Por: Irvin Camacho
Cuando un paciente llega a nuestro consultorio debido a un malestar que lo aqueja y que no puede resolver con sus propios recursos y comienza a describirlo, surge la necesidad de dilucidar la génesis de los padecimientos del paciente que se alcanzan a colegir a partir de su relato inicial. Ésta es de las primeras sensaciones que sentimos como analistas ante este encuentro inicial con nuestros pacientes, y ciertamente esto está determinado por nuestra formación y el cuerpo teórico en el que se basa.
Uno de los términos con más relevancia clínica que existe en este repertorio teórico, es el de “psicogénesis”. Este término hace hace alusión a dos procesos: el primero, a la formación del aparato psíquico, y, el segundo, al origen de fenómenos psíquicos patológicos. Los intentos de entender la psicogénesis giran en torno a la premisa de que lo que ocurre en la mente en el presente está influenciado o incluso determinado por eventos y procesos que ocurrieron en el pasado, esto es, el determinismo psíquico. En la clínica, y dentro del contexto teórico de la psicogénesis, los fenómenos mentales que pueden parecer aleatorios o inexplicables, pueden ser entendidos al seguir la cadena de causas dentro de la relación en secuencia de eventos psíquicos que surgen de la compleja interacción entre fuerzas conscientes e inconscientes. Es el método psicoanalítico el que establece las condiciones dentro de las cuales se vuelve posible conocer las vicisitudes, la sucesión de acontecimientos favorables y adversos en torno a los conflictos infantiles y cómo estos se manifiestan en la situación de vida actual de un sujeto, esto a través de la situación analítica, específicamente, en la transferencia (Moore y Fine, 1990). Entonces, podemos decir que de la labor de hallar el origen de los fenómenos psíquicos, se pueden derivar cuatro características:

  1. La influencia de eventos pasados en el presente psíquico del sujeto,
  2. una secuencia causal de eventos resultado de la interacción de las fuerzas conscientes e inconscientes,
  3. interacciones que se componen principalmente de conflictos infantiles, y
  4. la naturaleza de estos conflictos se puede colegir a través de la historia de vida y la situación transferencial.

