Compendio de posiciones y las posesiones de éstas
Autor: Eduardo Distel
Es imposible, en esta temporalidad psicoanalítica, no hablar sobre el mundo interno existente en cada uno. Este mundo, junto con los objetos que lo habitan, es un concepto que innegablemente se ha convertido en uno de los más importantes de la teoría psicoanalítica. Todas aquellas vicisitudes que acontecen en este cosmos se han ido trazando a través del paso del tiempo, tanto académico como intersubjetivo, que la investigación psicoanalítica ha transmitido; y tenemos a la escuela inglesa para agradecer dicho universo.
Psicoanalistas como Fairbairn, Klein y Guntrip comenzaron la expedición a este “nuevo mundo”, el cual, esperaba ser encontrado. Se tenía un mapa, mas nadie se había dado a la tarea de emprender el viaje. Ogden en su artículo A new reading of the origin of object relations theory (2005), presenta al creador de dicho plano, postulando que Freud, en su artículo Duelo y melancolía (1917), comenzó a trazar la ruta a dicho mundo por descubrir. Si bien Klein y compañía comenzaron la expedición, Bion y Meltzer, entre otros, comenzaron a habitar y edificar construcciones en este terreno. Bion mostró, entre varias ideas, la importancia del uso de la identificación proyectiva, no sólo como mecanismo defensivo primitivo, sino como un modelo de comunicación empático, mientras que Meltzer, en 1992, construyó un claustro, uno materno, forjado por compartimentos, cada uno con su respectiva función nutritiva, que al invadirse se convierten en su antítesis. Esos sólo son dos autores de una gama interminable de pensadores que se han aventurado a la creación de un atlas del mundo interno.
De este mundo interno hemos comprendido que, entre varios factores, funciona a través de posiciones, Klein nos ha delimitado dos de ellas: la posición esquizo-paranoide, y la posición depresiva. Mas no son las únicas existentes y el objetivo de esta faena es plantear un compendio de las posiciones y sus respectivas posesiones, entendiendo lo último como “(…) ansiedades, objetos y defensas típicas” (Bleger, 1997, p. 76). En este sentido, en un compendio posicional ¿dónde quedan las visiones de Ogden, Bleger, y Bollas?
Ogden y la posición autista–contigua
Comenzando con Ogden (1989), el autor nos remonta a tiempo pasados, tiempos de Freud, y la importancia que éste depositó al universo corpóreo del infante. Ogden toma dicha ruta para delimitar en dónde y qué posesión tendrá la posición que plantea: el cuerpo es la ubicación, las sensaciones, su dominio. Ogden, temporalmente, sitúa la posición autista–contigua en una era previa a las posiciones Kleinianas; en este sentido, la vida comienza, a los ojos de Ogden, en el cuerpo y las sensaciones de éste, definiendo: “La organización autista contigua está asociada con un especifico ordenamiento de la información sensorial1.” (Ogden, 1989. p. 49).
Si bien una parte de la posición es definida como autista, Ogden (1989) aclara que ésta no ha de ser relacionada con el espectro autista, más bien fue escogida por el designo de la posibilidad de una versión hipertrofiada de dicha posición, que, junto a sus respectivas defensas, llevan a dicho régimen patológico. El otro nombramiento, el contiguo, hace referencia, a decir de Ogden, a la frontera que se crea a través de las superficies que el infante va palpando a lo largo de dicha posición; fungiendo así como “(…) la antítesis necesaria ante la connotación de aislamiento y desconectividad llevada por la palabra autista.2” (Ogden, 1989. p. 50). Es de esta manera que Ogden comienza a esbozar la inexistencia interna de un objeto en este espacio temporal infantil. Bollas (1997) en su artículo “El objeto transformacional” explica lo siguiente “ (…) el objeto primero es <sabido> como una recurrente experiencia de existir, y no tanto porque se lo haya llevado a una representación de objeto: es más bien existencial, por oposición a uno representativo” (p. 30). En otras palabras, la importancia de la posición autista–contigua, recae en el sentir del vivir del bebé, un primer paso que encamina al infante al uso del objeto, escindido, presente en la posición esquizo–paranoide. Didier Anzieu en su libro “El yo piel” (2007) continúa con la idea propuesta expresando cómo el bebé, al ser estrechado por el cuerpo de la madre, va sintiendo “(…) [el] calor, olor y movimientos (…)”, de ésta, “acompañado generalmente de un baño de palabras y canturreos” (Anzieu, 2007. p. 47) que se van experimentando a través del primer órgano diferenciador, la piel: aquello que nos brinda nuestro perímetro corporal, nuestro espacio en el mundo externo. Es a través del contacto de la piel mediante la percepción sensorial, que Ogden define como “formas autistas3” (Ogden 1989. p. 36), que el infante irá creando, en el inicio de su vida, una visión del mundo; idiosincrática, sin dudas.
A mi parecer, más allá de la cuestión de la piel y sus superficies, se encuentra la importancia del lenguaje como delimitador físico. El bebé recibe de la madre dicho lenguaje, el cual, junto a las “formas autistas” delimitará la estructura del bebé en el momento en el que comience a llenar de significado su vivir. Esta envoltura lingüística del cuerpo demuestra su validez en su relación con la frase “es que no tienes tacto” que refiere a la manera en la que una persona llega a expresarse, ya que, al fin y al cabo, el tacto más allá de lo táctil, también es lenguaje.
En sí, la posición autista contigua, trata sobre cómo, la madre y su bebé, comenzarán a manejar y, en palabras de Ogden “curar y hacer soportable4” (p. 51) la percepción de la separación que es parte de la experiencia infantil temprana, a través de experiencias sensuales, de ese “holding” del que Winnicott nos habló. En el caso que dichas experiencias no puedan ser creadas a través del contacto y cariño materno, se dará como resultado espacios vacíos en la tela que cubre al “self emergente” (Ogden, 1989, citando a Stern, 1985. p. 51) conduciendo a una agonía del vivir, concibiendo así, el modelo patológico del autismo. En este sentido, se delimita que la angustia patognomónica de la posición autista contigua es la ruptura de la cohesión interna. El sentirse sin continente propio, junto con la angustia de desintegración, genera estados confusionales causados por la fragmentación mencionada. La defensa usada ante dicha angustia, es el intento de engomar trozos de la superficie del objeto a la superficie que falla de uno mismo. Ogden (1989) relaciona dicha actividad a la identificación adhesiva planteada por Meltzer en 1975.
 
