Automutilación en la Adolescencia
Autor: Ma. Fernanda Ferráez
 
Cabalgando entre el pasaje al acto y la restitución delirante, el cuerpo-dolor no alcanza a ser síntoma, no retorna desde lo remprimido, no es una formación de compromiso efecto del inconsciente, sino que escribe en el mapa de la piel un borde cicatrical, una marca, un punto focal narcisizado, que le permite al sujeto recuperar la sensación de estar vivo, liberándolo de las representaciones angustiosas que estaban a punto de hacerlo enloquecer” (Agazzi, 2006)
A través de la historia de la humanidad, las marcas en la piel ya sean autoinfligidas o infligidas por otro, han adquirido diferentes significados y formas de interpretarse, por parte del sujeto y por parte de la sociedad. Sin embargo la constante es la expresión a través de la piel, que es nuestra primera herramienta de presentarnos ante el mundo físicamente. Freud (1905) afirma que la piel debe ser considerada como la zona erógena por excelencia, ya que en ella pueden tornarse un cúmulo de excitaciones placenteras. La piel reviste particular erogeneidad en el caso de los impulsos de crueldad y dolor, ambos constitutivos de la pulsión sexual.
La automutilación también conocida como autolesión es cualquier conducta realizada por el ser humano para lastimarse y/o dañarse con la intención de suicidarse. El abordaje psicodinámico y psiquiátrico de la conductas de automutilación como síntoma de diferentes patologías ha permitido un mejor entendimiento y tratamiento del paciente. El presente trabajo pretende hacer una revisión teórica sobre los diferentes postulados psicoanalíticos sobre las causas de automutilación enfatizando la aparición de éstos en la adolescencia.
En 1935, Menninger clasifica la automutilación dependiendo el tipo, y el contexto en el que se presente, tomando en cuenta que el síntoma opera debido a que la agresión dirigida hacia un objeto externo se vuelve hacia el yo y ésta a su vez es reforzada por medio del autocastigo. La clasificación propone los siguientes tipos de automutilación
1) neurótica, 2) religiosa, 3) ritos en la pubertad, 4) en pacientes psicóticos, 5) en presencia de padecimientos orgánicos, y 6) en personas normales. Al final la automutilación es el resultado del conflicto entre impulsos agresivos y destructivos provenientes del Superyó y la voluntad de vivir, teniendo como resultado la autodestrucción parcial de alguna parte del cuerpo, gratificando los impulsos agresivos anticipándose a las consecuencias de una destrucción total.
Actualmente existen diferentes teorías y postulados los cuales permiten un mejor acercamiento y entendimiento de la automutilación como un síntoma. Raine (1928) propone que el conflicto principal de los pacientes con estos síntomas proviene de tempranas relaciones de objeto simbióticas, en las que la piel tiene un significado mayor, por lo tanto las heridas en la piel permiten una diferenciación del objeto. La agresión es dirigida al cuerpo, como una forma de autocastigo ya sea por actos o pensamientos, también puede ser como por una identificación con el objeto agresivo, y por último como forma de sumisión y cumplimiento hacia un objeto hostil, expresado en posibles sufrimientos masoquistas sexuales.
En “Dimensiones Clínicas del Masoquismo” Kernberg (1988) propone como parte de la clasificación del masoquismo como patología, la Autodestrucción y Automutilación Primitiva, en la cual los pacientes descargan la agresión indiscriminadamente hacia el exterior o hacia el propio cuerpo; los pacientes con este tipo de patología se pueden dividir en tres grupos:
a)    El comportamiento del paciente es un constante esfuerzo inconsciente por reestablecer el control sobre el ambiente, tratando de que los objetos externos sientan culpa.
b)    Comportamiento de automutilación y/o tendencias suicidas crónicas, generalmente se presenta en pacientes con “narcisismo maligno” , lo cual se ve expresado en una falla en el control de impulsos, poca tolerancia frente a la ansiedad, y falla en los canales de sublimación. Usualmente estos pacientes tienen una organización límite de la personalidad, con desorden narcisista de la personalidad, los ataques de rabia y de autodestrucción se presentan cuando su grandiosidad patológica es cuestionada y ésta es experimentada como derrota y humillación traumática.
c)    El último grupo es aquel en el que el paciente presenta rasgos psicóticos que pueden simular los de un paciente con organización límite. Es común encontrar en la historia de estos pacientes diferentes intentos de suicidio caracterizados por un nivel de crueldad muy elevado.
 