Las características anteriores las podemos encontrar en el trabajo de Freud, “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” (1920), donde demuestra cómo es posible comprender el origen y desarrollo de los procesos mentales de un paciente, labor en la que afirma que, respecto a la homosexualidad, “se pudo reconocer la historia de su génesis psíquica casi sin lagunas y con plena certeza”. Curiosamente, Freud aclara que el caso fue de corta duración y que ni siquiera se le puede llamar tratamiento, sino solamente exploración psicoanalítica. El caso trata sobre una joven bella e inteligente de 18 años quien provoca disgusto a sus padres por su interés hacia personas de su mismo sexo, en especial una mujer diez años mayor que ella a quien persigue con pasión, aunque ésta no le corresponde su interés. Como es de imaginarse, la solicitud de tratamiento provino de los padres y no de la paciente. Específicamente provino del padre, quien abiertamente expresaba su molestia y disgusto por el interés de su hija hacia las mujeres. Aunque se lo prohibían y trataban de vigilarla, la paciente aprovechaba toda ocasión para estar en compañía de esa mujer, además de espiarla a lo largo del día y esperarla por varias horas en la entrada de su casa. Seis meses antes de que sus padres acudieran al médico, la paciente intentó suicidarse en las vías del tren inmediatamente después de que su padre la vio en compañía de dicha mujer y le lanzo una mirada de desaprobación, mirada de la cual la amada de la paciente se percató y ante lo cual, le dijo que ese momento que ya no la quería ver y que debía terminar su fascinación por ella, después de lo cual la paciente se abalanzó a las vías del tren, de lo cual resultó herida pero sin lesiones permanentes.
Su padre era un hombre serio, imponía respeto, algo distanciado de sus hijos pero, en esencia, cariñoso con ellos, sin embargo, desaprobaba enérgicamente las inclinaciones homosexuales de su hija. Su madre era una mujer de aspecto joven que no renunciaba al goce de cautivar a los hombres con sus atributos físicos. Parecía disfrutar de la confianza que su hija le tenía como confidente de su amor y fascinación por la dama, sin embargo, era una madre que trataba de forma no equitativa a sus tres hijos, siendo estricta con su hija, la única mujer, en contraste con el mayor y el más pequeño de tres años. Su infancia transcurrió sin mayores dificultades, mostró un Edipo femenino normal y sustituyó al padre con el hermano mayor. A los catorce años, mostró una fascinación tierna por un niño de tres años, pero al poco tiempo, este niño le comenzó a ser indiferente y, en su lugar, desarrolló su interés por mujeres maduras. Todo esto coincidió con el tercer y último embarazo de su madre.
El análisis permitió entender que la dama amada de la paciente era un sustituto de su madre. Además, Freud afirma que a través de un sueño de la paciente, el cual no incluyó en el trabajo, se pudo saber que el aspecto físico y carácter duro de la dama le eran representación de su hermano mayor, por lo que en esta dama se concentraba la satisfacción del deseo de las dos orientaciones. La búsqueda de este sustituto materno estaba justificada en tanto que la juvenil madre consideraba a su floreciente hija como una competidora, a partir de lo cual la trató de manera injusta con relación a sus hermanos, la restringía y vigilaba con celo para que se alejara de su padre. Sin embargo, un hecho drástico en el curso de las relaciones objetales de la muchacha fue el embarazo de su madre, pues al encontrarse en la pubertad, el conflicto edípico se estaba reviviendo; sus deseos de ser madre eran evidentes en su fascinación por el pequeño. Estos deseos fueron seguidos por una desilusión cuando fue su madre la que recibió el hijo que ella inconscientemente deseaba de su padre. Esta desilusión, tanto a su padre como hacia su madre, favoreció que ubicara su libido en otro objeto, retirando su interés por los hombres, es decir, su papel femenino, y desplazando el cariño por su madre a un sustituto. Ante esta decepción inconsciente hacia su padre se erigió el deseo de venganza sobre la cual también se mantenía la homosexualidad de la muchacha, ya que era evidente la molestia que a éste le causaba y la paciente sabía que con eso podía ofender a su padre y vengarse de él.