Bleger y la posición Glischro–cárica
Dando un ligero viaje al pasado, nos encontramos con José Bleger, psicoanalista argentino que, en la década de los 60´s, publicó un libro llamado “Simbiosis y ambigüedad”, en dicho libro, Bleger, menciona “Por todo ello, he sugerido también la existencia muy precoz de una posición anterior a la esquizo–paranoide que he llamado Glischro–cárica (Glischros: viscoso; Karion: núcleo) (…)” (Bleger, 1997. p. 78).
Dichas posición colinda, en más de un aspecto, con el postulado de Ogden. Al igual que el modelo autista–contiguo, la posición Glischro–cárica, nos habla de un tiempo en donde no existe tal concepto como objeto, sino más bien existe la presencia de lo que Bleger denomina un “núcleo aglutinado.” (Bleger, 1997. p. 78). Es en núcleo aglutinado en el cual toda la información no diferenciada del mundo externo, lo que Ogden denomina la “percepción de la separación” se aglomera. Bleger menciona la existencia, durante el inicio de la vida, de una “(…) falta de delimitación y discriminación entre el yo y no–yo, entre lo interno y lo externo.” “Un remanente de esta primitiva formación aglutinada subsiste en todos y de su amplitud depende el déficit en la personificación, sentido de realidad, sentido de identidad, esquema corporal, procesos que van ligados entre sí.” (Bleger, 1997. p.77) Por lo tanto, al igual que Ogden expresará, aproximadamente, 20 años más tarde, Bleger menciona la inexistencia de un objeto como tal, sino, más bien, la predominación de las sensaciones corpóreas: “Predominan los sentidos más primitivos, especialmente las sensaciones kinestésicas y los datos de la sensibilidad profunda (sensaciones propioceptivas)” (Bleger, 1997. p. 78). Generando así, en el caso del “déficit en la personificación”, las angustias catastróficas y confusionales propias de dicha posición.
De tal manera es que, la posición Glischro–cárica, funge como modelo creador primitivo de objetos parciales, que, en un futuro, se encontrarán en la posición esquizo–paranoide. Estos objetos esquizo–paranoides surgen de la siguiente manera: “(…) por medio de una gradual discriminación en pequeños fragmentos del núcleo aglutinado que se logra con dos técnicas fundamentales: la diversificación de vínculos con otros objetos y la diversificación de contactos con el mismo objeto, dependiendo ambas cosas en gran medida del proceso de maduración.” (Bleger, 1997. p. 78).
A manera de cierre de la posición que Bleger postula, dicho autor presenta el siguiente esquema, señalando las características, o posesiones, de cada posición:

(Bleger, 1997. p. 81)
 
Klein y las posiciones: esquizo–paranoide y depresiva
Al paso de la posición autista–contigua o Glischro–cárica, dependiendo el autor que al gusto se acomode, la posición esquizo paranoide hace entrada; el núcleo aglutinado, en su mayor parte, ha dado lugar al ingreso de un objeto parcial; éste es escindido binariamente, al igual que el sí mismo, en aspectos “buenos” y “malos”. El primero investido de partes libidinales del sujeto, el último con partes agresivas y destructivas, las cuales conlleva el instinto de muerte. Este objeto parcial y escindido, en terminología Kleiniana, es conocido como pecho “bueno” o “malo”. La escisión es necesaria para el buen desarrollo psíquico del infante, ya que, de esta manera “permite al infante recibir y contener experiencias suficientemente buenas para brindar un núcleo central en dónde comenzar a integrar los aspectos contrastantes del objeto y los aspectos contrastantes del sí mismo.” “A través de esta posición es que el infante comienza a balancear los instintos de vida y muerte5” (Spillius, et al. 2011. p. 63). Al comenzar a integrar al objeto de amor, se comprende que éste no consta de dos partes diferenciadas en “buenas” y “malas” sino que éste constituye un entero. Aquella ansiedad que en su momento fue relacionada a los ataques retaliativos del pecho y a la angustia de muerte y deseo de sobrevivencia, dan lugar a la angustia dirigida al daño realizado al objeto total que fue, anteriormente, atacado en fantasía. En otras palabras, la angustia es conducida, ahora, a la sobrevivencia del objeto. Ante dichos ataques fantaseados por el sujeto y la culpa ligada a éstos, se busca reparar los daños creados, viviendo al objeto de forma completa, y de tal manera, a uno mismo.
 
