Yunuén Vizcarra 

“Retomada por Jones, en 1953  la fábula de ese embarazo nervioso se transformó en una verdadera novela de los orígenes del psicoanálisis, en la que se enfrentaban el “miedoso” Breuer y el “valiente” Freud.”

(Roudinesco, 2016, p. 84)

Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el análisis: actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico y conservar en un ámbito psíquico”. 

(Freud, 1915, p. 169)

A mediados del año 2013 me recomendaron entrevistar al Dr. José Cueli con la finalidad de que me orientara y ayudara con la tesis que estaba desarrollando para finalizar el posgrado que cursaba. Tras las entrevistas realizadas me invitó a formar parte de un grupo de estudio que se realizaba todos los sábados del mes en su consultorio. Asistí unos cuantos años, posteriormente por otras razones dejé de hacerlo, sin embargo, seguía sus escritos viernes a viernes en La Jornada. He de decir que la imagen de “buen” y “experimentado” analista se fue forjando entre más lo escuchaba, conocía y leía. 

Hace algunos meses, en redes sociales y en otros medios de comunicación circuló la denuncia de la escritora Guadalupe Loaeza a través de una entrevista con Julio Astillero en la cual la exanalizante del prestigiado analista, viejo lobo de mar y perteneciente a cierta asociación psicoanalítica reconocida en nuestro país. En la denuncia, la escritora declaraba haber sido víctima de abuso psicológico a consecuencia del cual, sostuvo relaciones por más de un lustro con el mencionado psicoanalista. 

Lo anterior me llamó mucho la atención porque la imagen construida durante los años que lo conocí no embonaba con la denuncia realizada, o al menos era difícil de creer. Aunque claro, el tema es sumamente delicado ya que es un tópico tanto social como político que involucra creerle a la víctima pero ese tema no será abordado hasta un siguiente trabajo.

Con dicha noticia me surgieron varias interrogantes sobre el actuar del analista, posiblemente muchas de éstas no encuentren respuesta en este trabajo, sin embargo me parece importante plantearlos. A la luz de un pequeño fragmento de la historia del surgimiento del psicoanálisis, a modo de repensar los sucesos actuales de quienes ejercemos la práctica psicoanalítica. 

A continuación las siguientes interrogantes: 

¿Qué sentimos respecto del analizante? ¿Qué pasa con los analistas que pasan al acto? ¿Cuál es la actitud del analista frente a manifestaciones explícitas de la transferencia amorosa? ¿Dónde se pervierte el acto libidinal? ¿En qué momento se pervierte? ¿En qué otras formas se pervierte? ¿Qué hace uno, o deja de hacer, para involucrarse con los analizantes? ¿Cómo es que un analista está bien analizado? ¿Cómo es que fungimos como analistas? 

En ocasiones podemos clasificar rápidamente bajo dualidades ya dadas, sentimientos negativos o positivos. En otras ocasiones, no solemos hablar mucho sobre lo que se juega en el proceso analítico con nuestros analizantes. Otras veces, como “sugerencia” o “intervención” nuestro supervisor propone que lo revisemos en el lugar que corresponde: en análisis.  A veces nosotros mismos lo reservamos al espacio analítico, si bien nos va mientras no se juega como una resistencia más. 

Hablar ya es un acto de “valentía”, nombrar si algún paciente nos cae de tal o cual manera. En ocasiones el término “contratransferencia” nos sumerge en una confusión porque nos exponemos a hacer eco en la propia subjetividad. Lacan (1960) en el Seminario 8, titulado La Transferencia alude que lo intersubjetivo es lo más ajeno al encuentro analítico y menciona lo siguiente “…Con solo que se asome, la eludimos, seguros de que es preciso evitarla. La experiencia freudiana se paraliza en cuanto aparece. Solo florece en su ausencia.” (Lacan, 1960, p.20).

En el presente trabajo quisiera destacar tres formas particulares en las que se puede abordar o al menos, pensar, el tema de la transferencia y contratransferencia en la práctica del psicoanálisis: 

  1. Al principio era el amor

Lacan (1960) en la sesión del 16 de noviembre de 1960 comienza con el siguiente enunciado: “Al comienzo de la experiencia analítica, recordémoslo, fue el amor.” (Lacan, 1960, p. 12). Es sabido que el caso de Fräulein Anna O. (Bertha Pappenheim), publicado en Estudios sobre la histeria, fue un pilar para los inicios del psicoanálisis. Creadora de los términos “talking cure” y “chimney sweeping”, mientras se atendía con Breuer, ya se vislumbraban los efectos que tendría la acción de nombrar, de poner en palabras y “deshollinar” los recuerdos que habitan la psique. 

