Película: 7:18

Dirección: Jorge Michel Grau

Año: 2016

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Por: Cristina Velasco

La película dirigida por Jorge Michel Grau rememora en una especie de metáfora, a través de los dos personajes y las voces presentes en el escenario de un edificio que se colapsó durante el terremoto, el derrumbe tanto físico como psicológico, el terror infinito, y el duelo que muchos de nosotros recordamos, ocurrido el 19 de septiembre de 1985.

Con una intensidad de 8.1 en la escala de Richter, y una duración de 90 segundos, se percibió en la Ciudad de México a las 7:19 , iniciándose lo que sería una tragedia sin precedentes en la historia de México y haciendo palidecer el temblor de 1957, en el que se cayó el ángel de la independencia.

La réplica más grande, con intensidad de 7.9, acaecida un día después, terminó de colapsar estructuras que se mantenían en un precario equilibrio, derruyendo estructuras ya derruidas, como lo visto en la escena de la réplica del temblor, en la que “el licenciado Pellicer”, personificado por Demián Bichir, queda prácticamente inmovilizado por las mismas.

Todos los que estuvimos directa o indirectamente implicados en el terremoto del 85, fuimos testigos del caos y el derrumbe de las estructuras no únicamente físicas sino psíquicas o psicológicas asociadas al mismo, al ver los edificios colapsados, al saber a muchos seres humanos bajo los escombros, al escuchar o presenciar reacciones diversas como la gente que caminaba sin rumbo, con la mirada perdida por las calles, en un estado de estupor y shock, desencadenado ante la imposibilidad de enfrentar y mucho menos digerir la magnitud de las pérdidas de seres queridos, la pérdida de todo lo que constituía parte de su identidad: sus familiares y amigos, su hogar y todos aquellos vínculos que sostenían emocionalmente su existencia.

Miguel de la Madrid, en su cuarto informe de Gobierno reportó 412 edificios derrumbados y 5728 afectados… se cree que hubo alrededor de 20,000 muertos, cifra incierta y con datos provenientes de fuentes extranjeras, pues la cifra oficial fue de 3192 muertos. Pero ni las cifras por si mismas, ni la palabra pueden expresar y aprehender la magnitud de la tragedia.

 

Es una película que tiene muchas aristas, entre ellas la denuncia a la corrupción y las diferencias enormes entre una clase social y la otra.

Desde una mirada psicoanalítica haremos una breve recapitulación de algunos aspectos relacionados a la situación traumática a la que alude esta trama. Situación de fin de mundo para muchos quienes, como los protagonistas de la película, se vieron enfrentados a la posibilidad de una muerte factible e inminente.

Freud, padre del psicoanálisis, quien sabemos construyó una teoría del aparato mental, consideraba el trauma psíquico como un aflujo de excitaciones excesivo que resulta intolerable para el psiquismo.

Es tan grande e inesperado que el psiquismo, incapaz de descargar o tramitar emocionalmente el hecho, tiene que poner en marcha mecanismos internos y externos para enfrentarlo. Situación traumática porque avasalla al aparato mental por su magnitud y por no estar preparado previamente para poder enfrentarlo. No existe un aviso previo. Cada persona irá atravesando las etapas de esta situación traumática sin salida aparente, de distintas maneras.

 

Un evento traumático como el que retrata la película va a incidir sobre un psiquismo que tiene, como un edificio, estructuras internas previas al acontecimiento. Estas estructuras psicológicas o del aparato mental pueden ser endebles y frágiles o estructuras más consolidadas que posibilitan a la persona enfrentar estos eventos con distintos mecanismos emocionales. Pudimos ver en la trama, por ejemplo, que Martín, escenificado por Héctor Bonilla, aparece como la figura más fuerte, conteniendo las ansiedades de los demás, y cómo su manera de enfrentar la situación tiene otras características que las del “licenciado”, personificado por Demián Bichir.

 

Estas situaciones suelen atravesar por ciertas fases, siendo la primera un estado de shock o de negación en el sentido afectivo. Sabemos lo que sucede, pero todavía no lo podemos digerir emocionalmente. Como cuando se nos muere un ser querido inesperadamente, que lo sabemos, pero no nos cae el veinte realmente hasta después.

