Depresión y cáncer… Una perspectiva psicoanalítica
Autor: Gabriela Silva

El impacto de un diagnóstico de cáncer en una persona puede tener diferentes matices según características individuales, pero por lo general incluye un cambio a nivel social, emocional, físico y conductual. Estos cambios pueden producir diferentes reacciones que pueden influir en la manera en que se lleve el tratamiento. La depresión, el enojo y la falta de adherencia terapéutica son algunas de esta reacciones que pueden afectar directamente la evolución del tratamiento, así como la relación médico – paciente.

La psico-oncología ha surgido como respuesta a la necesidad de explicar y tratar psicológicamente el cáncer. Y a pesar de que hay psicólogos trabajando en esta área desde hace muchos años, recién en la década de los 80 esta disciplina es considerada una rama de la psicología.

La relación entre el cáncer y el estado de ánimo ha sido sugerida desde la antigüedad. Ya Hipócrates hablaba de la asociación entre las personalidades melancólicas y el cáncer. Galeno en la misma línea, pensaba que las mujeres melancólicas eran más vulnerables al cáncer que las mujeres de temperamento sanguíneo.

Sistema inmune:

Para algunos autores psicoanalíticos el sistema inmune es el sustrato de representación de lo psíquico en el cuerpo. Como ejemplo bastaría señalar que es excepcional que exista una depresión psíquica que no se acompañe de depresión inmunológica.

El sistema inmune es un complejo sistema formado por diversas estructuras y células dispersas por todo el organismo. Su función principal consiste en protegerlo de sustancias extrañas potencialmente dañinas.

Cuando hablamos de psicosomático hablamos de lo psíquico determinando lo somático. Por ejemplo: no es que el paciente con cáncer está deprimido (efecto psíquico) por el diagnóstico de cáncer (padecimiento somático), sino que lo que se plantea es que la depresión es previa y está en juego en la etiología y en la causa del cáncer. Lo psíquico estaría aquí determinando lo somático.

Se postula que la causa de las patologías del sistema inmune es psíquica. Por ejemplo, el cáncer acontece en un sujeto deprimido. La depresión tendría una faz psíquica y una faz orgánica, esta última consistiría en una depresión del sistema inmune que propicia el desarrollo del cáncer, por fallo de la inmunovigilancia.

La cuestión central en las enfermedades autoinmunes, aquello que las caracteriza, es que el propio sistema inmune de defensa, el mismo que tiene que proteger al sujeto, ataca sus tejidos, sus propias células, dañándolas y produciendo enfermedad.

Factores psicoanalíticos:

Hay dos pulsiones que regulan la vida de todo sujeto: la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Ambas actúan conjuntamente para la conservación de la vida. La pulsión de muerte se dirige al exterior como agresividad. Cuando la pulsión, después de rodear al objeto, se vuelve hacia el sujeto, puede producir daño en el sujeto. Parece que este último componente de la pulsión de muerte es el que está en juego en la autoinmunidad. La agresividad necesaria para mantener la vida que el sistema inmune descarga hacia el germen extraño, es la misma que se vuelve contra sí mismo.

Esta vía de pensamiento, donde se relaciona la depresión con la inmunodepresión, ha sido trabajada por la psiconeuroinmunología. Aislando in vitro en laboratorio células de pacientes deprimidos se ha observado una disminución de la función de las células del sistema inmune.

Para el médico no acostumbrado a las teorizaciones psicoanalíticas la depresión sería el resultado de comunicar al paciente una mala noticia, sería lo que se denomina depresión reactiva.

Con este nuevo modelo, que incluye como instrumento de pensamiento el psicoanálisis, se postula que tanto la inmunodepresión como la depresión psíquica son el mismo proceso, dos facetas, dos caras de lo mismo: la cara orgánica y la cara psíquica.

Por tanto, tenemos una etiología de determinadas enfermedades orgánicas y tenemos un tratamiento que evita su desarrollo: el psicoanálisis. En el otro pensamiento, tenemos una enfermedad, la mayoría de las veces, de causa desconocida por lo que no se puede aplicar un tratamiento preventivo eficaz y lo único que podemos hacer, que no es poco, es actuar sobre la enfermedad orgánica ya establecida (cirugía, quimioterapia, radioterapia, etc.).

Esto nos permite ver alguna luz en el sentido de que el tratamiento de la depresión tendría repercusión directa sobre el desarrollo o no de ciertas enfermedades orgánicas (puesto que evitaría la inmunodepresión que las precede) de esta manera podemos pensar que el tratamiento psicoanalítico de la depresión, no sólo trata y cura la depresión, sino que previene el desarrollo de enfermedades orgánicas en ese sujeto.

Además de esta faceta preventiva, es un arma terapéutica eficaz para los pacientes que ya han desarrollado un cáncer, se ha visto, entre otros beneficios, que los pacientes en análisis toleran mejor la quimioterapia, sufriendo menos efectos secundarios y soportando dosis más altas. La escucha psicoanalítica permite otro pronóstico para estos pacientes, escuchar la problemática psíquica que subyace en todo proceso somático, modifica el curso de la enfermedad.

Freud dijo: “El cuerpo dice, lo que el sujeto calla”. No es nada raro ver individuos que, sufriendo de un terrible dolor de muelas no se deciden a acudir al dentista, y agrega que dichas resistencias “contienen siempre datos importantísimos de la vida del enfermo, y nos lo revelan además en una forma tan convincente, que constituyen uno de los mejores elementos auxiliares del análisis, siempre que por medio de una acertada técnica se las sepa orientar favorablemente”.

El paciente que padece de la enfermedad culturalmente más asociada con la muerte como es el cáncer, pueda habérselas con el goce que lo mortifica, convirtiendo a ese goce–como lo expresa la cita de JA Miller–en una “pregunta sobre el deseo”.

Otros factores:

El estrés también afecta al sistema inmune. Las personas sometidas a situaciones de estrés psicológico suelen mostrar hábitos “menos saludables” (falta de sueño, mala nutrición, poco ejercicio, mayor consumo de alcohol, tabaco y drogas), que les condicionan aún más a padecer ciertas enfermedades. Los cambios inmunológicos ante el estrés son del tipo y magnitud que puede influenciar el desarrollo de los tumores y la aparición de las metástasis.

Las enfermedades autoinmunes constituyen uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la medicina hoy en día. Aunque se sabe que se trata de enfermedades en las que se produce un fallo en el fenómeno de tolerancia inmunológica, no hay explicación médica de porqué, ni en muchos casos cómo, se produce la enfermedad. Se habla de predisposición genética y factores ambientales, es decir, múltiple determinación.

Algunos autores hablan que el riesgo de padecer cáncer aumenta por grandes pérdidas o duelos no elaborados; por una incapacidad persistente para aceptar que no siempre se es capaz de sortear y resolver todo tipo de dificultades con éxito; por una desesperación que permanece y que no se encuentra abiertamente declarada; o por una tendencia del individuo a posponer a toda costa sus propias necesidades vitales.

La hostilidad y la ira contribuyen también al desarrollo de ciertas enfermedades, aumentando la actividad neuroendocrina, que, a su vez, causa irregularidades en el comportamiento del sistema inmune, disminuyendo el umbral de la vulnerabilidad de la persona enferma.

Bibliografía

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