Dos Historias de Amor y Psicoanálisis.

Autora: Beatriz Ríos

 

«El amor es una atracción involuntaria hacia otra persona y, a su vez, la voluntaria aceptación de esa atracción».

Octavio Paz

Si bien es cierto, el tema del amor puede ser visto y analizado desde diferentes perspectivas, algunas más profundas que otras, sin embargo no me queda duda que todas enriquecen y contribuyen a un mejor entendimiento dado que integra conceptos subjetivos donde a veces las palabras no alcanzan para describir, por ello en este texto se abordara el amor, el enamoramiento y las fantasías de la que estas dos palabras están invadidas, retomando algunas leyendas clásicas que promueven tales conceptos.

Me gustaría comenzar con un relato de la mitología griega, el cual bosqueja el nacimiento de eros, quien es:

Dios del amor, el deseo y el sexo, se ve presionado por su madre, Afrodita, quien al enterarse de que hay una mujer más hermosa que ella, la princesa Psique, le pide que le clave a esta última una flecha oxidada para que se case con un ser bestial que la haga infeliz. “Psique entristeció porque la gente la trataba como a una diosa, y nadie era lo bastante osado para amarla como mujer y proponerle matrimonio” (Cheers, 2007, p.50, citado en Serrano, Salmerón y Serrano, 2010, p. 228).

El rey, padre de Psique, preguntó al oráculo de Apolo por qué su hija no encontraba esposo; la respuesta fue aterradora, ya que ella debía vestirse de novia, subir a la montaña y desposar no a un hombre mortal sino a un monstruo venenoso. Cuando llegó a la cima de la montaña, fue llevada por el viento, entró en un castillo, comió y disfrutó la música; se fue a dormir sin saber quién era su esposo. Él la visitó por la noche, pero debido a la oscuridad no lo pudo ver. Así, regresó todas las noches. Sus hermanas, celosas, le dijeron que debía matarlo porque estaba embarazada, y el manjar predilecto de los monstruos son las mujeres embarazadas. Una noche, Psique prendió una lámpara y vio por vez primera el cuerpo de su esposo; a su lado yacía el dios del amor con forma de hombre, el más apuesto que había visto, pero cuando quiso besar su mano, se pinchó con una de sus flechas que sentenció su amor de por vida. Destinada a sufrir los castigos de Afrodita, pensó suicidarse; sin embargo, supo sortear todos los castigos impuestos por la diosa, y justo al enfrentar el último de éstos, aspiró aire venenoso de la caja de la belleza y cayó agonizante. Eros, dispuesto a enfrentar a su madre y a rescatar a Psique, voló hacia ella y extrajo de su cuerpo el aire letal; la llevó ante Zeus, quien le ofreció ambrosía, exquisito manjar que la tornó inmortal, y le brotaron alas de mariposa. Por ello, Psique, la princesa enamorada de Eros, representa el alma o la mente. En griego, psycho significa soplar, de este verbo se forma el sustantivo ψυχή, hálito o aliento que exhala al morir el ser humano y que, al dejar el cadáver, pervivía de modo fantasmal; así, según Homero, al que muere le sale una mariposa (psyché) por la boca al exhalar. Este hálito mortal la relaciona necesariamente con Thánatos, representante de la muerte no violenta, hijo de la noche, gemelo de Hipnos, el sueño, criaturas de la oscuridad, que cada noche discutían a qué mortal se llevarían, pero Hipnos trataba de anular la sentencia de su hermano, con el sueño. (Cheers, 2007, citado en Serrano, Salmerón y Serrano, 2010, p. 229).

De modo que “la fenomenología del amor, delata esa doble cara, donde el amor y la muerte se contemplan, se hablan, donde una está a la sombra de la otra, en forma de grito o en forma de silencio (Flores, L.1991, p.28). Al hablar del amor en psicoanálisis nos lleva ineludiblemente a pensar el principio de placer, que gracias a este, los procesos anímicos están regulados automáticamente, además integra las pulsiones de auto conservación y las pulsiones sexuales, estas tienden a la unión y a la síntesis. Además explica de manera profunda la formación de los vínculos emocionales, por ejemplo, el niño ama a su madre pues esta le da seguridad y protección, lo alimenta y cuida. A diferencia de las pulsiones de muerte que tienden a la destrucción, como en nuestro relato lo hace Thanatos, uno de los motivos por los que se introduce esta pulsión es la compulsión a la repetición que aunque generen displacer se siguen repitiendo, otro son las nociones de ambivalencia y agresividad: que en realidad esta encubierto en todo acto y finalmente el odio, aquello que se rechaza es casi más primitivo que el amor. (Freud, 1920, p. 9) esta separación revela en realidad una dosis de fusión entre ambas, donde está puesta la libido también encontraremos agresión y el amor no escapa de ello.

