lo que Freud denomina como melancolía, la persona se identifica e introyecta al objeto perdido sintiéndose él mismo como si no existiera, esto lleva a tener un sentimiento profundo de dolencia y desinterés por lo que ocurre en el entorno. La persona inhibe su capacidad de ser productiva y pasa a mostrar una conducta de autorreproches, autodenigraciones y castigos hacia sí mismo en forma constante.
 
Ante el impacto de la pérdida, puede haber una alteración en la memoria, recordando mayormente aquellos aspectos idealizados, las buenas relaciones que se tuvo con el objeto. La realidad demuestra que éste ya no existe, por lo que hay que ir quitando la libido que tenemos depositada en él. Este no es un proceso fácil y no se realiza de manera inmediata, poco a poco, con el tiempo, esa energía investida en los recuerdos y expectativas con la persona fallecida, se clausuran y se va desprendiendo la líbido depositada en ellos y en todo el objeto perdido.  Se va dando un proceso de duelo por el objeto mismo y por las partes del yo depositadas en él.  Pueden llegar a presentarse sueños repetitivos, con el intento de elaborar la pérdida y es con el trabajo analítico que estos sueños se podrán simbolizar hacia la reintegración del yo. Al finalizar el duelo, el yo volverá a ser libre y desinhibido.
 
Según Kohut, H. (1971) se pueden experimentar dos tipos de pérdidas. La primera está relacionada con el dolor ante alguien a quien dirigimos nuestro libido, siendo un ser separado a nosotros mismo. Llevándonos a vivir un duelo con tristeza, rabia y posible desinterés por otras cosas del entorno, estando el yo absorto del trabajo de duelo.
 
La segunda se presenta al perder a alguien que es vivido como parte de nuestro propio self, cuya existencia era necesaria para sostenernos. Aquí los síntomas son de vacío mas que de tristeza, pueden presentarse vivencias hipocondriacas, preocupaciones y falta de sentido de la vida.
 
En la psicología del self el analista entenderá al paciente desde su propia perspectiva. Tomando en cuenta que al trabajar el duelo en el consultorio hay que aterrizar la situación subjetiva que el individuo vive con su propio duelo y el profesional, es decir, el analista deberá adecuarse a la situación. Se espera que él mismo haya atravesado en forma equilibrada experiencias propias de duelo y haya analizado como éstas le afectan a su persona. El paciente debe tocar su sufrimiento para poder dejar atrás lo que ha perdido, trayéndole como ganancia posterior lograr un grado mayor de integración de su personalidad.
 
Por otra parte Grinberg (1963), plantea que ante una pérdida significativa, el yo entra en un inicio en un estado de shock, por la gran confusión y el dolor psíquico que son vividos como peligrosos y amenazantes. Tanto a nivel perceptivo como motor se presentan alteraciones, se niega el juicio de realidad, pueden haber inhibiciones y movimientos corporales de naturaleza regresiva, incluso puede presentarse la idea de revivir mágicamente al objeto. Con el tiempo lo esperado, es que el yo  vaya reconociendo el dolor de la pérdida.
 
Cada persona elaborará el duelo de diferente manera y siguiendo el pensamiento psicoanalítico habrá que buscar como vivió su temprana infancia. Si las separaciones o ausencias de la madre fueron vividas de forma angustiante, posiblemente al vivir una pérdida revivirá inconscientemente esas ausencias y en muchas ocasiones podrá expresar su dolor a través del cuerpo. Se espera que la madre , en su función continente, pueda  metabolizar la información que recibe de su bebé para regresársela sin la carga de angustia que él le depositó y poderlo tranquilizar, y así, con cada separación, el infante podrá ir poco a poco elaborando la ansiedad que le genera su ausencia. Los  tropiezos que se dan en este proceso, entre otras cosas, pueden ocasionar mayores dificultades para asumir la perdida, ya que la misma puede ser vivida en su fantasía inconsciente como un peligro a la integridad del yo.
 
Diversos autores consideran que el proceso del duelo va a presentar numerosas acciones dirigidas a la necesidad de readaptar al yo a la realidad. El espacio terapéutico puede apoyar en esta readaptación, sin embargo existen entornos no analíticos, que pueden ayudar de manera significativa. Las religiones presentan rituales que de forma indirecta apoyan este trabajo, ya que varias culturas reconocen la necesidad del doliente para expresar respeto por la persona muerta y el dolor por la pérdida. La espiritualidad junto con la religión pueden ayudar ofreciendo prácticas y redes de apoyo social que permitan salir del aislamiento y la soledad.
 
