Algunas ideas acerca del Edipo Femenino y la castración.

Autor: Aliza Edelson

 

INTRODUCCIÓN:

Al pedirle a Virgina Woolf que diera una conferencia acerca de las mujeres y la novela nos dio una respuesta aparentemente sencilla, pero llena de significado. Al comienzo de esta plática nos explica: “El tema Las mujeres y la novela puede querer decir, y ustedes pueden querer que quiera decir, las mujeres  y lo que parecen; o si no las mujeres y las novelas que escriben; o tal vez las mujeres y las novelas que se escriben sobre ellas; o estas tres cosas inextricablemente mezcladas, y esto ultimo puede ser lo que ustedes quieren que estudie. Pero al disponerme a adoptar esta interpretación(…)  pronto advertí que tenía una desventaja fatal. Nunca podría llegar a una conclusión. Nunca podría cumplir lo que es, entiendo, el primer deber de un conferenciante: ofrecerles después de una hora de charla una pepita de verdad pura, que ustedes envolverían en las hojas de sus libretas y guardarían eternamente sobre el mármol de la chimenea. Sólo puedo ofrecerles una opinión sobre un tema menor: para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio; y esto, como ustedes verán deja sin resolver el magno problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela”.

Confieso que al empezar este trabajo, yo también tenía la intensión de aportar después de esta hora una pepita de verdad que resolviera, al menos en parte, el “magno problema de la naturaleza de la mujer”; pero inspirada en estas y otras ideas de la autora y de distintas posturas psicoanalíticas, no me queda más que ofrecerles mi opinión sobre un tema: Las mujeres y el complejo de Edipo. En palabras de la misma autora, “Cuando un tema es muy discutible- y cualquier tema donde interviene el sexo lo es- nadie puede esperar decir la verdad. Sólo es posible referir de qué modo uno ha llegado a una opinión”.

En el presente trabajo me propongo analizar, cuestionar y profundizar en algunos aspectos del Edipo Femenino (que tan sólo llamarlo así ya ha generado controversias). Específicamente se analizan conceptos como la castración en relación a lo femenino y también la carga ideológica que ha teñido la teoría psicoanalítica.

 

GENERALIDADES DEL COMPLEJO DE EDIPO:

Es posible estudiar el Edipo desde distintos puntos de vista: (Alizade, 2008)

  • Teórico o abstracto, es decir desde la antropología o la historia.
  • Clínico o vivencial, como uno de los organizadores principales de la personalidad, y la forma en la que es vivido por cada uno de nosotros. Esto es lo que conocemos como el Complejo de Edipo.

En el mito de Edipo Rey, Freud vio reflejados sus propios sentimientos de amor-odio hacia sus padres. Es a partir de ahí que logró teorizarlo, profundizarlo y ofrecerlo como explicación a cerca de el desarrollo psicosexual, la estructuración de la personalidad y la formación del superyo, entre otros. También tuvo la visión de reconocer en este mito no sólo sus propios afectos, sino que lo postuló como un proceso universal. En otras palabras adaptó un mito “para explicar un núcleo psíquico que produce efectos organizativos” (Alizade, 2008). Sin embargo, esto no es cosa sencilla y presenta distintos retos para cada uno de los sexos y también a nivel individual. Winnicott nos explica que “la índole de los padres, el lugar que ocupa el niño en el orden de los nacimientos y otros factores afectan y deforman el cuadro clásico que conocemos como Complejo de Edipo. También afecta y determina cómo se adapta un niño y una niña a su cuerpo y cómo reaccionan los padres a estos fenómenos” (Winnicott, 2011).

No cabe duda que el complejo de Edipo es uno de los conceptos principales en la teoría psicoanalítica, también reconocemos que es un momento clave del desarrollo y que encontramos diferencias muy significativas entre las psicodinamiasedípicas y peedípicas. En la clínica utilizamos esta distinción para analizar: (Laplanche, 2007)

  • La elección de objetos de amor.
  • La calidad de las relaciones objetales.
  • El acceso a la genitalidad.
  • El efecto del Edipo en la estructuración de la personalidad – Superyo.