El intento de suicidio pudo entenderse en un primer plano como resultado de la desesperación después de que la dama, ante la mirada del padre, le ordenó que la dejase y que nunca más le hablara. Sin embargo, el breve análisis le permitió a Freud concluir que tambié se trató de un cumplimiento de deseo; cuando la dama se dirigió a ella de manera firme para prohibirle que le hablara, la paciente identificó a la dama con su padre, quien le prohibía lo mismo, por lo tanto, la paciente ocupó el lugar de la madre, hacia la cual dirigía deseos de muerte por haberle arrebatado a su padre, a su hijo deseado y su cariño, lo que en ese momento desembocó en un arrebato que la llevó a arrojarse a las vías.
Hasta este punto, podemos cotejar las características expuestas sobre el concepto de psicogénesis, en este caso, de un síntoma, con la presentación de este caso que hace Freud. El síntoma, motivo de consulta, es la homosexualidad. Freud presenta datos del breve período de tratamiento que dan cuenta de la secuencia causal de eventos, esto es, una infancia relativamente normal pero que sentó las bases para que, en la pubertad y el resurgimiento del conflicto edípico, se abriera una brecha en la cual el embarazo de la madre y su competencia con la paciente, generaran unas condiciones de conflicto psíquico que desembocaron en la orientación sexual de la paciente. Este conflicto psíquico consistía en un odio hacia la madre por las frustraciones que ésta le confería en oposición al anhelo de amor que la paciente sentía hacia ella, como se espera de una hija hacia su madre. El compromiso formado de esta situación fue la búsqueda de un sustituto materno. Este conflicto es de naturaleza infantil, en tanto que se basa en la búsqueda edípica de una hija por su padre, deseo en la que la madre se presenta como un rival y a la que se dirige con ambivalencia. Esto deja clara la influencia de eventos pasados, esto es, los desafíos del desarrollo psicosexual, en el presente psíquico de la paciente, una homosexualidad que conjuga búsqueda de satisfacción libidinal y agresiva. Sin embargo, aún falta un elemento más de los tres ya mencionados dentro de las características de la indagación psicogenética del síntoma, y es el que se refiere al reconocimiento de este conflicto intrapsíquico en la transferencia.
Sobre dicho aspecto, Freud considera la relación que la muchacha tenía con su padre como un determinante en el trayecto y culminación del tratamiento analítico o, como él mismo rectifica, exploración analítica, por la breve duración de éste. Freud resalta la manera fría y estereotipada de la paciente para dirigirse a él. La describió como “una dama de mundo que es llevada por un museo y mira a través de un monóculo unos objetos que le son por completo indiferentes”, esto con referencia a sus interpretaciones. También describió la pesada sensación de que sus intervenciones no producían ningún cambio de ninguna magnitud en la paciente. Parecía que la paciente no había establecido transferencia alguna con él, sin embargo, no dejándose llevar por la apariencia, partió del hecho de que en todo caso, sin excepción, se establece una relación con el analista, la mayoría de las veces de naturaleza infantil, por lo que reconoció en la fría reserva de la paciente un elemento de la venganza dirigida hacia el padre. La paciente no le daba crédito a sus intervenciones y, por lo tanto, no había un motivador de cambio en ella. Freud interrumpió el tratamiento tan pronto identificó esta dinámica transferencial, en lo cual podríamos identificar una reacción contratransferencial de su parte, sin embargo, aquí el foco se encuentra en que se observa la cuarta característica de la indagación de la psicogénesis de un síntoma, como en este caso, al menos en cuanto al factor de la relación de la paciente con su padre como uno de los determinantes de su homosexualidad.
En el último capítulo de su trabajo, Freud (1920) hace una afirmación interesante para el tema de este trabajo:
“Durante todo el tiempo en que perseguimos el desarrollo desde su resultado final hacia atrás, se nos depara un entramado sin lagunas, y consideramos nuestra intelección acabadamente satisfactoria, y quizás exhaustiva. Pero si emprendemos el camino inverso, si partimos de las premisas descubiertas por el análisis y procuramos perseguirlas hasta el resultado, se nos disipa por completo la impresión de un encadenamiento necesario, que no pudiera determinarse de ningún otro modo.”
Es decir, Freud asegura que en la averiguación del origen de un proceso psíquico, el camino será más claro si se parte desde el desarrollo de los primeros años que si se lo hace desde la aparición del síntoma hacia los eventos que lo originaron, y este camino ha de tomarse teniendo en cuenta el conocimiento psicoanalítico en torno a los primeros meses de vida. Considero preciso, por lo tanto, hacer un breve recorrido a través de este conocimiento en torno a tres grandes momentos o grupos de factores en el desarrollo (Șandor, 2015).