Iniciaré con el ritual religioso judío, la Shive – Shiva – Siete y las implicaciones psicológicas emocionales que ésta tiene. Para la religión judía, la muerte de un familiar cercano, siempre tiene un elemento traumático, especialmente si es de un padre, hermano, cónyuge o hijo, ya que éstos se consideran los más importantes en la vida; es por ello que las personas que mantienen estas relaciones con el fallecido deben de entrar en luto de manera formal, permitiendo lenta y dolorosamente ir separando la libido del objeto amado.
 
La primera etapa del duelo inicia con la muerte y dura hasta la sepultura, que se intenta sea lo más pronto posible por respeto al fallecido y sus familiares. Las leyes van enfocadas a brindar honor al difunto, el cuerpo es lavado y se coloca con una sábana en un ataúd de madera sin adornos, en el cementerio el ataúd es cubierto por tierra que irán colocando los familiares más cercanos recordando que todos en algún momento volveremos a ella. En el funeral a la pareja del difunto, hijos y padres se les corta una prenda de ropa en señal de luto y ésta debe ser utilizada durante toda la semana de la Shive, que comienza al llegar a casa finalizando el entierro. Las personas en luto, se lavan las manos antes de entrar a la casa simbolizando una limpieza tras entrar en contacto con la muerte. Todos los espejos del lugar donde se realice la Shive deben de estar cubiertos, una de las explicaciones de esta tradición es que no exista vanidad en el hogar, otros dicen que es para  que el alma de la persona fallecida no se refleje y vea que está muerta. De los principales objetivos que se busca con este ritual es hablar de la persona que falleció y lo que su pérdida implica. Aquellos que llevan el luto formal deben estar sentados en una silla baja, como símbolo de tristeza y de cercanía con el muerte, están exentos esa semana de cumplir cualquier tarea en el hogar, para enfocarse en su totalidad en el duelo por el que están atravesando.
 
Otras de las tradiciones que se llevan a cabo es que no se utilizan zapatos de cuero, asociados con confort y vanidad; no se maquillan, no tienen relaciones sexuales, ni se cortan el pelo.
 
Uno de los preceptos que marca la religión judía es ir a visitar a quienes se encuentra en luto durante la shive. Estos llegan sin avisar y en cualquier momento, con el objetivo de ofrecer consuelo durante momentos de soledad. La religión no establece que hay que hablar esos días únicamente de la persona fallecida, sino que es la persona en luto, quien inicia las conversaciones y puede hablar de lo que desee. Todas estás actividades marcadas por la religión tienen el propósito de impedir la negación de la muerte, obligando a una confrontación con la misma y a entrar en un proceso de duelo.
 
Al finalizar los siete días de la shive, se espera que la persona que guardó el luto, se levante y retome sus actividades. Sin embargo prosigue todo un proceso de elaboración, que consiste en limitar el siguiente mes ciertas actividades que generalmente traen alegría, como cortarse el pelo, ir a fiestas o actividades sociales. Y a lo largo de un año seguir reconociendo que la persona está de luto y se reza por el muerto.
 
Por otro lado en la religión cristiana hay diversas costumbres que van a marcar la finalización de la vida temporal y la transición a la vida eterna, llevando a percibir el momento con alegría y esperanza. Para el cristiano católico antes de la muerte se da un momento de agonía en intimidad, entre el moribundo y su familia, permitiéndose preparar el terreno para el futuro proceso de duelo, expresando sentimientos y pensamientos se iniciará la búsqueda de paz en la muerte que vendrá.
 
Quisiera hacer un recorrido histórico de las costumbres y rituales presentes en esta religión relacionadas con la muerte y los procesos de duelo, para que podamos entender como llegamos a las tradiciones que se presentan en la actualidad.
 
Tomaré como punto de partida la Edad medieval, en la que las personas no morían sin saberlo previamente, eran avisados. Llevándolos a un lamento por abandonar la vida y una evocación triste por los seres amados, de allí viene el perdón de los que te rodean. Después pensando en Dios, se realizaba una oración de culpa y salvación. Si estaba presente un sacerdote, daba la absolución haciendo la señal de cruz y rociándolo con agua bendita. Al morir, se envolvía al cuerpo en un paño dejando la cara descubierta y se le acostaba en el ataúd, transportándolo  hasta el sitio de entierro.  Se hacía el funeral, ritual que hasta hoy subsiste.  Las inscripciones funerarias, representan el deseo de conservar la identidad de la tumba y la memoria del desaparecido. En esta época se vivía a la muerte como familiar y cercana, viviéndose el duelo como la expresión mas fuerte de sentimientos espontáneos. A partir del siglo XIII, pierden su espontaneidad, debido a los rituales, impulsando a la familia a un periodo de reclusión que incluso los excluía de los funerales, donde eran reemplazados por sacerdotes. Esta reclusión buscaba que los sobrevivientes pusieran a resguardo del mundo su dolor e impedían que se olvidaran demasiado pronto del muerto.
 