 

El problema aparece cuando se ha intentado explicar qué ocurre con el complejo de Edipo en la mujer, cundo pretendemos aplicar esta teoría a nada más y nada menos que el 50% de la población. Es bien sabido que Freud intentó distintas soluciones al respecto: comenzó equiparando el desarrollo de la sexualidad del hombre con el de la mujer (mutatis mutandis), rechazando el concepto de Complejo de Elektra (Laplanche, 2007). Posteriormente explicó cómo es que los hombres y las mujeres somos distintos en nuestra relación con la castración, llegando a la conclusión que las mujeres desarrollamos un Superyo menos eficiente y más superficial. Finalmente, terminó reconociendo su dificultad para responder a la pregunta “¿Qué desean las mujeres?” y optó por delegar este problema a los poetas. Por supuesto, no faltaron los psicoanalistas, hombres y mujeres, que han intentado resolver esta cuestión ya sea continuando y complementando las ideas de Freud, u ofreciendo explicaciones alternativas y distintas.

Las dificultades principales para teorizar el desarrollo del Edipo en la mujer son las siguientes:

  • ¿Qué la motiva a renunciar al incesto?
  • ¿Cómo se relaciona con la castración?
  • ¿Cómo reacciona al percibir las diferencias anatómicas?
  • ¿Cuándo y de qué forma declina el Complejo de Edipo?

 

Por otra parte, existe cierto consenso dentro de la teoría psicoanalítica en cuanto qué elementos comparte la resolución del complejo de Edipo tanto en los hombres como en las mujeres:

  • Es un organizador de la personalidad.
  • Tiene como “heredero” al Superyo.+
  • Capacidad de renunciar, carácter triádico, “tercero excluido”.
  • Elección de objeto de amor y figura de identificación.
  • Cristalización de la identidad de género.
  • Se reedita y sus retos se terminan de elaborar en la adolescencia, no en la etapa fálica.
  • “El complejo decanta en una forma metapsicológica llamada Superyo(…) se desprenden de transgresión/prohibición/culpa como elementos estructurantes” (Alizade, 2008).

Sin embargo, no ha sido del todo fácil teorizar y describir cómo se desarrolla el Edipo femenino. No debemos olvidar que, después de todo, la historia de Edipo está basada en un modelo masculino, con un protagonista y un “autor” (Freud)*  también masculinos. Alizade nos recuerda que, desde el punto de vista clínico “las consecuencias de no matar a padre” (renunciar) son para el nombre y que los integrantes de la horda primitiva también lo eran. V. Woolf también señala esto cuando dice “No podía coger un mapa y decir que Colón había descubierto América y que Colón era una mujer o tomar una manzana y decir que Newton había descubierto las leyes de la gravitación y que Newton ere una mujer (…)”.

También hay que tomar en cuenta que en un principio, esta teoría se basó en conceptos incompletos a cerca de la sexualidad femenina y su desarrollo. (Holtzman y Kulish, 2003). Según éstas y otros autores, “la historia de Edipo no se aplica adecuada o exactamente a la situación triangular de las mujeres”. Freud mismo lo acepta en 1924 cuando dice “Pero en general hemos de confesar que nuestro conocimiento de estos procesos evolutivos en la niña es harto insatisfactorio e incompleto”.

Incluso se ha llegado a afirmar que el desarrollo psicosexual de las mujeres es más complicado que en los hombres, que su Edipo pasa por más obstáculos. Pero más bien, parece que lo difícil ha sido describirlo, teorizarlo, separarlo de lo masculino, no definirlo por lo que no es sino por lo que sí tiene. Alizade cita a R.Z. de Goldstein que nos dice “Ha sido un prejuicio muy arraigado en el psicoanálisis considerar oscuro y complicado el desarrollo psicosexual de la niña”, la autora asegura que esto tuvo como consecuencia que “se ideologizó lo femenino en psicoanálisis”.

 

FEMINISMO MAL ENTENDIDO:

El feminismo “mal entendido”, es decir, el feminismo en su facción más extremista, es una corriente que bien podríamos interpretar como fálica de igualdad en todos sentidos, e inclusive de competencia y devaluación de todo lo masculino. La postura de este trabajo y de muchos psicoanalista es todo lo contrario: es intentar describir lo femenino des de lo que es, intentando sustraerse de comparaciones y competencias, de descalificaciones y pugnas. En otras palabras, “Sería una pena que las mujeres escribieran como los hombres, o vivieran como los hombres, o parecieran hombres, porque si apenas dan abasto dos sexos, considerando la amplitud y variedad del mundo ¿cómo nos manejaríamos con uno sólo?” (Woolf, 1984). No olvidemos que desde que Freud intentó homologar los procesos masculinos y femeninos al inicio de su teoría, nos encontramos en un problema teórico del que aún no logramos salir.

