Altruismo:
Análisis de comportamientos frente al sismo “9/19”.

Por: Jessica Álvarez.

El terremoto ocurrido el 19 de septiembre del 2017 dejó diversos daños materiales irreparables, un gran número de víctimas mortales y una catástrofe que pasó a la historia de nuestro país.

Según David Myers (2006), una catástrofe es “un acontecimiento de tal gravedad y magnitud que normalmente causa muertos, heridos y daños materiales, y que no puede ser manejado con los procedimientos y recursos gubernamentales de rutina. Requiere una respuesta inmediata, coordinada y efectiva de múltiples organizaciones gubernamentales y del sector privado para satisfacer las necesidades humanas y acelerar la recuperación.” (Federal Emergency Management Agency, 1984; citado por Myers, 2006.)

La destrucción, los heridos y las muertes que se generan rebasan las posibilidades técnicas y humanas habituales de la localidad en la que ocurren, sea una aldea, una ciudad, una región o un país.

Algunos autores se refieren a un “segundo desastre” (Myers, 2006) aludiendo a la incompetencia de las organizaciones gubernamentales para lidiar con las tareas urgentes de asistencia y reconstrucción que impone un suceso de gran magnitud. Esto significa que los efectos destructivos del fenómeno pueden multiplicarse debido a la incapacidad de las instituciones para dar una respuesta adecuada a las necesidades del momento.

En respuesta a lo ocurrido, cientos de personas se dirigieron a los edificios colapsados para intentar retirar restos de escombros y rescatar personas. Ante el caos imperante en las calles y avenidas, grupos de ciclistas y motociclistas organizaron el traslado de alimentos, insumos médicos y herramientas desde los centros de acopio y casas de ciudadanos hacia los sitios donde se necesitaban.

La labor de estos voluntarios, consistió en remover escombros y buscar posibles víctimas atrapadas en edificios derrumbados de las diversas colonias y delegaciones afectadas. Así mismo, estudiantes de diversas universidades se conformaron en brigadas de apoyo, rescate, atención y acopio.

En general el número de ciudadanos deseosos de ayudar tras el terremoto fue tan grande que algunos centros de donación y albergues tuvieron que rechazar a muchos de ellos. La mayoría removían escombros, otros llegaban con decenas de sándwiches y tortas para alimentar. En el centro de acopio, sobraban las manos para apilar la ayuda. Muchos abrieron sus casas a quienes necesitaban un techo para pasar la noche o solo descansar por algunas horas.

Algunos de ellos, incluso, llegaron a poner su vida en riesgo, por lo que portaban en su antebrazo un número telefónico de contacto y su tipo de sangre por si algún accidente sucedía ya que laboraban cerca de inmuebles cuyo estado aún era peligroso.

A continuación, enlistaré algunas de las declaraciones de voluntarios y encabezados de periódicos tras el sismo que pude leer y que me llevó a la reflexión y realización del presente escrito.

  • La solidaridad de los mexicanos ya estaba de manifiesto minutos después del terremoto.
  • “Aquí vamos a seguir mientras sea necesario”. Ciudadanos dejan sus vidas para ser rescatistas.
  • Tras el terremoto que sembró desolación en México, una ola de solidaridad espontánea ha conmovido dentro y fuera del país.
  • “Te expones a muchas cosas, más en este tipo de situaciones. Tal vez puedes estar corriendo peligro tratando de ayudar, pero si ayudas vale la pena”.
  • “En algunos lugares ya hay mucha comida, tanta que se está echando a perder. Por favor ya no traigan más, es demasiado. Ahora lo que urge son palas, picos y material de curación”
  • “Van dos noches que no llego a mi casa porque hemos estado acá trabajando, ya estoy muy cansado pero no importa, todo sea por los damnificados y los afectados de gravedad”.
  •  

Al escuchar y observar por los distintos medios de comunicación dichas declaraciones y acciones, recordé algunos conceptos vertidos en el trabajo que presenté hace algunos meses titulado “Altruismo: Una mirada psicoanalítica” (Álvarez, J., 2017), en el cual planteaba algunas de las siguientes interrogantes: ¿En realidad las personas “altruistas”, ayudan sin beneficio propio? ¿Qué sucede a nivel psíquico en las personas que se ofrecen como voluntarias? ¿Se puede hablar de altruismo puro o hay otros componentes afectivos que también motivan o promueven estas conductas? Dichas interrogantes me volvieron a surgir tras analizar desde otro parámetro el altruismo ya que pude observarlo y vivirlo en una situación de tragedia y caos, en donde la ayuda no faltó y la solidaridad colectiva se hizo presente, a tal grado de que, en algunos casos, fue excesiva y desorganizada, despertando en algunos sentimientos de impotencia, rabia, frustración y desesperación.