Así mismo, rescato del apartado dedicado a Bertha Pappenheim en el Diccionario de Élisabeth Roudinesco y Michel Plon (1997) Josef Breuer, de acuerdo a Ernest Jones, se horrorizó  ante “el carácter sexual de la transferencia amorosa de su paciente y sobre todo por un embarazo nervioso (pseudociesis) que se produjo en ese momento.” (Roudinesco, 1997, p.805). Breuer interrumpió  el tratamiento y realizó un viaje como una segunda luna de miel donde él y Mathilde, su esposa,  concibieron a su hija. Más tarde, Freud le habría contado a Marie Bonaparte  que la  mujer de Breuer, Mathilde, habría intentado suicidarse coincidiendo con el final de la  cura de Bertha Pappenheim ¿Qué se jugaría en “ese otro campo” que se enganchó en la neurosis de transferencia de Anna O? ¿Qué sucede con el amor del analista?

Roudinesco y Plon (1997) en el Diccionario de psicoanálisis, comentan que parte de la separación entre Josef Breuer y el joven vienés, tuvo que ver con la incapacidad de “…reconocer la existencia de la primacía de la sexualidad en la neurosis, y para comprender la transferencia amorosa de Anna O.” (Roudinesco, 1997, p.) Michel Onfray (2011) el detestado filósofo francés, detractor del psicoanálisis y especialmente de Freud sostiene en su controversial libro, Freud: El crepúsculo de un ídolo, esa impresión de odio que Sigmund tuvo ante Breuer. Después de haberse disgustado, escribe lo siguiente “La leyenda que escribe es simple: Breuer presintió algo importante, a saber, la etiología sexual de la neurosis, pero careció de coraje que le habría permitido abordar el nuevo continente descubierto por Freud. El viejo fue cobarde y no supo afrontar la inmensidad de la tarea, para la cual se requería una valentía que sólo él fue capaz de mostrar.” (Onfray, 2011, p.162.)

Freud, en su carta a Stefan Zweig del día 2 de junio de 1932, comenta la confesión que Breuer le había hecho en su momento referente a Anna O. “Al final del día, luego de haber controlado todos sus síntomas, ella volvió a llamar al doctor, que la encontró confundida, retorciéndose por espasmos en el bajo vientre. A la pregunta de qué le sucedía, ella respondió: ya viene el hijo que tengo del Dr. Br.” (Freud & Zweig, 1932, p. 67). A modo de conclusión cuestiono lo siguiente ¿fue solamente Anna O. ¿Quién amó a su analista o hubo algo por parte del Dr. Breuer? ¿El amor dentro del dispositivo analítico, puede pensarse desde un solo lado?

2. El analista fóbico

También, en la viña del psicoanálisis, están los que actúan con repele; los que por alguna situación el miedo los invade y su reacción es huir y no enfrentar lo propio surgido del fenómeno transferencial. Recuerdo la anécdota de una colega en la que contaba de forma angustiante que había visto a una de sus pacientes en el supermercado. Al preguntarle ¿qué había hecho? Me comentó de forma “obvia” y segura que se había ido por otros pasillos lo más rápido posible para que su analizante no la viera. Después mencionó que realmente le preocupaba si la analizante  la había visto o no, y por supuesto no sabría qué responder en caso de que la analizante mencionara lo ocurrido en futuras sesiones. ¿Qué debemos hacer como analistas con el fenómeno transferencial? Me parece que lo más acertado, útil, y libidinal es confrontarla, hacerle frente, sin importar si es positiva o negativa ya que no hay que olvidar que bajo cualquier forma ésta se encuentra al servicio de la resistencia. Freud comenta en Dos artículos de enciclopedia (1923) refiriéndose al fenómeno transferencial lo siguiente “…se convierte para el médico en el más poderoso medio auxiliar del tratamiento y desempeña en la dinámica de la cura un papel que sería difícil exagerar.” (Freud, 1923, p.243). Así mismo, en Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica, III) (1915) sugiere que el analista deberá “guardarse de desviar la transferencia amorosa, de ahuyentarla o de disgustar de ella a la paciente; y con igual firmeza uno se abstendrá de corresponderle.” (Freud, 1915, p.169).

3. La apuesta analítica

Retomo lo que afirma Lacan (1960) respecto de la intersubjetividad, en la clase 16 de noviembre de 1960 en la cual ésta es dejada en reserva y  aplazada para permitir que aparezca otra situación, precisamente la transferencial. 