Y es que en más de una ocasión se ha caído en discusiones de “quién es mejor”, de para quién es más fácil o más difícil tal o cual reto del desarrollo. Por ejemplo, en cuanto al proceso de individuación separación: El hombre tiene el reto de separarse de la madre, de definirse como “no niño”, “no mujer” para ser uno (Castañeda, 2002); por su parte la niña tiene que tomar distancia de la madre, pero al mismo tiempo identificarse con ella. ¿Cómo medir qué es más complejo o más sencillo? Y también vale la pena preguntarnos ¿Vale la pena buscar esta respuesta en caso de que fuera posible encontrarla?.

Igual como el ocurre a las Humanidades frente a las ciencias exactas, caemos en la trampa de intentar medir cuantitativamente el universo de lo femenino, es decir, medirlo en términos masculinos. Como nos dice Virginia Woolf: “No hay medidas de una yarda, prolijamente divididas en fracciones de una pulgada que determinen las condiciones de una buena madre o el cariño de una hija, o la fidelidad de una hermana o la capacidad de una ama de llaves”. Alizade también opina que “los órganos y funciones femeninas se sustraen de lo medible”.

Uno de los retos más importantes de la fase edípica es la de renunciar: Renunciar a la madre o al padre como objeto de amor, pero también elegir una identidad de género y por lo tanto despedirse de la bisexualidad y de los beneficios o privilegios del sexo opuesto. Como sabemos, renunciar no es cosa fácil para el ser humano y no lo hacemos sin ambivalencias y sin obstáculos. Sin embargo, me parece interesante cómo la teoría psicoanalítica describe cómo es esta renuncia para cada uno de los sexos*

Hombres: Se ha puesto mucho énfasis en la necesidad que tienen de rechazar todo lo femenino para afianzar su identidad y lograr la separación (Castañeda, 2002. Diamond, 2004). Varios teóricos han explicado este rechazo a lo femenino como una forma de encubrir la envidia a la feminidad/maternidad. (Winnicott, 2011. Castañeda, 2002).

Mujeres: La teoría más clásica describe la renuncia de la niña como un proceso triste y lleno de rabia en el cual se aleja de la madre por haberla “hecho castrada”, la consciencia de la diferencia de los sexos es descrita como una herida narcisista. Se han creado conceptos como el Complejo de Castración y la Envidia del Pene para describir la resistencia de la niña a aceptar su anatomía.

Por cuestiones de espacio y tiempo, para los fines de este trabajo no se pueden discutir estas ideas a profundidad. Basta decir que la teoría psicoanalítica ha avanzado en este sentido y se ha cuestionado la universalidad de esta forma de sentir de hombres y mujeres (Diamond, 2004. Fogel, 1998). Nuevos autores se cuestionan si estas dinámicas nos pertenecen a todos o son más bien resultado de procesos patológicos o desarrollos complicados. Por ejemplo, la necesidad de separarse violentamente de la madre para adquirir una identidad en el caso de los hombres (Diamond, 2004); o la rabia hacia la madre y la envidia a lo masculino en el caso de las mujeres (ahora más bien atribuido a la Histeria).

 

LAS MUJERES Y LA CASTRACION:

Freud en algún momento de la teoría (1924-1925)  afirmó que “para la niña falta todo motivo para el aniquilamiento del complejo de Edipo” y que por lo tanto “este es insatisfactorio e incompleto”. Me parece que vale la pena preguntarnos cómo es que llegó a esta solución: ¿Es la conclusión lógica basada en la premisa de la castración? (No pene, no angustia, no renuncia, no Superyo). ¿Obtuvo datos clínicos de sus pacientes histéricas que lo confirmaban? ¿Es una consecuencia de la época en la que le tocó vivir? ¿Una combinación de todas las anteriores? Como se mencionó (y afortunadamente), muy pronto varios y varias psicoanalistas intentaron responder estas preguntas y hasta el día de hoy se siguen presentado nuevas formas de aproximarse al Edipo Femenino.