Bollas y la posición de la integridad del objeto
Si para Klein la posición depresiva marca el final del compendio, Bollas, en su libro “Cracking up: The Work of Unconscious Experience” (1995) lo expande al incluir una posición posterior a la depresiva “Un periodo en la vida del infante en donde ella o él aprecian “la integridad” del objeto. Nombro esta era “la integridad del objeto6” (Bollas. 2008. p. 66). Una era en donde el juego proyectivo – introyectivo deja su funcionamiento en aras de comenzar a ver al objeto como una “cosa en sí misma” (Bollas. 2008. p. 66), un objeto que existe por sí mismo, no a través del mundo interno del sujeto, ni para el uso de éste. Bollas habla sobre la relación del objeto ideal con el ideal del amor, en su forma más pura.
Si bien el objeto, en su completa integración, será usado, el uso dado tiene el objetivo de convertirse en un evento transformacional generador de aquello que Bion llama vínculo K (knowledge), a diferencia del uso estructural de objeto como contendedor proyectivo del sujeto. El objeto integrado realiza diferentes funciones, al existir como “cosa en sí misma” el valor que se le entrega es de una existencia diferenciada de uno. “(…) El problema de este singular tipo de identificación” Bollas se refiere al uso de la identificación proyectiva “es que corre el riesgo de asumir que Hamlet existe porque nosotros lo hemos creado a través de nuestras proyecciones. Primero, Hamlet tiene que existir antes de que nosotros nos proyectemos en él” (Bollas, 2008. p 65). Bollas, seguramente se refiere en esta cita a lo que anteriormente Winnicott había mencionado “Es la paradoja y la aceptación de la paradoja: el bebé crea el objeto, pero éste ya estaba ahí, esperando que se lo crease y que se le lo denominara objeto catectizado” (Winnicott, 1991, p. 266). Si bien es cierto que la paradoja objetal Winnicottiana debe de existir para crear un desarrollo sano normal, y que el objeto de amor (madre) debe prestarse para ser “creado”, no quiere decir que debamos de entender que todo objeto debe ser catectizado a través de nuestra “original” creación. Siguiendo la postura de Bollas, al final del recorrido posicional, que, como su nombre aclara, podremos regresar e ir cambiando constantemente de posición, se deberá alcanzar una “era” en la cual podamos comprender la segunda parte del pensamiento paradójico Winnicottiano: “pero éste ya estaba ahí” el objeto siempre existió por él mismo.
Es de este modo que Bollas (2008) plantea que el modelo de identificación que lleva a vivir al objeto como uno totalmente integrado, separado del sujeto, es la “Identificación perceptiva7”, tomando el lugar de la identificación proyectiva que usa al objeto como existente a razón de las proyecciones depositadas.
 
El final del compendio
De este compendio, y tomando prestado el esquema que Bleger realizó, el final del trayecto toma, a manera de configuración esquemática, la siguiente tabla:

El recorrido tiene como finalidad la comprensión del desarrollo posicional que el sujeto experimenta a través de su existir, brindando así, una imagen parcialmente completa de los diferentes momentos en los que se habita el mundo interno. El no quedarnos sólo con dos posiciones convida una experiencia humana más nutritiva, que brindará una mayor comprensión del trabajo que, como psicoanalistas, realizamos cotidianamente en nuestro espacio intersubjetivo.

1 La traducción es mía.
2 La traducción es mía.
3 La traducción es mía
4 La traducción es mía.
5 La traducción es mía.
6 La traducción es mía.
7 La traducción es mía.

 
Bibliografía

  • Anzieu, D. (2007). El yo piel. España. Biblioteca nueva.
  • Bleger, J. (1997). Simbiosis y ambigüedad. Argentina. Paidós.
  • Bollas, C. (1995). Cracking up. The work of unconscious expereince. Londres. Routledge.
  • Bollas, C. (1997). La sombra del objeto: psicoanálisis de lo sabido no pensado. Argentina. Amorrortu.
  • Bollas, C. (2008). The Freudian moment. Londres. Karnac books.
  • Meltzer, D. (2008). The claustrum: an investigation of claustrophobic phenomena. Karnac, Londres. Kindle edition.
  • Ogden. T. (2008). This art of psychoanalysis: Dreaming Undreamt dreams and interrupted cries. New York. The new library of psychoanalysis.
  • Spillius, E; et al. (2011) The new dictionary of Kleinian thought. Londres. Routledge. Kindle edition.
  • Winnicott, D. (1991). Exploraciones psicoanalíticas I. Buenos aires: Paidós