  1. Dependencia e impotencia.

El sujeto recién nacido parte de un estado que podríamos considerar de funcionamiento vegetativo inconsciente, el cual es de breve duración pues termina cuando el hambre y su subsecuente gratificación generan los primeros momentos de consciencia. Al surgir nuevamente la tensión causada por hambre, el bebé acude por primera vez al mecanismo de la represión, una represión primaria dirigida a esta pulsión por comer que le genera malestar. Sin embargo, al aumentar la tensión, la represión resulta insuficiente y es entonces cuando se genera una representación onírica o alucinatoria del momento en que la pulsión fue gratificada. Esta excitación causada por las necesidades corporales, además del hambre, brinda la experiencia de gratificación erógena pero también de ansiedad, de miedo al propio cuerpo, esto es, al dolor que potencialmente generan las pulsiones. A la par, se desarrolla una piel psíquica, un filtro que mantiene a raya la excitación y el malestar que la acompaña. Todo esto constituye al yo arcaico. También es el contexto en el que se da un masoquismo erógeno, que consiste en el placer que halla el bebé por encontrarse en una situación dolora de impotencia ante sus pulsiones y cómo esto es seguido por una fascinante gratificación pasiva. Estos momentos a los que se enfrenta el recién nacido y cómo los supera determinan a futuro la calidad de la figurabilidad de sus sueños, la integración de sus pulsiones, la configuración psicofisiológica de su cuerpo, el destino de su pasividad y su masoquismo, es decir, si la sobrecompensa, si se entrega patológicamente a ellas, etc., la capacidad de filtrar estímulos, herencia de la barrera contra estímulos, el manejo de la impotencia y la dependencia en las relaciones personales y la capacidad para manejar la ansiedad.

  1. Narcisismo primario y contacto con la realidad.

En este momento, la experiencia está concentrada en el propio individuo. No hay una noción de realidad, de un mundo externo, ni de una diferenciación entre el yo y no-yo. Sensorialmente, el bebé percibe la interacción de su entorno con él, sin embargo, él es todo aquello, es decir, todos los elementos del self están fusionados y no cuenta con una membrana que lo separe del no-self. La ausencia de esta membrana permite una libre circulación entre el adentro y el afuera, de la proyección y la introyección. Es con base en esto sobre lo que se construirá la función de realidad, a partir del ejercicio que hace el bebé de proyectar a un no-yo los elementos desagradables de su self arcaico. En estos momentos también se da en el yo la sensación de la omnipotencia del movimiento y de los gestos, siendo a través de ellos que obtiene la satisfacción de sus pulsiones. El cómo atraviesa el sujeto estos sucesos configura su contacto con la realidad, la calidad de su narcisismo individual y la manera en que recurre a la escisión y los demás mecanismos asociados para el manejo de los conflictos psíquicos que influirá en el desarrollo del ello, yo y superyó.