Uno de los elementos principales que se ha retomado y que han permitido estos avances es el de la Castración, entendido de forma muy sintetizada como el temor al castigo físico por haber deseado a uno de los padres, como advertencia ante el tabú del incesto. La angustia de daño es aquello que motiva al individuo a renunciar y permite el “sepultamiento del Complejo de Edipo”. Para analizar este concepto es necesario preguntarnos si es verdad que “anatomía es destino”. Fogel nos recuerda que “tenemos visiones nuevas y a veces radicalmente distintas acerca de las mujeres(…) y nuevos conocimientos a cerca de cómo se construye el género y la identidad, y de cómo se desarrolla la estructura psíquica”.

Por una parte, las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres son evidentes e innegables, también es ampliamente reconocido en la teoría psicoanalítica que el reconocer y asumir estas diferencias es un punto importante dentro del desarrollo psíquico. Winnicott , al hablar de las semejanzas y diferencias entre hombres y mujeres nos dice que la diferencia de los sexos es un detalle específico que nos diferencia: “La cualidad del órgano masculino de ser obvio en contraste con la cualidad del órgano femenino de estar oculto”. Alizade también menciona esto cuando explica que el hombre “tiene un órgano que libidinizar, que investir narcisisticamente”, visible y tangible; por su parte la mujer “carece de éste y esto tiene sus efectos”. Estos efectos son, por una parte, no poder controlar y conocer (con la experiencia) sus órganos “pero facilita la difusión del erotismo en todo su cuerpo”.

Tampoco se trata de discutir qué pesa más, si la anatomía o la cultura. Hoy en día sabemos que otorgamos simbolismo a nuestra anatomía. Ésta es “el primer ejemplo de realidad física que es imposible de alterar o negar, fijada y estática desde el nacimiento, pero que es psicológicamente significativa”. La mente por su parte es dinámica, bisexual y simbólica, “capaz de evolución continua, de cambiar a través del diálogo (…) y la reconstrucción”.Lo que pesa no es la anatomía en sí misma, sino la “experiencia de nuestro propio cuerpo”, nuestra anatomía “es el mejor contenedor para la mente humana(Fogel, 1998). En otras palabras, la anatomía no basta para predecir el destino que tomará el desarrollo de la personalidad, sino toda la construcción que sobre ese cuerpo se hace; en palabras de Simone de Beauvoir “no se nace mujer, se llega a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana”

De la misma forma que hombres y mujeres simbolizamos y otorgamos carga libidinal a nuestro cuerpo de forma distinta*, el género al que pertenecemos determina la forma en la que percibimos y experimentamos la castración (la amenaza de, la angustia de). La castración es un perfecto ejemplo del simbolismo y la metáfora que atribuimos a nuestro cuerpo. Al hablar de la castración masculina, Fogel nos dice que “La complejidad narrativa y la profundidad metafórica agrandan nuestro concepto de masculinidad fálica y por lo tanto de qué es lo que puede ser atacado o frustrado”. Y sucede lo mismo con respecto a lo femenino; es necesario pensar, analizar y teorizar cómo se construye la sexualidad femenina para comprender qué es aquello que puede ser atacado o castrado en la mujer. Este autor también nos recuerda que tanto la identidad de género como aquello que tememos perder es algo que evoluciona a lo largo del desarrollo.

 

Winnicott afirmó que, aunque “la envidia del pene es un hecho real, (…) en la genitalidad plena la niña alcanza la igualdad”. Él atribuye este logro del desarrollo a la capacidad de ser madre y agrega que las mujeres “tienen pechos y reglas y todos los misterios le pertenecen”.  Pero también afirma que tanto en hombres como mujeres existe una “envidia al sexo opuesto”, y que todos enfrentamos el hecho de haber sido alguna vez dependientes de una mujer, y que para lograr la madurez plena de la personalidad, debemos “hallar el modo de convertir el odio que este hecho les inspira en una especie de gratitud”.