Por lo anterior, se puede pensar que “el enamoramiento es la reactivación de un fuerte vínculo preexistente” (Alberoni, 2004, p. 14).

Un ejemplo de ello es la siguiente novela corta, una fantasía pompeyana escrita por el poeta Wilhem Jensen, que años después de ser publicada, Freud toma para dar una explicación para mi gusto delicada y detenida, en donde expone algunas hipótesis en su ensayo “El delirio y los sueños en la <Gradiva> de W. Jensen, (1907 [1906])” en el que relata que un joven arqueólogo, Norbert Hanold, ha descubierto una colección de antigüedades, en Roma, un bajorrelieve pompeyano que lo atrae con exclusión de cualquier otra cosa… …Figura a una joven doncella, pero que ya no es una niña, en tren de andar; recoge un poco su vestido, que le cae en abundantes pliegues, de suerte que pueden verse sus pies calzados con sandalias. Tiene un particular encanto. Le confiere un nombre a esta doncella figurada en el acto de andar: <Gradiva>, <la que avanza>.“No atinaba a explicarse qué podía haberle llamado la atención en él. Pero lo cierto era que algo le atrajo, y este efecto de la primera mirada se mantuvo sin mengua desde entonces” y su fantasía se ocupa sin descanso de esa imagen. (Gradiva 1903, citado en Freud, 1920, p.18)

Gracias a un sueño que tuvo, Hanold emprende su viaje a “Pompeya donde delante de la casa de Meleagro, ve moverse a la niña del bajorrelieve. Al principio piensa que es una visión, luego un fantasma, finalmente descubre que es una mujer real” (Alberoni, 2004, p. 14), no antes de haber tenidos dos sueños y varios delirios, que poco a poco lo iban encarando con su realidad.

Esta gran novela, o bien un gran caso clínico para Freud, podría tomarse como solo una historia de amor, pero no es así, ya que, “no es licito menospreciar al amor como potencia curativa del delirio; ¿y acaso el hecho de que nuestro héroe quedará prendado de la imagen de su Gradiva no equivale a un cabal enamoramiento, aun cuando dirigido todavía al pasado y a lo inerte? (Freud, 1920, p. 19)”

Otro aspecto muy importante que da pie a una vasta explicación por Freud, fue el momento en que Gradiva olvida un libro de esbozos con dibujos sobre Pompeya, ya que revela que nada se olvida sin una razón secreta o un motivo oculto, esto colabora a imaginar que fue con una sobrada intención de volver a coincidir con este personaje.

En otro momento de la novela, su Gradiva, muestra conocerlo muy bien, es ella quien revela el misterio. Habían sido compañeros de infancia, jugaron juntos, se tenían gran cariño y después se perdieron de vista. Cuando Hanold encontró el bajorrelieve pompeyano, quedo encantado justamente porque Gradiva se parecía a Zoe. Cuando Hanold se da cuenta de ello, se sorprende pues no cree que su Gradiva sea Zoe, ya que la Zoe de sus recuerdos no era más que una niña, una niña con la que compartió en algún momento su colación de mañana, sin embargo este nunca la miro como cuando eran niños.

“¿La niñez, cuyos recuerdos se conservan vividos en la muchacha, en tanto en el joven parecen olvidados? ¿No columbramos de pronto que las fantasías del joven arqueólogo sobre su Gradiva podrían ser un eco de esos recuerdos infantiles olvidados? Entonces no serían unas producciones arbitrarias de su fantasía, sino que estarían comandadas, sin que él lo supiese, por el material de recuerdos infantiles que ha olvidado, pero que mantiene dentro de él su presencia eficaz. (Freud, 1920, p. 26-27)

Llama la atención pues lo que Zoe comunica sobre su infancia colabora en gran medida para que Freud hiciera las respectivas hipótesis: Zoe no contaba con quien compartir sus experiencias y cariño, ya que no tenía madre ni hermanos, solo “estaba” su padre y este era un científico dedicado a su profesión, que no existía más que sus animales, Zoe no tuvo otra que depositar en la amistad con Hanold todo su cariño, pero justo cuando pensó que su amigo podría ser su compañero se da cuenta que este al igual que su padre fue absorbido por la ciencia de la antigüedad, se dio por vencida pues se hizo todo un hombre insoportable. “Yo era aire para ti, y tú, con tu rubio mechón de cabello que tantas veces te había tirado, eras tan aburrido, reseco y mudo” (Freud, 1920, p. 27)

Todas esas experiencias infantiles fueron tejiendo en Zoe un amplio enamoramiento. Como refiere Freud (1920, p. 28) “así, se vio precisado a mirar por otra persona y cobro un apego muy estrecho a su compañero de infancia. Y cuando tampoco este tuvo ojos para ella, eso no turbo el amor que le tenía, más bien lo acrecentó, pues así devenía igual a su padre, absorbido como este por la ciencia y alejado de la vida y de Zoe. De ese modo le estaba permitido permanecer fiel aún en la infidelidad, reencontrar al padre en el amado, abrazar a ambos con el mismo sentimiento o, como podríamos decirlo, identificarlos a ambos en su sentir”.