Así, el “licenciado”, que ocupa la primera escena después del colapso del edificio, comienza abriendo el ojo, en un estado de estupor y desorientación… se escuchan gritos, ¿dónde está? … ¿qué sucedió? Percibe que sus piernas están atrapadas entre dos losas y no puede moverse, y se quita el cinturón para poder alcanzar una lámpara… entra en shock, su respiración se agita… intenta asimilar lo que sucede… el reloj está roto y marca las 7.19. Con la lámpara estudia el entorno, quiere ubicarse en tiempo, lugar y espacio… entonces ve el cuerpo de Martín, quien aparece en la misma postura en la que estaba sentado en su escritorio antes del temblor…

No es sino hasta que Martín despierta, se queja, llora y grita “auxilio” y cuando se empiezan a escuchar otras voces, y que el licenciado puede poner en palabras, en un intento de ir asumiendo esta terrible realidad: “esto es un accidente.”

Un accidente… Aún tendrán que ir asimilando la magnitud, poco a poco, a través de las voces de otros sobrevivientes cuya ubicación va dando el juicio de realidad, de que no únicamente se colapsó el lobby. La magnitud de lo que implica…

Magnitud que dispara la risa en el licenciado, risa defensiva que intenta momentáneamente negar el hecho terrorífico cuya dimensión ahora empieza a vislumbrar, pero que no puede triunfar ante un hecho tan contundente.

Ya hice la mención de que Martín aparece como la figura fuerte, contenedora, que da esperanza. “Usted tiene que aguantar, es el jefazo”… ¿será la figura fuerte, o será un intento de negar, a su vez, la fragilidad y vulnerabilidad a la que él mismo está expuesto?

Una voz dispara la histeria colectiva al hacer patente que otras voces ya no se oyen, que “a lo mejor ya se murieron”… La muerte como una posibilidad cada vez mayor entra en la escena … a lo largo de la trama veremos el ir y venir de los afectos, asumiendo y negando esta posibilidad, este hecho.

Lo vemos cuando el licenciado hace patente la esperanza o negación al expresar: “se va a llevar un tiempo para que terminen de excavar”. Pero esta ilusión es pasajera, pues una voz confirmará a través de un radio la magnitud de la tragedia narrada por Jacobo Zabludovsky…

Otro juicio de realidad contundente, otro paso en el intento de asimilar el hecho: “ Debió caerse todo… se nos cayó el edificio encima…” concluye el licenciado.

Una realidad tan pesada como las lozas que los atrapan…

“No es el fin del mundo”, dice Martín… Este comentario puede tener varias aristas en relación a su mundo interno. Podríamos pensar nuevamente que quiere contener y calmar al licenciado, o que su negación es aún más grande… pero si pensamos en aquello de lo que nos vamos a enterar después en relación a lo que seguiría a su pronta jubilación: la perspectiva de una vida carente de familia y vínculos afectivos, de un mundo vacío, sumido en una absoluta soledad, sin trabajo o proyectos de vida, sin posibilidades económicas… entonces pensamos que para Martín, el fin del mundo sería precisamente no morir, y que para él seguramente es preferible morir en esta situación a sobrevivir muerto en vida.

Y es aquí cuando, simbólicamente y aludiendo al inicio de la siguiente fase, la etapa depresiva propiamente dicha, que implica la tristeza y el duelo, el “licenciado” apaga la linterna y todo se vuelve obscuro. Martín reza, una voz de mujer tiene una visión delirante de que se abre un espacio de luz y los vienen a salvar y luego calla, … otra voz murmura una canción que se va apagando como las ilusiones de supervivencia. ¡Esa es la realidad!

Se caen las máscaras y formalismos: es aquí cuando Martín habla de su soledad, de lo que antes mencionamos. De hecho, en una escena simbólica que confirma lo anterior, Martín “pasa las pilas” al licenciado, “renunciando” a su posesión. Independientemente del hecho concreto de que la linterna la tenía el licenciado, las pilas simbolizan las ganas de vivir, de “ponerse las pilas”. Martín está renunciando a sus ganas de luchar. Él ya no tiene esperanzas. Metáfora de que los afectos empiezan a decaer, a visualizar la posibilidad de un final.

En ese vaivén de aceptar lo inminente y a su vez negarlo, Martín bebe su propia orina para prolongar la vida, pero el licenciado no puede… y esto va más allá del asco. Ya tampoco tiene esperanzas , no quiere beber el agua de la vida… su psiquismo se pone regresivo, en modo de alucinación, como una salida a enfrentar la posible muerte: Demián ve a su hija, al parecer su ser más querido del cual va a lamentar no haberse despedido esa mañana… y, así como “tiró las pilas” Martín, es en este momento en el que el licenciado pierde la linterna, la luz, al caer ésta lejos de la posibilidad de ser alcanzada… Otra metáfora!!

