Por Paola Hamui Amkie.

 

Antes que nada, quisiera agradecer al comité de comunidad y cultura Susy y Margot y a la sociedad psicoanalítica, por la oportunidad de estar aquí hoy con ustedes y de sacar al psicoanálisis fuera del consultorio; ya que, además de ser un método terapéutico, considero que a través del psicoanálisis logramos una mayor profundidad y entendimiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Así pues es un placer estar hoy con ustedes.

Sin duda lo que acabamos de ver dista de ser agradable, es más, supongo que les ha dejado una sensación amarga, bueno al menos conmigo fue así. Considero que el director Alverson logró aquello que  buscaba con su forma de hacer cine, que no seamos una audiencia entumida, que nos cuestionemos, que sintamos, pero no solo aquello que reconforta sino que sintamos aquello que duele y que no siempre es lindo, me parece que “La montaña” es una película que nos refleja el vacío, el sufrimiento, la indiferencia y la imposibilidad de vínculo en aquellos 1950, en relación a lo distinto, a lo que sale de la norma, y que por ello tendemos a llamar locura. La lobotomía en la película me parece que funciona como  una metáfora que aun en los 2020 continuamos ejerciendo, no solamente frente a la locura si no frente aquel que es distinto, que piensa, siente, viste, actúa, diferente a todos.

Me viene a la mente una escena de la cinta “The Wall” de Pink Floyd en la que se expresa como se trata de modelar a los alumnos buscando que sean todos iguales, en la montaña esto se hace a través de la monstruosidad de la lobotomía. (Hoy sabemos gracias a Freud que en lugar de acallar a aquel que sufre funciona mejor la cura a través de la palabra y sabemos que hay que ver más allá del síntoma). Vemos al doctor Freeman centrado únicamente en el síntoma, sin ver más allá de éste y observamos que Andy, quien se conecta afectivamente y ve al paciente como persona y no únicamente como enfermo, logra empatizar. 

La lobotomía en sus inicios representaba una opción “mejor “ frente a la camisa de fuerza o al menos eso prometía, tanto que en sus inicios en 1935 la lobotomía representaba para el mundo psiquiátrico lo más avanzado de la ciencia, incluso su inventor, el neurólogo portugués Egas Monitz ganó gracias a este “descubrimiento” el premio Nobel en 1949. Cabe mencionar que desde sus inicios los psicoanalistas se opusieron a este tratamiento.

La lobotomía se utilizaba en un principio con aquellos que sufrían de los dolores derivados del cáncer y se consideraba cura milagrosa para una variedad de enfermedades mentales. Desde la antigüedad se practicaba la trepanación, práctica que consistía en hacer un agujero en el cráneo para dejar salir los espíritus malvados. Pero en el siglo 20 la intención era curativa, se pensaba que los pacientes con enfermedades mentales sufrían de problemas en los circuitos del cerebro, por lo tanto, cortar las fibras conectivas del cerebro al meter una aguja (algunas veces parecida a un pica hielo) al cerebro y agitarla, proceso que duraba aproximadamente 5 minutos, representaba para estos doctores una cura. Sin embargo, en el momento que adquirió popularidad no había los suficientes datos ni estudios para determinar si funcionaba y cuáles eran los efectos secundarios, se veía como una cura milagrosa, quizás desesperada.

 Fue el doctor Walter Freeman (el que vemos en la película), quien llevó la lobotomía a Estados Unidos. Recorría el país en su lobotomobil como él lo llamaba y realizaba dicho procedimiento. La lobotomía se utilizaba para tratar la locura, pero como dice Foucault “¿quién define la locura?” en ese entonces eran lobotomizados aquellos que se consideraban anormales, entre ellos los depresivos, esquizofrénicos, homosexuales o que según los padres o el doctor presentaban “algo raro” (como Andy en la cinta).