Así mismo, me surgieron otras preguntas, ¿Qué sucedió en ciertos integrantes de la población que sin haber elaborado lo sucedido, acudieron a ayudar? ¿Por qué muchos de ellos, arriesgaron su vida sin conocer a los afectados? Y ¿Por qué algunos no dejaban de ayudar, a pesar de estar profundamente agotados o incluso necesitados? Más adelante citaré un caso que ilustrará más a detalle lo mencionado hasta ahora.

En este trabajo deseo compartir la reflexión que hice después haber investigado con anterioridad dicho fenómeno (altruismo) en relación a lo observado tras el sismo.

Es común encontrarnos con gente que afirma que los motivos de nuestras acciones son todos egoístas, que todo lo que hacemos, lo hacemos buscando nuestro propio beneficio, ya sea porque nos produce placer o porque buscamos cierta paz de conciencia. Si bien no es absoluta esta afirmación, estos comportamientos altruistas, algunos incluso heroicos, aparecen mezclados con otros de distinta índole, cuya motivación apunta directamente a obtener una ganancia ventajista aprovechándose de la situación. Un ejemplo de esto, fueron los representantes políticos que acudían a los centros de acopio a distribuir despensas; nunca olvidando tomarse una fotografía, la cual subían a sus redes sociales o páginas web para beneficiarse en su campaña electoral o promover su partido.

De igual manera pude observar en las redes sociales fotografías o videos expuestos por los ciudadanos que se encontraban ayudando, lo que, en algunos casos, posiblemente reflejaban necesidad de reconocimiento de su heroicidad y una actitud histriónica ante la situación. Cabe mencionar que lo refutable de dicha acción viene si la satisfacción es a costa del objeto, en donde el objeto es una excusa para que el sujeto obtenga beneficios propios.

Por otra parte, en el trabajo que escribí, antes mencionado, planteé una vertiente del altruismo con rasgos masoquistas, basándome en el artículo “Una forma de altruismo”de Ana Freud, en el cual ella afirma que, en el altruismo, tanto el altruista como el sustituto tienen la misma meta. El altruista obtiene placer vicario a través del sustituto y menciona “el masoquista renuncia en favor de otro a lo que él mismo desea pero le es conflictivo y se siente indigno de merecer.

Ejemplos típicos de la utilización de este mecanismo los encontramos en aquellos individuos que se privan resignadamente, en apariencia, de toda clase de placeres; pero que se desviven y luchan denodadamente para que quienes ellos eligieron puedan adquirirlos.

Esto me hace recordar a una paciente que recibí referida por parte de la línea telefónica de intervención en crisis de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM), la cual solicitó entrevistas de manera presencial debido a lo mal que se sentía. La paciente llegó con un agotamiento físico evidente y alarmante, mencionando que estaba bajando mucho de peso ya que no comía por falta de tiempo, no dormía debido a la angustia por otro posible sismo y por las largas jornadas de trabajo como voluntaria. Me explicó que llevaba alimento (desayuno, comida y cena) a 11 albergues de la ciudad de México y que cuando se le necesitaba, se quedaba a ayudar en la limpieza de los mismos.

En la segunda entrevista de intervención, la paciente reportó el gran cambio que había significado en su vida el terremoto, ya que antes del mismo, ella era una persona sumamente violenta con sus hijas y su esposo. Al intentar comprender el porqué de su compulsión a dar al otro de una manera desmedida e irracional, pude comprender que la acción que ella presentaba era una manera de autocastigo ante las conductas violentas y agresivas que ella misma reportó como propias antes del sismo, y/o como compensación benévola y generosa que los analistas denominamos “formación reactiva” para anteponer a su conducta agresiva, que ella describió así: “antes del terremoto yo era una persona sumamente violenta con mis hijas y mi esposo. Los golpeaba y les hablaba todo el tiempo con groserías”.