Vuelve a temblar fuerte… El licenciado queda preso entre dos lozas, mientras Martín ve la luz a través de los escombros. Mensaje metafórico en el que se muestra la vivencia simultánea tanto de la esperanza como de la derrota. Como con los enfermos terminales que pasan de asumir su realidad a negarla, en un intento de manejar su situación.

El licenciado se encuentra preso entre dos losas y podemos pensar que lo que sigue tiene que ver con querer lavar su conciencia ante la posible inminencia de la muerte.

Bichir comenta: “yo tengo la culpa de todo, yo los llamé a una junta”

Martín: “ nadie podía saber, es el temblor más cabrón”:” yo debería de saber que esto debería pasar…”

En este pasaje Grau nos enfrenta a una parte dolorosa del país en el que vivimos: la corrupción y la impunidad.

El licenciado habla de los materiales de tercera con los que fue construido el edificio, la tajada que le tocó, la justificación:” no sabía que iba a temblar así”… la sociopatía y voracidad retratada en este personaje. El narcisismo y la poca empatía que vemos en estos actos en los que el otro, los demás no importan. Para el licenciado, si no hubiese temblado así, entonces no hubiera importado. El estatus de las apariencias, y la confirmación de la parte narcisista en la que nada importa mas que el bienestar propio.

Si ya no hay esperanzas y no hay nada que perder, se puede dar rienda suelta al resentimiento, la impotencia y la rabia relacionadas con lo que acaba de expresarse.

Martín vocifera: “todos saben quién es usted.. por su culpa”..

Los insultos ocupan el espacio: “Chinga tu madre… la tuya… tú sentado toda la vida…” “puto, … pendejo”… se borran las barreras entre ambos, las máscaras de los convencionalismos..

Martín dice: “él va a ir a un hospital gringo… y yo…”

Damián intenta proyectar la culpa: “el culpable es mi suegro…” (silencio) yo no soy el peor (exculpándose), mi suegro es el peor de todos, y no se muere…”Aquí vemos la fantasía retaliatoria del ojo por ojo, sintiendo que lo que sucedió es un castigo, y que le debería de pasar al suegro y no a él.

 

Martín comienza a cantar “las penas que a mi me matan…son tantas que me atropellan… lo acompañan las voces de los otros atrapados”… La verdad es que no parece ser que las culpas del licenciado sean reales, sino que representan un aspecto persecutorio, tipo del ojo por ojo, relacionado a la vivencia de que lo que le pasó es un castigo. No se ve realmente reparación y disculpa, sino que termina proyectándola en el suegro.

Hay risas defensivas, se duermen… metáfora de la muerte, de no esperar nada… de resignación! Demián saca un puro y lo huele, y habla de los placeres de la vida… despidiéndose de la misma. Un último despertar a la vida, como se suele ver en los enfermos terminales antes de morir. Ya están resignados.

En esta parte es donde se enfoca la salida, el hueco de luz, y voces que preguntan si hay sobrevivientes. No tienen ya las energías para gritar, están exhaustos y derrotados. Agarran una piedra y la golpean junto a otra… pero ya nadie los escucha.

Empiezan a utilizar las máquinas para remover los escombros, , mismos que terminan colapsando el espacio y prensando a los dos protagonistas que finalmente mueren… mueren a pesar de sus títulos y diferencias socio económicas, a pesar de sus fortalezas psíquicas o sus debilidades…

Aquí se cierra el ciclo que nos lleva por las vivencias y los mecanismos que se desplegaron en los personajes alrededor de esta particular situación terrorífica que en el recuerdo y afortunadamente no en esas circunstancias, nos tocó vivir a muchos de nosotros.

Todos en esta vida tenemos o tendremos situaciones traumáticas o de duelo, que, dependiendo de nuestros recursos internos o psicológicos o tal vez con una terapia, tendremos más posibilidades de elaborarlas y salir adelante. Pero existen otros que no tienen salida o posibilidad de tramitación.

Y para quienes lo vivimos desde afuera, esta película revive sentimientos y sensaciones, abre en algunos heridas y duelos de pérdidas de seres queridos, de sus posesiones, de distinta magnitud.

La película no trata del shock post traumático, ni de cómo hay quienes nunca superan emocionalmente eventos de este tipo, y quedan atorados en el duelo, en una existencia marcada por la tristeza insuperable, por el dolor, la impotencia y la rabia.

 

Los últimos sábados de cada mes se lleva a cabo nuestra proyección Cine+Psicoanálisis SPM en el Cine Tonalá de la colonia Roma en la ciudad de México.

 

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