Se sabe que el doctor Freeman realizó 2300 operaciones en 23 estados incluida Rosemary Kennedy quien presentaba cierto retraso mental y ansiedad y quien después de la lobotomía quedó incapacitada de por vida.

Freeman perdió su licencia en 1967 por la muerte de un paciente, la única comprobada, pero continuó realizando lobotomías hasta su muerte en 1972, aún cuando ya se sabían los terribles daños que ocasionaba.

La lobotomía en la cinta nos permite cuestionarnos sobre la locura y el poder.

La película nos presenta muy claramente el cuestionamiento de los límites del poder y las metodologías del disciplinamiento que Foucault estudia, en este caso tiene que ver con los manicomios, que, junto con las cárceles, los hospitales y los asilos de ancianos, son estructuras que nos llevan a redefinir los sistemas de poder instaurados y aceptados socialmente.

La lobotomía funciona como un disciplinamiento del cuerpo que sería parte de la microfísica del poder según Foucault. Poder y saber, ¿cómo actúa el saber para articular el poder?, en la cinta como en el mundo aquel poseedor del saber, de la verdad es quien decide, quien puede. Pero la realidad está construida de subjetividades por lo tanto no existe una verdad absoluta, el saber es lo que un grupo de gente comparte y que decide que es la verdad, la verdad define lo correcto y lo incorrecto, la bondad y la maldad, lo normal y lo patológico, a través de esta verdad el poder disciplinario controla la voluntad y el pensamiento en un proceso que él llama de normalización; normalizar implica enumerar y controlar a los individuos para que cumplan con su rol dentro del cuerpo social.

El discurso sobre la locura producido por psiquiatras psicólogos trabajadores sociales y de más expertos definen la locura como algo anormal, la locura es anormal y que los anormales sean excluidos no significa que no sean importantes. La sociedad actual se obsesiona con la normalidad, dando poder a aquellos “normales” sobre los que considera anormales que por lo regular son aquellos más indefensos. 

Alverson refleja a lo largo de toda la cinta ese sentimiento de soledad y vacío que le acompaña en la constante búsqueda de la madre, no sólo en el aspecto físico de querer encontrarla, (que pienso que es lo que lo lleva a acompañar al doctor en su recorrido por los psiquiátricos) si no en la parte afectiva la búsqueda de su mirada. Es Andy quien termina designado por el poder como el loco cuando es el único que a lo largo del filme parece conectarse afectivamente con el otro y ver más allá del síntoma, logra acariciar, empatizar y reconocer el dolor del otro, aquellos a quien el doctor objetiviza y somete para “normalizar”/ lobotomizar.

 La cinta es una fotografía del vacío, se observa en una escena que Andy toma una foto a dos sillas vacías mismas que al final ocupan él y el doctor, pero ¿el lugar del loco quién lo define? Frente a la muestra compasiva y desesperada de Andy al no continuar como cómplice pasivo, Walter es quien lo define, con unas sencillas preguntas, “¿Oyes voces?… ¿Tu crees que tus sueños son imaginarios o son reales?” pero observando desde afuera no es tan sencillo, bien sabemos que el mismo Walter pudiera estar en el lugar del loco (o el sanador francés y no su hija), aquí decidieron los más poderosos. Citando a René Descartes al referirnos al triunfo de la razón, “que es lo que nos induce al error sin confundir los sentidos, la información falaz que ésta nos da con nuestras propias imaginaciones e ilusiones, confundir el sueño con la realidad, que a veces sucede o dudar de que todo sea un sueño, una vana ilusión… si yo puedo dudar si yo puedo pensar, al menos yo existo, ya que no puedo dudar de que estoy dudando por lo tanto existo como un ser de razón” y esto es la derrota de la locura en su aspecto filosófico.

Michel Foucault habla sobre la historia de la locura y la divide en 3 épocas para lograr su comprensión: Edad media, renacimiento y época clásica.

