Título: Me llamo Nojoom, tengo 10 años y quiero el divorcio

Director: Khadija al-Salami

Año: 2015

Por Tany Levy

Cuando la cámara se convierte en arma

El título de la película lo dice casi todo… casi, porque al irnos adentrando en la película vamos acercándonos cada vez más al sufrimiento y al terror de esta pequeña, y descubrimos una realidad que no por lejana es menos dolorosa.

La película, producida y dirigida por Khadija Al Salami, primera mujer productora del cine yemení, retrata a una niña de 10 años -y a millones de niñas- obligada por sus padres a contraer matrimonio cuando aún jugaba con sus muñecas. Esta película autobiográfica ganó el premio del Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia.

“Mi cámara es mi arma para luchar contra las injusticias -sostiene la directora-. Nunca he olvidado lo que me pasó. Sé lo que sienten las niñas, la soledad, el trauma, el dolor físico y psíquico, Muchas no sobreviven a su noche de bodas y, si lo hacen, pueden morir al dar a luz. No están preparadas para tener sexo ni para ser madres”.

“Cada año 15 millones de niñas son obligadas a casarse, una cada dos segundos. “Si nadie hace nada, en 2020 habrá 140 millones de menores casadas”. “Cuantas más campañas se hagan, más gente tomará consciencia”

Ése es el contexto en que se inscribe esta película.

 

Reflexionemos sobre la realidad denunciada a partir de tres mujeres: Najoon, la protagonista; Khadija, la directora que fue mutilada de niña por su abuela: además de cortarle el clítoris cosió sus labios vaginales para que fueran abiertos por su futuro marido, quien le sería impuesto a los 11 años de edad. Después de su matrimonio temprano y tras un intento de suicidio, fue apoyada por su madre para obtener el divorcio, estudiar y emigrar a los Estados Unidos para realizarse como directora de cine y como mujer. La tercera mujer es Ayaan Hisri Alí, escritora y política de origen somalí que se rebeló y hoy lucha por los derechos de estas niñas cuyo sufrimiento es ignorado por el mundo.

Cuando una vive en un país en el que sale a la calle, viste a la moda y decide si quieren compartir su vida con alguien o no, resulta difícil entender la realidad de estas mujeres y no nos queda más que agradecer la valentía de Najoon, de Khadaji Al Salami, la fortaleza de miles de Khadajis y de miles de Najoons, de mujeres violadas que cargan con el deshonor de haber sido víctimas de este crimen.

Ayaan Hisri Alí es otra admirable mujer ex musulmana, que al igual que Najoon y Khadaji, huyó de su destino. Estudió en Holanda y llegó a formar parte del Parlamento holandés para después trasladarse a Estados Unidos e impartir clases en Harvard. Sostiene que el problema radica en “la legalidad” de las leyes del islam, lo que le ha valido amenazas de muerte todos los días desde hace muchos años. Inevitable contrastar la libertad de vivir en un país donde puede estudiar y expresar sus ideas con la imperante necesidad de desplazarse protegida con guardaespaldas y camionetas blindadas. Esta es la realidad que han logrado imponer los fundamentalistas islámicos al señalar como hereje a cualquier mujer que no siga sus reglas.

No existe ninguna incompatibilidad más evidente entre el islam y la modernidad que el papel subordinado que la ley de la Sharía le otorga a la mujer. Esa subordinación ha servido de justificación durante mucho tiempo para cometer una larga retahíla de abusos contra las mujeres en el mundo musulmán, tales como la tutela masculina, el matrimonio infantil y la violación dentro del matrimonio (Hisri, 2015).

Para la autora, estas creencias deben ser combatidas con ideas inteligentes y positivas, con una visión alternativa a través de películas, libros, conferencias, programas en las escuelas, etc.