La transferencia, como sabemos, es esencial para el método y proceso analítico ya que es un instrumento de curación. Aunque en alguna medida sigue siendo un concepto y un fenómeno complejo de estudiar, comprender y manipular técnicamente. ¿Qué hacemos con ella? Aunque la respuesta pueda parecer obvia nunca hay que confiarse de esa obviedad. Casos como el mencionado al principio de este texto son ejemplos de que en este fenómeno puede paralizar o tomar por sorpresa al analista. 

Freud (1915) en Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, III) cuestiona lo siguiente “Ahora bien, ¿de qué modo debe comportarse el analista para no fracasar en esta situación, si es cosa para él decidida que la cura tiene que abrirse paso a pesar de esta transferencia amorosa y a través de ella?” (Freud, 1915, p.167). Así mismo, reflexiona más adelante que el analista no tiene derecho a aceptar la ternura ofrecida por parte de la analizante y, al contrario invita a abogar por el reclamo ético y la necesidad de renunciar a dicha demanda para darle continuidad al trabajo analítico: lo que él llamará la regla de la abstinencia. 

En términos generales cuando uno piensa en abstinencia, tiende a hacerlo teniendo en mente lo físico, es decir, específicamente en no involucrarse con el analizante y responder ante las demandas amorosas y hostiles que presenta. Podríamos decir que la regla de abstinencia es una secuela de la regla fundamental y tiene que ver con todas las actitudes que el analista ejecuta a fin de que el analizante no encuentre, por vías incorrectas, una falsa satisfacción de los sufrimientos que el trabajo analítico conlleva. Referente a este punto Freud en el inciso e. de Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) nos recomienda tomar como modelo el ejemplo del cirujano que aparta sus afectos, su compasión humana y se concentra en su meta que es realizar la operación con apego a las reglas del arte. “Aquella frialdad (neutralidad) de sentimiento que cabe exigir del analista se justifica porque crea para ambas partes las condiciones más ventajosas: para el médico, el muy deseable cuidado de su propia vida afectiva; para el enfermo, el máximo grado de socorro que hoy nos es posible prestarle.” (Freud, 1912, p.114). 

En el texto Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, III) (1915) Freud enfatiza que la cura tiene que ser efectuada en abstinencia que no sólo es referente a la privación corporal  y de todo aquello que se apetece, sino que menciona el siguiente principio: “hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados. Es que uno no podría ofrecer otra cosa que subrogados, puestos que la enferma, a consecuencia de su estado y mientras no hayan sido levantadas sus represiones, será incapaz de lograr una efectiva satisfacción.” (Freud, 1915, p. 168).

A la incapacidad del analista de cumplir con la regla de abstinencia la historia del psicoanálisis se la adjudicó a la contratransferencia. Siendo ésta entendida como todas aquellas manifestaciones del inconsciente del analista que están relacionadas con las de sus analizantes 

¿Situación de uno o de dos? ¿Qué quiere el analizante de nosotros? ¿Qué queremos de ellos? ¿Queremos algo? ¿Deseamos algo? Dichas interrogantes me hacen pensar en el ágalma ese objeto oculto y preciado ¿pero qué es eso? ¿Qué fantasía se construye del analista? ¿Qué resguarda el analizante? ¿Y qué resguarda el analista? 

A continuación citaré un pasaje que a su vez Gloria Leff (2011) rescata de una antigua anécdota talmúdica. Mencionaré brevemente que Leff es una psicoanalista contemporánea y miembro de la École lacanienne de psychanalyse, actualmente practica el psicoanálisis en nuestro país y es autora de los libros Juntos en la Chimenea y Freud atormentado.

Existe una antigua anécdota talmúdica:

“Después de hacer su tesis doctoral en lógica socrática y graduarse con todos los honores, un doctor en filosofía se presentó un día ante un rabino y le pidió que le explicara los pormenores del razonamiento talmúdico. 

-Voy a ponerle una prueba para ver si tiene el espíritu adecuado para introducirse en los estudios judaicos. Le voy a plantear unas preguntas de lógica, ya que esta es su especialidad, respondió el rabino. 

El doctor en filosofía está listo.

El rabino muestra dos dedos: 

-Dos hombres bajan por una chimenea. Uno de ellos sale limpio, el otro sucio. ¿Quién va a lavarse la cara? 

-¿Esta es la prueba de lógica? Pregunta el doctor en filosofía, a punto de soltar una sonora carcajada. 

-Por supuesto, le responde el rabino imperturbable. 

-¡Ah! Pues, el que sale sucio es quien va a lavarse. 

-Falso, dice el rabino. El que sale limpio es quien va a lavarse. Es pura lógica simple: el que sale sucio ve al otro limpio y piensa que él también está limpio, y entonces no va a lavarse. El que sale limpio ve al otro sucio y piensa que él también está sucio, y entonces el que sale limpio va a lavarse la cara. 