Al escuchar el material que la paciente refería, una pregunta me circulaba constantemente ¿qué es lo que la paciente iba buscar además de ofrecer?

Logré comprender que se trataba de un probable hostigamiento superyoico, escondido de grandeza y megalomanía (yo soy tanto que puedo con todo) pero que en realidad ella se buscó una especie de infierno para pagar la culpa inconsciente y se condenó a trabajo forzado, operando desde la omnipotencia que ofrece la parte psicótica de la personalidad.

Melanie Klein en “Amor, culpa y reparación” (1921-1945), plantea: “El sentimiento de omnipotencia es, lo primero y principal que caracteriza a la manía, y después, como lo señala Helene Deutsch (1933), la manía está basada en el mecanismo de la negación”. Éste se origina en aquella fase muy temprana en la que el yo no desarrollado se esfuerza por defenderse de la más abrumadora y profunda de sus ansiedades, o sea su temor a objetos imaginarios perseguidores, que en el caso del sismo, estaría ubicado en la Madre Tierra.

Con respecto a este mecanismo, me vino a la mente la historia de una persona que visitó algunos albergues desde el primer día de lo sucedido para brindar ayuda a quien lo necesitara y proporcionar víveres, a la misma que algunos días después del sismo le pregunté que cómo se encontraba su oficina, este contestó “No he ido, no tengo idea de si sigue en pie”. Me resultó sumamente interesante la respuesta que me dio ya que pude observar con claridad el fenómeno de negación, el cual, algunos de mis pacientes presentaron al no hablar en ninguna sesión algo relacionado con el sismo. En estos 2 ejemplos podemos observar que el mecanismo defensivo de negación ayuda al individuo a ignorar la realidad, rechazando tomar contacto con la parte de dicha realidad que le resulta indigerible, y que de reconocerla le obligaría a tener conciencia de sus emociones, lo cual, resulta amenazante para el equilibrio de su yo.

Otro mecanismo de defensa utilizado en esta situación de catástrofe que observé fue el de regresión, con el cual el sujeto opta como solución a su problema el volver a un estadio anterior del desarrollo psicosexual, en donde se sintió más cómodo, seguro y protegido. El sujeto con una libido “en regresión” huye de situaciones insoportables refugiándose en pensamientos, sentimientos y modos de conducta primitivos. Por ejemplo, un paciente me refirió no haber hecho otra cosa por varios días más que comer y dormir, mostrando en este material su conducta regresiva.

Otra línea para abordar la relación estaría en relacionar el altruismo con masoquismo y vincularlo con la llamada culpa del sobreviviente. El psicoanalista W. Niederland (1968) está convencido que la culpa está siempre presente en los sobrevivientes y se acompaña de temores conscientes o inconscientes de ser castigados por el hecho de haber sobrevivido. Plantea que algunos sobrevivientes no se pueden liberar de la culpa por haberse salvado, debido a que ello los llevaría inconscientemente a olvidarse de las víctimas. La culpa del sobreviviente aparece usualmente cuando la persona tuvo una relación estrecha con quien falleció. Sin embargo, también puede ocurrir con personas no tan cercanas. Hay diferentes distancias. Hay afectados directos (personas que quedaron en los escombros), los de primer nivel (familiares y amigos cercanos), los que se enteraron a través de otros (vecinos, por ejemplo); “Muchas personas tienen culpa de regresar a lo que coloquialmente llamamos normalidad. Hay gente molesta porque les piden regresar a su trabajo y ellos quieren seguir ayudando. Esto lo pude detectar al escuchar el descontento que la gente tenía de que algunos restaurantes dieron servicio incluso el mismo día, cobrando lo usual en el consumo de los clientes. O en las personas que brindaban ayuda desmedida; presentando tendencias masoquistas. No se detenían a elaborar lo que ellos mismos necesitaban.