En general los tres grupos de pacientes se caracterizan por tener una gran sentimiento de poder derivado de la destructividad, sentido de autonomía triunfante frente a la falta de necesidad de otros, muestran muchos esfuerzos por destruir cualquier muestra de amor y relación. Al mismo tiempo se encuentra una disminución gradual de la integración del Superyó, al igual que la participación de éste en la consolidación de la patología del masoquismo; por último un incremento de la severa agresión primitiva hacia los objetos y la primitivización de éstos como operaciones defensivas.
Kernberg (1988), describe diferentes escenarios que pudieran ocasionar la presencia de este tipo de patología: 1) la experiencia y vivencia de los objetos externos como omnipotentes y cruel; 2) sensación de que cualquier relación positiva, de amor y recíproca,  es frágil y puede ser destruida fácilmente incluso puede contener la potencialidad de ataques por un objeto cruel; 3) sensación de total sumisión frente al objeto como única condición de supervivencia; 4) una vez que la identificación con el objeto agresivo es adquirida, se obtiene un grandioso sentimiento de poder, pudiendo relacionarse con los objetos únicamente a través de la agresión.
En la adolescencia, se reeditan los diferentes conflictos no resueltos en la infancia, como la representación del cuerpo, sus funciones y la imagen corporal etc. Al mismo tiempo en este periodo los cambios en el funcionamiento mental hacen posible que la persona dirija la agresión hacia sí mismo en formas extremas como lo es la automutilación.
Mucho psicoanalistas hacen especial hincapié en que durante la adolescencia se debe adquirir madurez psíquica, a través del separación del vínculo con los objetos originales (Blós, 1962); (Frankl y Hellman, 1963); (Freud, 1958), generando un proceso natural de duelo, resultando en la posibilidad de catectizar nuevos objetos no incestuosos. De acuerdo con Friedman (1972) para que se puedan presentar conductas de automutilación, deben de existir fallas en el proceso antes mencionado, la separación del vínculo es vivida de manera insoportable teniendo como resultado la experiencia de un duelo con conductas similares a las presentes en la melancolía.
En los pacientes con conductas de automutilación, es común encontrar que la relación con la madre ha sido marcada por la ambivalencia, caracterizada por intensos sentimientos hostiles marcados por deseos de muerte, a la par de intensos sentimientos de amor. Por lo tanto la perdida vivida como abandono, es experimentada como la confirmación del deseo omnipotente de muerte, así como una amenaza al vínculo encargado de suministrar la energía libidinal esencial; ya que el objeto, la madre, ha sido retenida a través de introyección; por lo tanto los ataques al propio cuerpo son dirigidos a este objeto previamente introyectado.
Se ha observado que en lugar de buscar gratificación sexual a través de sus propios genitales en proceso de maduración por medio de la masturbación y las fantasías que la acompañan, los adolescentes con conductas de automutilación, son incapaces de controlar las fantasías masturbatorias ya que éstas generalmente están vinculadas  a la escena primaria, generando gran cantidad de displacer; por lo tanto el acto destructivo en sí es vivido en la fantasía inconsciente como la destrucción de los genitales, fuente de displacer; dando al adolescente la posibilidad de ejercer un rol pasivo y activo dentro de la fantasía.
El acto de automutilación, tiene componentes placenteros; ya que el acto de cortar la piel también representa una actividad autoerótica, que involucra tanto el intento de gratificación sexual a través de la masturbación, pero a la vez el castigo por el impulso de autoestimulación. El acto de automutilación es una acto de extrema desesperación en el que las defensas del paciente no pueden mantener el control de los impulsos sexuales ya agresivos; por lo tanto el paciente se vuelve el perpetrador y la víctima.
En base a la observación de pacientes con conductas de automutilación, Millers y Bashkin (1974) proponen una secuencia de eventos para que se pueda presentar un episodio: 1) frustración de necesidades específicas, que resultan en sentimientos de rechazo y total abandono al igual que de rabia incontrolable hacia el objeto; 2) despersonalización como respuesta a la rabia y terror frente al abandono; 3) automutilación como mecanismo de descarga; 4) hipomanía y restitución grandiosa.
El momento en el que el paciente se mutila, se presenta en un momento en el que el yo se encuentra alterado, de acuerdo con Pao (1969) es un momento en el que el sujeto pierde la interacción con el ambiente, para volverse autoerótico, sin relación alguna con objetos contemporáneos, entrando a un estado de regresión en el que el yo se desprende de cualquier autonomía rindiéndose frente a la acción dominada por impulsos sádicos y masoquistas.
Por lo tanto los adolescentes se cortan para:
a)    Alcanzar la separación, al mismo tiempo que luchan por adueñarse de su cuerpo y la tendencia regresiva a fusionarse con el objeto primario.
b)    Retirar el uso del lenguaje, dando lugar a la acción como pasaje al acto.
c)    Convertir al cuerpo en una vía primitiva, de expresión de dolor emocional.
 
Se podría decir que los pacientes que presentan conductas de automutilación crecen en un ambiente ambivalente, en el que el padre generalmente es ausente y la madre puede ser sobreprotectora, controladora, pero sobretodo inconstante en lo que refiere a la relación con su hijo. Los episodios de automutilación se presentan como un intento de eliminar las fantasías de la escena primaria como parte de la masturbación, como una manera de separarse de la madre; pero sobretodo cumplen una función de purificación que modula los estados de ansiedad, tensión sexual, e impulsos agresivos.
Por último es importante mencionar que el acto de cortarse es generalmente un pasaje al acto en el que el sujeto intenta solucionar la experiencia de abandono y la amenaza de aniquilación vivenciada cuando se experimenta una situación es vivida como avasalladora. “Seguir recurriendo a la actuación y no a la verbalización funciona en los jóvenes como reforzador de la idea de  transgresión a las normas, a su cuerpo y a la autoridad” (Hernández, 2010)
 
Bibliografía:

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