-Está clarísimo, concluye el doctor en filosofía. Pasamos a la siguiente prueba. 

 El rabino le muestra nuevamente dos dedos:

-Dos hombres bajan por una chimenea. Uno de ellos sale limpio, el otro sucio. ¿Quién va a lavarse la cara? 

-Me acaba de dar la respuesta, Rabino, el que sale limpio es quien va a lavarse la cara. 

-Falso. Los dos se lavan. Es lógico: el que sale limpio ve al otro sucio, piensa que él también está sucio, y entonces va a lavarse; pero el que sale sucio ve al que sale limpio ir a lavarse y concluye que, si va a lavarse, es porque lo ve sucio a él, y también va a lavarse. Entonces los dos se lavan la cara. 

-La verdad, no reflexioné de esa manera, dice muy serio el doctor en filosofía. Póngame otra prueba, ahora si he comprendido bien el método. 

El rabino le muestra sus dos dedos: 

-Dos hombres bajan por una chimenea. Uno de ellos sale limpio, el otro sucio. ¿Quién va a lavarse la cara? 

-Los dos, ¡acabamos de llegar a esta conclusión!

-¡Falso! Ninguno de los dos se lava la cara. Es lógico: el que sale sucio ve al que sale limpio y piensa que él también está limpio y entonces no se lava. El que sale limpio ve que el que sale sucio no se lava, piensa que, si no lo hace, es porque a él lo ve limpio y tampoco se lava. Entonces, ninguno de los dos se lava la cara. 

El doctor en filosofía está absolutamente descorazonado. 

-A pesar de todo, estoy seguro de haber comprendido. Permítame pasar la última prueba.

El rabino levanta los dos dedos fatídicos: 

-Dos hombres bajan por una chimenea. Uno de ellos sale limpio, el otro sucio. ¿Quién va a lavarse la cara?

-Ninguno de los dos se lava, responde el doctor en filosofía, con una voz que apenas puede oírse. 

-Falso. ¿Comprende ahora las limitaciones de la lógica socrática para resolver los problemas talmúdicos? La respuesta es que es una pregunta tonta: ¿cómo podrían dos hombres bajar por la misma chimenea y uno de ellos salir sucio y el otro limpio?”

Lo mismo sucede en la chimenea del proceso analítico, analista y analizante salen tiznados (¿del mismo hollín?) debido al proceso de deshollinar, la diferencia y lo que es importante reflexionar es qué haremos como analistas frente a la transferencia, inevitable, surgida con los analizandos. Incluso más allá de qué se hará con dicha transferencia y el deseo del analista la apuesta puede estar en ser responsables de las acciones que tomemos frente al fenómeno, estar lo más conscientes que se pueda respecto a dichas decisiones, sabiendo que la ética está en juego y que dichas decisiones pueden perturbar al analizante y ya no se diga el trabajo analítico. Hasta aquí concluyo que circunstancias como las sucedidas con el Dr. Cueli son de suma importancia para repensar y reflexionar dado que en casi todo momento estamos frente al fenómeno transferencial. No es novedoso enterarnos de actos similares, hay procesos en los que se pervierte de formas más “sutiles” o “menos dañinas” sin embargo, como ya se mencionó, los motivos se deben reflexionar y estudiar, haciendo uso de los dos soporte restantes de la trípode, el análisis propio y los espacios de supervisión. Cada quién deberá hacerse cargo de su propia limpieza o… asumir todo lo que implica salir con la cara sucia.

Bibliografía

  • Freud, S. (2007). Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I). En J.L.Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 12, pp.169). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1913)
  • Freud. S. (2007). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica, III). En J.L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol.12, pp. 167). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1914)
  • Freud, S. (2007). Dos artículos de enciclopedia: Psicoanálisis, y Teoría de la libido. En J.L. Etcheverry (traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 18, pp. 243). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1923/1922)
  • Leff, G. (2011). Juntos en la chimenea la contratransferencia, las “Mujeres Analistas” y Lacan. México, D.F: Epeele. 
  • Freud, S. & Zweig, S. La invisible lucha por el alma”Epistolario completo 1908-1939. Argentina. Miño y Dávila Editores.
  • Roudinesco, E. (2016). Freud en su tiempo y en el nuestro. México. Debate.
  • Roudinesco, E. & Plon, M. (1997).  Diccionario de psicoanálisis. Argentina. Paidós.
  • Onfray, M. (2011). Freud: El crepúsculo de un ídolo. México. Taurus.