Hisri Alí insiste en que el mundo occidental en lugar de callar, debe rechazar la idea de que sólo los musulmanes pueden hablar sobre el islam y de que todo examen crítico del islam es, en esencia, racista. Asevera que en lugar de modificar las tradiciones intelectuales occidentales para no ofender a los ciudadanos musulmanes, se debe defender a los disidentes musulmanes que arriesgan su vida para promover los derechos humanos que en occidente se dan por sentado: la igualdad para las mujeres, la tolerancia de todas las religiones y orientaciones, las libertades de pensamiento y expresión que tanto ha costado conseguir.

Declara que Occidente debería apoyar a las mujeres de Arabia Saudita que quieren conducir, a las egipcias que protestan contra las agresiones sexuales, a los homosexuales de Iraq, Irán y Paquistán, a los jóvenes musulmanes que no desean convertirse en mártires. Un simple ejemplo: en Egipto, las mujeres se enfrentan a un aumento constante del acoso sexual: un 99% de las mujeres denuncian haberse sentido acosadas sexualmente y en un único día pueden tener lugar hasta 80 agresiones. Resulta muy preocupante que la posición de las mujeres como ciudadanas de segunda clase se esté consolidando en la legislación de estos países.

Es claro que no todos los musulmanes son extremistas; la autora cita a Ed Husain quien calcula que de un total de 1600 millones de musulmanes -el 23% de la población mundial-, sólo el 3% entiende el islam en términos militantes, pero esos 48 millones de personas son suficientes para provocar la destrucción y muerte que se ha observado.

¿Cómo entender que estando millones de personas en desacuerdo con estas prácticas religiosas y sociales, un pequeño sector domine a poblaciones enteras?

Elisabeth Roudinesco, en su libro Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos, afirma que desde épocas remotas la perversión se ha relacionado con una especie de negativo de la libertad: aniquilación, deshumanización, odio, destrucción, dominio, crueldad, goce. La perversión, declara, constituye un fenómeno sexual, político, social, psíquico, estructural, existente en toda la sociedad.

Alude a los torturadores en Irak, que son los primeros en exhibir sus actos: se fotografían unos a otros y se ponen en escena para difundir las imágenes al mundo entero; lo mismo sucede con las bodas múltiples de hombres mayores con niñas de 9 y 10 años de edad. Parece que el objetivo es provocar al mundo.

Desde el punto de vista de nuestras instituciones jurídicas y de nuestros criterios morales, la normalidad que encubre estas prácticas es inquietante ya que crea las circunstancias que le permiten a este nuevo tipo de delincuente cometer actos malvados sin darse cuenta de ello.

“Para estos islamistas, la mujer en cuanto tal, es decir, en cuanto ser del deseo, constituye la figura misma de la perversión, más aún que el homosexual, que en su opinión se limita a disfrazar su masculinidad. Por eso, cuando ésta, huyendo de la servidumbre voluntaria, busca zafarse de la esclavitud que constituye su único destino, debe ser vapuleada, lastimada, torturada, lapidada, asesinada. Al encarnar la impureza radical, sólo puede elegir entre la ocultación de su cuerpo y la muerte de su identidad.” (Roudinesco, 2005: 234).

 

En Psicología de las masas y análisis del yo (1921), Freud plantea que el individuo, al entrar en la masa, queda sometido a condiciones que le permiten inhibir la represión de sus impulsos y expresar toda la maldad del alma humana.

“En la multitud, todo sentimiento y todo acto son contagiosos, y en grado tan alto que el individuo sacrifica muy fácilmente su interés personal al interés colectivo”. (p. 72).

 

A través de cuidadosas observaciones, se ha mostrado que las personas que se mantienen por un tiempo en una comunidad cerrada, al poco tiempo se hayan en un estado parecido a la fascinación en la que cae el hipnotizado. La personalidad consciente parece desaparecer por completo, la voluntad y el discernimiento quedan suprimidos. Pensamientos y sentimientos quedan sustraídos al hipnotizador.

Lo mismo sucede con las sectas y los clanes: el individuo queda bajo la influencia de la sugestión y un impulso irresistible lo lleva a ejecutar actos que no llevaría a cabo si estuviera solo, debido a que la fascinación se potencializa con la masa, es la sugestión sumada de todos y cada uno de sus integrantes.