Es sumamente valioso tratar de explicar con este ejemplo algunas cosas como refuta la teoría freudiana, nos enamoramos de quien ya hemos amado, de quien nos recuerda a esos primeros objetos de amor, reeditamos nuestros complejos, de modo que el enamoramiento es producto de una regresión, es decir, de la reactivación de ideas, experiencias, fantasías, temores, conflictos ya vividos y quedan aprisionados en el inconsciente, es la reactivación de experiencias infantiles. “Ciertamente existe una correspondencia entre los sentimientos de adoración y ternura, hacia la persona de la que estamos enamorados y los que hemos profesado de niños hacia nuestra madre. Porque era la figura más importante de nuestra vida, la única en todo el mundo que importaba, la única insustituible. Deseábamos estar entre sus brazos, ser besados, acariciados, y sufríamos dolorosamente su ausencia. ¿Acaso no son estos los sentimientos que experimentamos por la persona de la cual estamos enamorados? (Alberoni, 2004, p.11)

Por otra parte, lo que sucede con los adolescentes, quienes se internan en el mundo de lo sensual, como Hanold hizo al penetrarse en el universo de las antigüedades y que solo le nacía interés por las mujeres de esculturas, desdibujo su amistad infantil que resulto sepultada en vez de crecer en pasión, de modo que los recuerdos fueron depositados en lugares muy profundos haciendo difícil su recuerdo, tan es así que no pudo reconocer a su amiga de juego, a su amor infantil. Aunque como Freud refiere, es preciso saber sobre qué tipo de olvido se está hablando, ya que “hay una clase de olvido que se singulariza por lo difícil que es despertar del recuerdo aún mediante unos intensos llamados exteriores, como si una resistencia interna se resolviera contra su reanimación. Ese olvido ha recibido el nombre de <represión> {esfuerzo de desalojo}” (Freud, 1920, p. )

Aún con lo anterior, en esta novela fue el amor capaz de traer esos recuerdos reprimidos por Hanold con ayuda de Zoe, por ello, el enamoramiento estalla cuando el sujeto está preparado para cambiar y, a través del amor, comienza, entusiasta, una nueva vida, reconstruye, junto con el amado o la amada, su propio mundo social. El enamoramiento es una modalidad de transformación, de crecimiento, de una manera de avanzar hacia el futuro. (Alberoni, 2004, p.12) Hanold no estaba preparado pues sumido en su mundo olvida todo lo exterior hasta que ve a su Gradiva, en la que resignifica sus vínculos más profundos.

Pero ¿por qué el enamoramiento, en poco tiempo, logra crear vínculos tan fuertes? Si retomamos el mito de Eros, refiere que la esencia del amor radica en que:

“la atracción que experimentan los amantes es involuntaria. Simplemente ocurre, pasa, como una enfermedad y por eso se habla de pasión amorosa. Eros iba con la misión de castigar a Psique por su belleza, para vengar así a la celosa Afrodita, su madre. Y sin embargo, le bastó mirarla una vez para caer encendido por el sentimiento amoroso. Psique, por su parte, había sido condenada a desposar a un monstruo en contra de su voluntad. Al principio sufre pero, imperceptiblemente y sin desearlo, empieza a enamorarse de esa presencia ausente, sentimiento que crece al infinito al comprobar que aquel que yacía con ella por las noches no era un monstruo, sino el bello Eros. Pero esta suerte de fatalidad que experimentan los amantes va de la mano de su contrario, la libertad, porque el amor lleva siempre implícita una elección, desde el momento en que se puede renunciar a esa pasión fatal. (Dörr, O. 2009, p. 192).

De modo que desde el punto de vista psicoanalítico es gracias al principio del placer que el vínculo se instaura con la madre. Haciendo que estos vínculos duren años incluso toda la vida, como lo fue con una joven pareja de enamorados, que al saber lo que les depararía el sepultamiento de Pompeya, se estrecharon en un abrazo eterno, esperando así la muerte, esperando a que Thanatos les quitara ese último aliento, el aliento de amor.