  1. El cuerpo como base del psiquismo.

La zonas erógenas comienzan a tomar predominancia y toma lugar un conflicto psíquico entre la auto-conservación y el autoerotismo. La madre es reconocida como un objeto diferenciado del yo, lo que da lugar a fenómenos de erotización del tacto y una dinámica entre seducción y rechazo. Estos factores son relevantes en el posterior desarrollo y ejercicio de la sexualidad, se establecen los puntos de fijación y regresión, el grado de convergencia de los impulsos parciales hacia la genitalidad y la orientación sexual dominante.
Es a partir de estos conceptos sobre el desarrollo que Freud indica que se debe de partir en la reflexión sobre la psicogénesis de los síntomas del paciente. Como puede notarse, los momentos descritos anteriormente sirven de referencia para comprender el desarrollo de trastornos de personalidad y de carácter. ¿Qué pasa con los síntomas psicogénicos orgánicos? Signos como el temblor o las contracturas musculares se pueden entender como afecciones directas de la ansiedad, sin embargo, hay otros síntomas orgánicos que tienen un aire de misterio acerca de cómo se dio el salto de lo psíquico a lo orgánico. Una paciente mía que estudió una maestría en psicoanálisis me explicó cómo había llegado a gastar decenas de miles de pesos en consultas con el dentista debido a un dolor de dientes que ella afirmaba que se debía, según sus palabras, a una angustia a la que no había logrado ponerle nombre y que estaba somatizando en el dolor de dientes. Sin duda, para muchos es familiar la sensación de incertidumbre al escuchar la descripción de los malestares físicos de algunos de nuestros pacientes, considerar que a todas luces se trata de una expresión en el cuerpo de conflictos psíquicos, pero paralelamente mostrar para nosotros una sensación de escepticismo ante tal conclusión.
Saul (1937), en su trabajo “Una nota sobre la psicogénesis de síntomas orgánicos”, habla de dos síntomas orgánicos psicogénicos: los directos, como sonrojarse ante la vergüenza, y los indirectos. Como ejemplo de estos últimos, menciona el enfermar de gripa como efecto del acting por haber dormido sin ropa, esto para ilustrar como estos síntomas no se tratan necesariamente de conversiones. Saul describe el caso de un paciente, un hombre de 40, casado, distinguido por su inteligencia y con un aire y actitud de independencia y superioridad. El paciente se quejaba de un dolor de garganta por laringitis el cual era más intenso al despertar e iba diluyéndose a lo largo del día. El paciente reportaba tener sueños recurrentes con comer y también otros más agresivos, como armar y devorar un banquete con partes del cuerpo de una mujer. En una ocasión, su esposa notó que en veces respiraba por la boca, sin roncar, mientras dormía. El paciente lo asoció como un gesto de comer, de succionar, y que probablemente ocurría cuando tenía estos sueños. El autor menciona cómo, de no contar con el dato que proporcionó la mujer de su paciente sobre su respiración por la boca al dormir, era probable que muchos consideraran el dolor de garganta como una conversión del conflicto en torno a su sadismo oral, y no como un efecto indirecto de éste. Se analizó el contenido de estos sueños y comprendieron que la actitud de superioridad e independencia se trataba de una compensación de sus sentimientos de dependencia oral, a los cuales reaccionaba con enojo y agresión y que, secundariamente, el dolor de garganta servía a una tendencia masoquista para lidiar con la culpa de su agresión oral, así como entregarse a la gratificación pasiva al faltar a su trabajo al siguiente día por el dolor de garganta.
En este caso se pueden retomar los cuatro aspectos descritos en torno a la psicogénesis de los síntomas. Está presente la influencia de eventos pasados en el presente psíquico del paciente, lo cual se puede colegir apoyándonos en el conocimiento sobre los primeros años descritos anteriormente, esto es, en los primeros momentos del desarrollo en el que están en juego la dependencia, el masoquismo erógeno en torno a la pasividad, y el narcisismo. Esto marca también la secuencia causal de eventos, compuesta de conflictos infantiles, en este caso, el conflicto entre el placer de la dependencia y la herida narcisista que esto conlleva. El resultado de este conflicto se puede identificar en la transferencia con su analista, esto es, en su actitud de superioridad e independencia con la que se presentaba ante éste, en realidad, ante la angustia por la sensación de dependencia e impotencia que vivía en presencia de la figura del médico.
Volviendo a mi paciente que afirmaba que su dolor de dientes se debía a “una angustia sin nombre que recorría su cuerpo”, siguiendo la línea propuesta por Saul, le pregunté si su dentista le había dicho que tal vez apretaba o rechinaba los dientes. Mi paciente guardo silencio un momento y contestó que le dijo que debía de usar guardias en la noche porque estaba apretando los dientes en seguida le pregunté si la estaba usando y dijo que ya no regresó con la dentista después de esa consulta. Queda entonces trazado el trabajo a seguir con la paciente, tanto analizar por qué dejó de ir con la dentista como el origen de su angustia detrás de su bruxismo. En conclusión, con todo lo expuesto, se puede considerar al concepto de psicogénesis, aunque breve, como uno clínicamente valioso para trazar líneas de trabajo con nuestros pacientes y sus demandas conscientes de tratamiento, así como sus padecimientos actuales.
 
Bibliografía

  • MOORE, B. y FINE, B. (1990). “Psychoanalytic Terms and Concepts”.
  • FREUD, S. (1920). “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” en Obras completas XVIII, Buenos Aires: Amorrortu.
  • SANDOR, V. (2015). “Psychogenesis – Factors of the child’s psychic development”. Romanian Journal of Psychoanalysis.
  • SAUL, L.J. (1935). A Note on the Psychogenesis of Organic Symptoms. Psychoanal. Q., 4:476-483.

 
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