Los principales rasgos del individuo integrante de la masa son: la desaparición de la personalidad consciente, la desaparición de los pensamientos e ideas propios y la tendencia a llevar a cabo las ideas sugeridas.

“Respeta la fuerza, y sólo en escasa medida se deja influir por las buenas maneras, que considera signo de debilidad. Lo que pide de sus héroes es fortaleza y aun violencia. Quiere ser dominada y sometida, y temer a sus amos. Totalmente conservadora en el fondo, siente profunda aversión hacia las novedades y progresos, y una veneración sin límites por la tradición”. (Freud, 75).

 

De acuerdo con el padre del psicoanálisis, en estos grupos las personas se vuelven acríticas, pierden la capacidad para distinguir entre lo verdadero y lo falso, y al mismo tiempo están conscientes de su gran fuerza, son tan intolerantes como obedientes ante la autoridad.

Para juzgar correctamente la moralidad de las masas es preciso tener en cuenta que, al convertirse los individuos en masa, desaparecen todas sus inhibiciones y son llamados a una libre satisfacción pulsional todos los instintos crueles, brutales, destructivos, que dormitan en el individuo como relictos del tiempo primordial. (Freud, p. 75).

 

Esto es visible en una escena de la película: en la noche de bodas, cuando el marido va a consumar el matrimonio. A pesar de que se sabe que está cometiendo un delito porque Najoon no ha tenido aún su menarca, no sólo nadie alza su voz ante la violación, sino que alzan el sonido de los tambores para acallar sus voces internas y no escuchar los gritos dolorosos de Najoon.

La protagonista es dada en matrimonio después de que su hermana es violada, lo que es vivido por el padre y por la familia como una deshonra y una vergüenza cuya repetición tiene que evitar. Por ello, da a Najoon en matrimonio antes de que sea violada y deshonrada como su hermana. Otra justificación del padre es que está escrito en el Corán que un hombre puede tomar por esposa a una niña, y que él debe seguir las reglas. Por otro lado, la familia pasa por una crisis económica y la dote que recibe por su hija alivia dicha situación.

Khadija Al Salami aboga porque el gobierno y la sociedad civil yemenita trabajen unidos frente a la situación de las niñas novias. Pide que se apruebe una ley que establezca la edad mínima para los matrimonios y se implemente con los respectivos castigos. Aliviar la pobreza, empoderar a las niñas por medio de la educación y responder a decretos religiosos vía campañas agresivas en los medios sobre los peligros del matrimonio infantil, puede salvar muchas vidas en Yemen, al igual que separar la Iglesia del Estado. Pero, siguiendo el pensamiento de Freud y de Roudinesco, esta sociedad no tomará consciencia hasta que las organizaciones internacionales encargadas de proteger los derechos humanos no actúen con dureza para prohibir ésta, y otras prácticas.

Ante esta tremenda realidad, surge de manera inevitable la pregunta: ¿de dónde sacan estas niñas-mujeres la fuerza, la energía y el valor para luchar arriesgando su vida, para enfrentarse a estas costumbres que las persiguen y amenazan con lapidarlas o quemarlas vivas? Si hubieran crecido con una estructura familiar sólida, cálida y respetuosa, sería más fácil explicarlo, pero en una sociedad donde las niñas son mutiladas para evitar que algún día las mujeres sientan placer, es menos comprensible. ¿De dónde sacan esa fortaleza e inteligencia emocional para luchar por ellas y por todas las mujeres musulmanas que viven estas vejaciones?

No tengo respuestas, sólo una profunda admiración por ellas.

 

 

Bibliografía

 

Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. Buenos Aires. Amorrourtu Editores.

Hirsi, A.A. (2015). Reformemos el islam. Barcelona. Galaxia Gutemberg, S.L.

Roudinesco, E. (2009). Nuestro lado oscuro. Una historia de las perversiones. Barcelona. Ed. Anagrama.

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