Por otro lado, considero que también puede existir una relación entre altruismo y narcisismo. En el altruismo sano, la satisfacción de las necesidades narcisistas puede ser indirecta o por añadidura, como una consecuencia no buscada en primer término. En formas más primitivas y patológicas de altruismo, el individuo proyecta sus propios deseos en el objeto y lo usa como una prolongación narcisista de su self para satisfacer esos deseos, a menudo creyendo erróneamente que su motivación es puramente altruista, cuando probablemente ese altruismo contiene una satisfacción de tendencia narcisista. Un claro ejemplo de este planteamiento fue la manera en que algunos voluntarios llevaban decenas o incluso cientos de sándwiches o tortas a los albergues o centros de acopio aun cuando se les pedía ya no hacerlo debido a que la comida se estaba echando a perder. En este tipo de acciones, la gratificación narcisista de esta postura posiblemente era: “Yo estoy del lado de los que pueden dar y no estoy del lado de los necesitados”, por lo tanto, estoy del otro lado del mostrador”, mostrando con esta conducta que son personas que “necesitan ser necesitados”. Esto demostraba posibles actos de motivación y satisfacción narcisista con un componente maniaco que arrasaba con la realidad. Con esto no quiero desconocer totalmente el aspecto realmente altruista sino intento mostrar todos los componentes que una conducta de este tipo puede contener. Más abajo me referiré específicamente al denominado “altruismo generativo” que tiene un carácter más genuinamente altruista.

Después de haber planteado lo anterior, me parece relevante sumar a este escrito el artículo publicado en The Journal of the American Psychoanalytic Association, titulado “Altruismo Normal y Patológico”, en donde se proponen cinco categorías distintas de altruismo, las cuales dependen; en mi opinión, de la patología o carácter de cada individuo.

El primero, protoaltruismo, hace alusión a que es instintivo y tiene raíces biológicas, en las que se diluye la idea de renuncia a lo propio en aras del bien común para la supervivencia de la especie. En los humanos, el protoaltruismo incluye la crianza y protección tanto materna como paterna que, aunque sea con un fin altruista, se descarga una pulsión personal.

El altruismo generativo es la capacidad para experimentar placer no conflictivo en auspiciar el éxito y/o el placer de otro. Éste, lo podemos entender como altruismo “normal”. Con respecto a éste considero que, en efecto, existen personas cuya gratificación de ayudar se debe a la satisfacción de la misma por identificación con la necesidad del otro.

La tercera categoría mencionada es el altruismo conflictivo, este incluye el altruismo generativo que ha entrado en conflicto o el altruismo que se origina en un conflicto. Ambos subtipos tienen elementos sintomáticos. Sin embargo, tales comportamientos altruistas pueden tener un valor adaptativo significativo.

Una cuarta categoría es el pseudoaltruismo, el cual se origina en un conflicto y sirve como mecanismo defensivo que oculta elementos de sadomasoquismo y/o narcisismo. El pseudoaltruismo conlleva un esfuerzo para defenderse de un sentimiento profundo de agresión y de envidia, así como la necesidad, derivada de exigencias superyoicas, de sufrir y ser una víctima. En el pseudoaltruismo el “otro” es un objeto al servicio del sujeto. Retomo aquí, el ejemplo de las personas que llevaban alimento en exceso a los albergues.

La quinta categoría, altruismo psicótico, se aprecia en individuos cuyas creencias delirantes les llevan a dañarse o sacrificarse, a veces de manera extravagante, por el bienestar de otros. Se encuentra en personas estructuralmente psicóticos (Kernberg, 1975). Este altruismo promovido psicóticamente, puede también darse en personas que, sin ser psicóticos, tienen momentos con impulsos de esta naturaleza –lo que no es poco frecuente-. Se da en ciertas personas que frente a situaciones muy impactantes que lo desestructuran, entran a funcionar con predominio de la parte psicótica de la personalidad (Bion, 1957), cometen actos de altruismo sin sentido razonable como el caso de la paciente que llevaba alimento 3 veces al día a 11 albergues de la ciudad.

El objetivo de haber expuesto lo anterior, es poder reflejar mi postura de que cada individuo practicará el “altruismo”, según su funcionamiento psíquico previo.