A finales del siglo XV los temas de muerte se cargan de un sentido erótico. La pintura y literatura se asocian la muerte con amor (da vinci. Miguel angel), viéndose como una transgresión que arranca al hombre de su vida cotidiana, de su sociedad razonable para arrojarlo a un mundo irracional y violento, aquí deja de ser familiar y no será deseable.  El servicio religioso del siglo XVII se reducirá a la misa del difunto, casi siempre de cuerpo presente, seguida por la absolución y el entierro. El sentimiento del duelo ya no se expresaba mediante gestos o gritos sino a través de vestimenta y color.
 
A partir del siglo XVIII el hombre de la sociedad occidental le da un nuevo sentido,  exaltándola, dramatizándola, pretendiendo que sea impresionante y acaparadora. La ceremonia, se  encuentra rodeada por parientes y amigos.  Los funerales adoptan un carácter solemne del que carecían en la edad media. El velorio reemplaza los gritos de  los familiares.  Los procesos de duelo pasan a tener una doble finalidad. Por un lado, obligan a la familia del difunto a manifestar, una pena que no siempre experimentaba. Y por otro, buscan preservar al sobreviviente sinceramente afectado contra los excesos de su pena, imponiendo cierto tipo de vida social
 
En el siglo XIX los rezos pasan a expresar un fuerte de dolor y llanto. Este dolor de los sobrevivientes se debe a una nueva intolerancia ante la separación, sintiéndose perturbados no solo ante el recuerdo del muerto, sino la sola idea de muerte los va a conmover. Aquí el duelo se despliega más allá de las costumbres para convertirse en la expresión más espontanea de una herida muy grave, se da mayor presencia de los familiares en los rezos. Y cada vez éstos van aceptando con mayor dificultad la muerte del otro.  Se visita la tumba como se visita la casa de un familiar lleno de recuerdos, el recuerdo confiere al muerto un suerte de inmortalidad. Las flores que se llevan, evocan al muerto y cultivan su recuerdo.
 
Otro ritual presente, es el aseo funerario, éste antiguamente estaba destinado a fijar el cuerpo en la imagen ideal que se tenía entonces de la muerte, hoy en día tiene por objeto enmascarar las apariencias de la muerte y conservar en el cuerpo los aspectos familiares y joviales de la vida.
 
Concluyendo, en la actualidad dentro de los principales rituales del cristiano católico se encuentra el velorio, que preparará el cuerpo para el entierro; representará la afirmación de la vida del difunto y la presencia de su corazón en medio de los dolientes. Al presentarse ésta al poco tiempo de haber muerto la persona, se sigue percibiendo al fallecido aún como socialmente vivo, por lo que se necesita este espacio para despedirlo del mundo de los vivos. Se llevarán acabo diversas oraciones dirigidas al alma del difunto y palabras en su recuerdo. Posteriormente se realiza la Misa Funeral, dedicada a la memoria del fallecido. Quien dirige la ceremonia busca ayudar a las personas en luto a volver a la normalidad.
 
Finalmente se entierra o crema al cuerpo, lo que se muestra como la aceptación pública de la muerte. Comunmente se organiza el novenario, ceremonia que se lleva por nueve días en la casa del fallecido, orando colectivamente por la memoria del difunto. Todos estos procesos facilitan la elaboración del duelo permitiendo nuevamente afrontar la realidad de la muerte (del mundo de los vivos), externalizando la tristeza y despidiéndose en un entorno de apoyo.
 
Por su parte para el islam, la vida en la tierra es una preparación para lo que viene después de la muerte. Al fallecer una persona se considera como un momento difícil y triste, pero no se lleva el sentimiento a una situación catastrófica. Esta religión permite expresar diversos tipos de ánimo, mientras no se presenten en exceso.
 
Cuando una persona esta por morir, los familiares y amigos deben de estar informados para apoyar al moribundo hasta que llegue el momento, se evita dejarlo solo, siendo amables con él y dándole esperanza. Para que no sea traumática la muerte, tanto para la persona, como para sus sus familiares,  antes de morir se preparara un testamento, en el que  guia y aconseja a los descendientes.
 
Al fallecer, se procura que sus ojos estén cerrados, se cierra la mandíbula en caso de que esté abierta, se lava todo el cuerpo sin alma (Al-Ghusul) de tres a cinco veces, al finalizar se envuelve en una tela preferentemente blanca y se ruega a dios que perdone sus pecados. El llanto está permitido, sin embargo sí se considera como algo moldeable.
 