Por otra parte, quiénes no hemos escuchado o experimentado “el amor a primera vista” esta es otra forma de explicar el enamoramiento, ya que es un hecho instantáneo, la fascinación, el flechazo, la atracción súbita, incluso la impresión de una profunda afinidad espontánea. (Alberoni, 2004)

«El amor no ve con los ojos, sino con el alma, y por eso pintan ciego al alado Cupido. Ni en la mente de Amor se ha registrado señal alguna de discernimiento. Alas sin ojos son emblema de imprudente premura, y a causa de ello se dice que el amor es un niño, porque en la elección yerra frecuentemente. Así como se ve a los niños traviesos infringir en los juegos sus juramentos, así el rapaz Amor es perjuro en todas partes.» (Shakespeare, 1597)

Lo anterior constituye solo una etapa del enamoramiento, pues este es todo un proceso que requiere de una correspondencia profunda entre las personas y lo que caracteriza al verdadero enamoramiento es su capacidad de fundir cada vez más profundamente dos individuos distintos.

Algo que está muy relacionado con lo antes descrito, es lo repentino con que aparece el amor, representado en la imagen de las flechas de Eros o Cupido. “A éste le bastó una mirada para quedar prendado de la bella Psique y a ésta, a su vez, se le esfumaron todas las dudas al contemplar con la lámpara la apostura de Eros” (Dörr, O. 2009, p. 192), o como le sucedió a Hanold al quedar fascinado con la belleza del bajorrelieve, recuerdo íntimo del vínculo con Zoe. Haciendo sumamente interesante lo súbito del amor.

Por lo que, el enamoramiento es un proceso al mismo tiempo psicológico y social, en el que dos individuos rompen bruscamente los vínculos emotivos anteriores, para crear una comunidad amorosa lo suficientemente sólida, como para poder fundar sobre ella, en muchas situaciones, una convivencia estable. (Alberoni, 2004, p. 144)

El enamorado en ocasiones, permanece absorto frente al ser amado. Descubre en él cosas que no había visto antes y queda embelesado. En los grandes amores esto ocurre aún después de décadas. (Alberoni, 2004, p. 17) Tal es el caso de Hanold, quien pese al tiempo, hubo algo que hizo se quedará fascinado con ese bajorrelieve que llevaba ya una carga de represión importante al no recordar a Zoe, su Gradiva. Podemos decir que el verdadero enamoramiento se caracteriza por un continuo descubrir de aspectos nuevos y sorprendentes en la misma persona. Una sucesión de “flechazos”.

Cabe señalar que la vida de nuestro autor de tan afable novela, Wilhem Jensen, también, cobra especial atención para Freud, pues lo que era una historia, fue real en la vida de este, por lo que tendrá mayor fundamento al revisar su vida y sus propios delirios y sueños, lo cual no se abordara en esta ocasión pues sino sería interminable este andar, como lo es el proceso de enamoramiento y amor.

Y así podríamos continuar rescatando las historias de amor, que ejemplifiquen en gran medida las formas de funcionar de los seres humanos, estas son y serán una manera de explicar lo que el padre del psicoanálisis nos ha heredado, para emprender esa búsqueda de la pulsión de vida en los espacios analíticos sin perder de vista la pulsión de muerte, ya que ambas se entretejen pues no puede haber una sin la otra y que son parte fundamental de lo que nos hace menos patológicos.

A propósito, la historia termina con el matrimonio de Hanold y Zoe, enamorados y felices.

 

Bibliografía

  • Alberoni, F. (2004) “El misterio del enamoramiento”. Gedisa. Barcelona
  • Dörr Zegers, O. (2009). Eros y Tánatos. Salud Mental, 32 (3), 189-197. Salud Mental [en linea] 2009, 32 (Mayo-Junio) [Fecha de consulta: 11 de enero de 2019] Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58212279002> ISSN 0185-3325
  • Flores, L. (1991) “El amor y la muerte en psicoanalisis”. Revista Tramas. Consultado: enero 2019, en http://132.248.9.34/hevila/TramasMexicoDF/1991/no3/3.pdf
  • Freud, S. (2012) [1906- 1908] “El delirio y los sueños en la <Gradiva> de W. Jensen y otras obras”. 2ª ed. 10ª reimp. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Freud, S. (2012) [1920] “Más allá del principio de placer, Psicología de las masas y análisis del yo y otras obras”. 2a ed. 15a reimp. Buenos Aires: Amorrortu
  • Serrano Barquín, C., & Salmerón Sánchez, F., & Serrano Barquín, H. (2010). Eros, Thánatos y Psique: una complicidad triádica. CIENCIA ergo-sum, Revista Científica Multidisciplinaria de Prospectiva, 17 (3), 327-332.  https://www.redalyc.org/pdf/104/10415212013.pdf
  • Shakespeare, W. (1597) “Sueño de una noche de San Juan” consultado en febrero 2019 en: https://www.passeidireto.com/arquivo/56735597/shakespeare—sueno-de-una-noche-de-san-juan/2