Otra visión del fenómeno nos la explica el filósofo Thomas Nagel en el artículo “La posibilidad del altruismo”. Él dice: “No todo comportamiento es interesado, aunque existan comportamientos desinteresados que reciban un premio a posteriori. La clave distintiva del buen samaritano estriba en que su motivación consiste en que un acto mío beneficiará a alguien más (lo cual) puede motivarme solo porque quiero su bien, o quiero algo que conduce a ello”. Este autor también abordó la cuestión del altruismo desde el punto de vista de la racionalidad. Lo describe así: “mi argumento pretende demostrar que el altruismo depende de un completo reconocimiento de la realidad de otras personas. (…) El reconocimiento de la realidad de otros depende de una concepción de uno mismo, de la misma forma que el reconocimiento de la realidad del futuro depende de una concepción del presente, por ende, el reconocimiento de la realidad de la otra persona y la posibilidad de ponerte a ti mismo en su lugar, es esencial para el altruismo”. Considero que el principio del altruismo surge de la capacidad de verse a uno mismo simultáneamente como “yo” y como “alguien” a quién le pudo suceder la tragedia. Por lo tanto, la posibilidad del altruismo surge de que tenemos que presuponer al otro como individuo con intereses y necesidades y no que el sujeto utilice al objeto debido a una pulsión o necesidad propia.

Finalizo este trabajo con la conclusión de que; en mi opinión, existe la solidaridad sincera, que comienza y termina ahí, en eso. Esto se debe a una identificación con el otro y no para discriminar con la idea de “a mí no me pasó esta tragedia, te pasa a ti”, poniendo al otro del lado del perjudicado y posiblemente teniéndole lástima. Sino con una motivación consciente y lúcida de ayudar al otro, posiblemente teniendo como gratificación; por ejemplo, el cumplir con un principio ético.

Es decir, practicando un altruismo maduro y saludable, posiblemente utilizando mecanismos de desarrollo genital, en donde se permita la satisfacción sublimada de pulsiones tanto agresivas como sexuales y se cuente con la capacidad de experimentar placer libre de conflicto por contribuir al bienestar de otros.

 

Bibliografía:

  • Artículo: “Normal and pathological altruism” Publicado originalmente en Journal of the American Psychoanalytic Association, Vol. 49, No. 3, p. 933-959 (2001)Copyright del JAPA. Traducido y publicado con autorización del Journal of the American Psychoanalytic Association. Autor: Seelig, Beth; Rosof, Lisa S.
  • Álvarez, J. (2017). Altruismo: Una mirada psicoanalítica. México.
  • Bion, Wilfred.1957 “Volviendo a pensar”: (1) La diferenciación entre la parte psicótica y no psicótica de la personalidad. (2) Ataques al vínculo. Ed. Hormé. 2ª Ed. 1977
  • Bion, W. (1957). Differentiation between Psychotic and non Psychotic Personalities. International Journal of Psycho-Analysis, 38: 266-275. London: Heinemann. [Reprinted London: Karnac Books 1984].
  • Freud, A. (1949). El yo y los mecanismos de defensa. “Una forma de altruismo”. Buenos Aires: Paidós.
  • Galindo, E. (2010). Intervención de psicólogos de la UNAM Iztacala después de los sismos de 1985 en México. México: Amapsi.
  • Kernberg, O. (1975). Normal and pathological narcissism: Structural and clinical aspects. En Borderline Conditions and Pathological Narcissism. Nueva York: Aronson, pp. 315-342.
  • Myers, D. (2006). Disaster response and recovery: a handbook for mental health professionals. Monterey, California.
  • Nagel, T. (2004). La posibilidad del altruismo, trad. de Ariel Dil México: Fondo de Cultura Económica.
  • Niederland, E. G. (1968) “Clinical observations of the survivor syndrome” J. Psychoanal. Vol. XLIX, pp. 313-315
  • Niederland, E. G. (1981) “The Suvival sindrome”. J. Amer. Psychoanal. Assn. 29: 413-425. New York.

Imagen: ilustración “Viva México” de Víctor Solis
El contenido de los artículos publicados en este sitio son responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la postura de la Sociedad Psicoanalítica de México. Las imágenes se utilizan solamente de manera ilustrativa.