El rezo basado en el Corán, (Fard Kifaia) debe de estar presente antes, durante y posterior a la muerte. Se realiza un cortejo fúnebre, acompañando al difunto antes de enterrarlo. Expresar el pésame es un precepto a cumplir y tiene el fin de consolar a los familiares, recordando que la muerte es inevitable. Estas condolencias no necesariamente son durante las ceremonias, sin embargo siempre se presentan de forma tranquila y controlada.
 
La viuda puede guardar luto por cuatro meses y diez días, portando ropas negras como signo de duelo, evitando tener ropas lujosas, joyería, maquillaje o perfume.
 
Por  su parte, el Budismo considera que este mundo es una ilusión, en la que la persona en vida debe de convencerse de esta creencia para poder eliminar el sufrimiento ocasionado por la búsqueda de su satisfacción. Esta religión está basada en el principio de causa y efecto, considerando que quien desea aquello que no tiene, no estará satisfecho y sufrirá. Consideran  que la muerte es una transición hacia otra vida, prevaleciendo la idea de la reencarnación,  con lo cual, la muerte no es definitiva.
 
Por ende, los procesos de duelo se llevarán de una forma muy distinta, el apego ante el muerto es visto como una limitación para el renacer de la conciencia individual de éste. El budismo se apoya en la meditación, la cual consideran les permitirá alcanzar calma y claridad mental, paz, tranquilidad, equilibrio, disminución de estados y sentimientos negativos de tristeza y la posibilidad de enfrentar conflictos.
 
Se acostumbra a desaparecer el cuerpo con el objetivo de no anclar a la conciencia libre del fallecido de su viaje, en muchas ocasiones es incinerado. Los monjes en Burma previo a la muerte suelen consolar con cantos y al fallecer la persona se siguen con estas melodías con el fin de ayudar a las buenas energías del muerto a  ser liberados.
 
En china, las actividades relacionadas con la muerte por los budistas se pueden clasificar en rituales de elevación y actos de méritos.  Los primeros buscan la iluminación de todos los seres sensibles, y luego al bienestar de la persona fallecida. Los segundos generalmente consisten en el canto, ofrenda de velas, flores, incienso,  todo tipo de comida y bebida como simbolo de alabanza hacia la persona fallecida. Se lo coloca en un ataúd con ropa nueva y adornos, en ocasiones se le hace un altar temporal en la propia casa o en una casa funeraria y las personas cercanas dicen oraciones de arrepentimiento en nombre del muerto.
 
Durante los siguientes cuarenta y nueve días reciben a visitas y cada  séptimo día después de la muerte se invita a los monjes a realizar rituales. Ya que de acuerdo a la enseñanza budista la conciencia en el estado limbo pasaría por un proceso de muerte cada siete días.
 
En el norte de Tailandia, la cremación se da a los tres días  del fallecimiento. Durante este tiempo los vecinos se reúnen cada noche en fiesta, visitan, asisten a los servicios. En el día del funeral se hace todo lo posible por eliminar la tristeza, la soledad y el miedo a los espíritus por medio de la música y el compañerismo.  Se considera que mientras el cuerpo esté presente puede beneficiarse de los dones presentados, los sermones predicados y los cantos pronunciadas.
 
Concluyendo, podemos decir que las prácticas religiosas y espirituales independientemente del credo son recursos eficaces para la disminución del estrés y el malestar surgido en el duelo.  De igual forma las diferentes plegarias producen sentimientos de satisfacción, permitiendo sentir que uno es capaz de hacer algo positivo por un familiar, aún después de la muerte de éste.
 
Citando a Levy, F. (2009) “Frente a la muerte se busca siempre un consuelo de trascendencia. Y la religión es sin lugar a dudas, una de las instituciones humanas más enfocadas a la construcción de una trascendencia basada en valores espirituales que suplanten, al menos en la imaginación, las constantes frustraciones a que nos enfrenta la realidad” (Levy, F. (2009) El proceso del duelo, teoría y técnica psicoanalíticas. Centro Eleia, México. Pág.166.
 
Cada religión con sus rituales reconoce las dificultades psicológicas que implica una pérdida. Es por ello, que es importante recalcar los beneficios y efectos positivos que las prácticas religiosas tienen sobre la salud,  al ofrecer a través de sus rituales posibilidades de elaboración del duelo, así como de simbolizar la pérdida, al estar abrazada   por una comunidad que contiene.  Se ha demostrado que estos ritos apoyarán en la resolución de situaciones traumáticas y sabiendo que el duelo es considerado un proceso intrínseco a la sociedad, habría que beneficiarse de todas las herramientas que se tienen al alcance para poder sobrellevarlo..
 
 
Bibliografía
 

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[1] Levy, F. (2009) El proceso del duelo, teoría y técnica psicoanalíticas. Centro Eleia, México. Pág.166.

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