En la edad media el loco era tratado con benevolencia y caridad, como cualquier pobre o miserable con el respeto de la caridad cristiana. 

En el renacimiento el loco no solamente es respetado si no que hay cierta admiración por su ingeniosa forma de pensar y de razonar diferente el mundo, por ejemplo: el Quijote. 

En la época clásica, el loco es encerrado, aislado en hospitales, el loco para Foucault es sinónimo de encerrados, enclaustrados recluidos, reprimidos, excluidos, segregados, hospitalizados apartados de la sociedad y silenciados, y la lobotomía en los años 30´s 50´s sirvió de herramienta para este fin. Los locos sufren de una discapacidad invisible, súper visible.

 Pero el término loco no solamente incluye a aquellos enfermos mentales, el término loco muchas veces abarca mucho más que la enfermedad mental, todo aquel que es considerado raro, diferente, se considera anormal y los anormales son los excluidos de los excluidos aquellos que no se pueden adaptar, aquellos que no entran dentro de la norma impuesta según la época y según la verdad dictada por aquellos que tienen el poder. En la cinta la normalidad es definida por el Dr. Walter, él es quien traza la línea, esa delgada y peligrosa línea entre la locura y la razón, decisión la cual afecta directamente a Andy, víctima de la lobotomía en respuesta a su subjetividad, en respuesta a su empatía.

Los manicomios proliferaron en la época moderna, Foucault lo llama el gran encierro, solamente en el siglo 18 uno de cada cien parisinos fue encerrado en manicomios.

Vivimos en una sociedad disciplinaria, que requiere del control del cuerpo del individuo, pero frente a lo expuesto en la cinta aún no estamos tan distantes quizá ya no encerremos al uno por ciento de la población en manicomios y sin duda la lobotomía hoy va contra los derechos humanos, pero ¿qué tanto aceptamos lo distinto? ¿qué tanto vemos lo subjetivo? Ahora frente a lo que se considera anormal dibujamos una separación más sutil, que tiene que ver con lo conceptual es una separación lingüística que se hace a través del diagnóstico, los que no se consideran normales tienen un DX psiquiátrico, que, aunque no se institucionalizan quedan igual separados y excluidos. 

La psiquiatra Laura Martin menciona que prefiere la palabra loco en lugar de enfermedad mental (aunque enfermedad mental parece más políticamente correcto) ya que frente a la enfermedad el ser humano es pasivo la enfermedad aqueja al cuerpo. La locura aqueja al alma/mente, conlleva cierta genialidad en el que la persona puede crear un modo distinto de estar en el mundo o no crearlo, se puede definir a la locura como una manera estar en el mundo, una manera de estar con uno mismo y con los demás, una manera imperfecta con sufrimiento y angustiante, pero es lo mejor que puede hacer la persona para sobrevivir.

Por lo tanto, hay que ayudar al paciente a generar un nuevo modo de estar en el mundo que no implique estar enloquecido, pero que sea suyo. Desdibujar el DX y mirar a la persona única que está detrás. Es importante que el profesional se adapte a lo que necesita el paciente y no a lo que el profesional cree que necesita. Ceder el saber la palabra a los que se supone que están locos. “Dejar que la locura esté fuera de la jaula”.

Finalmente, y para concluir: Foucault coincide con Nietzsche, “El hombre de la modernidad es un ser centrado en sí mismo, incapaz de grandes deseos dedicado a preservarse y a evitar el dolor”, yo añadiría que quizás al tratar de evitar el dolor en realidad, se genera mayor sufrimiento. Por esto debemos analizar muy bien los caminos que como sociedad elegimos para evitar el dolor.

 

Bibliografía y fuentes:

Foucault, M. (1967), “ Historia de la locura en la época clásica” Fondo de cultura económica, México.

Cetkovich, M. “La psiquiatría no es glamorosa” TED Mar del plata.

Martín López Andrade, L. “Psiquiatría, Locura y sociedad” TED, Valencia.