Por Alejandro Radchik
 
El complejo de Edipo es pilar de la  teoría psicoanalítica; desde que Freud  recurrió al mito de Edipo para explicar la neurisis infantil, describiendo el conflicto que implica que el hijo se enamore del progenitor del sexo opuesto y que desee eliminar al del mismo sexo, queda claro que la vida nos coloca en una situación sin salida, porque si realizamos el incesto deseado por el pequeño, no sería manejable para el aparato psíquico y si se lograra eliminar al padre del mismo sexo, quedaría el pequeño desamparado sin un modelo de identificación.
Si no se escenificara el drama de Edipo, y el consiguiente triángulo resultado de éste, ¿seguirían existiendo la telenovelas?
A medida que fue progresando  la teoría psicoanalítica, fue siendo tratado el tema del complejo de Edipo, hasta que Melanie Klein puso en claro el hecho del Edipo temprano, reconociendo que en la mente existe el conocimiento de la existencia de la pareja parental, y gracias al concepto del edipo temprano, se pueden explicar  las manifestaciones edípicas en las psicosis.
Wilfred Bion también se basó en el complejo de Edipo para la construcción de su teoria, habiendo recurrido a la propuesta de Klein de la existencia del instinto cognoscitivo, en realidad, un instinto básicamente humano, los seres humanos somos curiosos por naturaleza.
Es por ello que Bion postuló que el núcleo del mito de Edipo yace en el saber, es la Esfinge quien revela la causa de los males, y es el saber que Edipo cometió incesto con su madre y la noticia de que éste había matado a su padre, lo que lo llevó a arrancarse los ojos, símbolo de la castración, como bien apunta Freud.
Cuando del conflicto de Edipo se trata, si bien tendemos a fijar la vista en la psique del infante, hay que tomar en cuenta que los deseos edípicos también existen en los padres, estos también se enamoran de sus hijos del sexo opuesto, y generalmente ello se reactiva cuando tiene lugar la adolescencia de lo hijos, surgen los deseos incestuosos, que como medida de protección, se reprimen, o se manifiestan con comentarios como, “el pretendiente se va a robar a mi hija”, o qué decir del hecho que a menudo la relación con los suegros es áspera pues implica la situación triangular, “no merece a mi hija”, y así se recrea la competencia edípica, teniendo que competir con la pareja del hijo, y lidiando con la frustración que a nivel inconsciente implica el hecho de ser una competencia ya por facto perdida.
En la historia del fantasma de la ópera se plasman estas desdichas que el conflicto edípico  trae consigo,  a través de un anhelo de realizar un acercamiento irrealizable, prohibido, incestuoso.
Christine recibe clases de canto por parte de su maestro–padre, el Fantasma, quien tiene idealizada a su hija; no habrá cantante mejor que Christine.
El fantasma-padre no está dispuesto a ceder a su hija-Christine a ningún hombre; su posible pareja, Raúl,  representa el  papel de yerno, y a medida que crece Christine aumenta su necesidad de tener una pareja, más amenazado se siente.
Madame Giry, representa a la madre  de Christine, juega el rol de pareja del padre-fantasma, pues ella se encarga de mantener la cordura en esta lucha pasional.