M. Alizade, por su parte,  propone alejarse un poco de la teoría clásica y ofrece una explicación de cómo es el sepultamiento del complejo de Edipo en la mujer. Explica que en muchas mujeres esto sucede espontáneamente, pero en muchos lo que se observa es una falsa resolución del complejo a través de la patología y la represión. En su opinión, el énfasis en la envidia del pene “obturó las investigaciones” y dice que “el alcance de tamaña tesis” obstaculizó el avance de la teoría.

Propone describir a la mujer a partir de lo que sí tiene, entre otras cosas un a“enorme riqueza fluidifical, (…) potencialidad gestante, ciclos y ritmos”. Todo esto que sí tiene la mujer “genera complejidades”, tiene consecuencias psíquicas, biológicas, sociales, crea “mitologías propias”. Propone que, desde el punto de vista del desarrollo, para las mujeres existen dos tiempos: El primero fálico y el segundo de orden no fálico, femenino. En el primer tiempo a la mujer le toca aceptar la falta, la castración y sufrir la herida narcisista de “no tener”; en el segundo tiempo pasa del deseo de “tener” al de “ser” una mujer. Para esta autora no hay una amenaza de castración propiamente dicha que detone el final del Edipo en la mujer, sino que es una consecuencia del desarrollo y la maduración, “es un movimiento pacífico”.

Este es un ejemplo de los distintos esfuerzos por describir el desarrollo de la identidad de género femenina. Sin embargo, me parece que de alguna forma cae en la misma postura que critica, como el describir primero desde lo masculino y pone el énfasis en el aceptar la falta.

Otros teóricos han explicado que todos, tanto hombres como mujeres reaccionamos de forma similar ante el Edipo y la angustia de castración: Reconocemos la situación triádica, nos reconocemos como el tercero excluido, rivalizamos con el padre del sexo opuesto y percibimos que, de no acatar las reglas y la prohibición del incesto, sufriremos un daño corporal. Desde este punto de vista la castración es entendida como el temor a perder la función por los deseos incestuosos, pero percibimos esta amenaza por la ley del “ojo por ojo”. El castigo es recibido por aquella parte del cuerpo con que realiza “el delito”: En los hombres es el falo, en las mujeres se trata de un daño interno. Como se explicaba anteriormente, de la misma forma en la que desarrollamos la identidad de género y la relación con nuestro cuerpo, es la manera en la que se expresará la angustia de castración durante el Complejo de Edipo. El temor fantaseado de un posible daño o pérdida de una parte valiosa del cuerpo es lo que motiva tanto el desarrollo del Complejo de Edipo como su final. La castración fálica como la conocemos, es una representación simbólica de todo este proceso. (Fogel, 1998).

Tanto hombres como mujeres pasamos por “aspiraciones y temores fálicos” a lo largo del desarrollo, y existen infinitas combinaciones únicas en la forma en la que estos se expresan dependiendo la etapa del desarrollo, las circunstancias, las fantasías, las diferentes partes del cuerpo involucradas, y un largo etcétera (Fogel, 2008). Sin embargo, la literatura psicoanalítica actual ha observado que en las mujeres adultas se observan “fortalezas y vulnerabilidades que son edípico-genitales (…) y triádicas, pero que son distintas y complementarias a lo que generalmente llamamos ‘fálicas’ o ‘fálico-edípicas’”, en otras palabras, en la clínica encontramos elementos que son claramente edípicos, pero que no son “fálicos” estrictamente hablando (desde el punto de vista masculino). Estos estudios muestran que las mujeres desarrollamos nuestra “identidad corporal” con base en una “experiencia de interioridad”. Esta interioridad es lo que, según estos autores, permite a las mujeres tener un desarrollo psicosexual  “completo”, alcanzar la genitalidad, la identidad, la individuación y la capacidad de tener relaciones objetales integradas y totales (Fogel, 2008).

 

A MANERA DE CONCLUSIÓN:

Desde Freud, existe la “tradición” dentro del psicoanálisis de analizar distintos mitos para describir procesos psíquicos (como el caso de Edipo). Se han buscado distintos mitos para intentar describir el proceso por el que pasa la mujer para desarrollar una estructura “preedípica”, pero que se adapte de forma más clara a su proceso. Continuando con esta tradición, y a manera de conclusión, les presento la siguiente historia que me parece que refleja muy claramente las ideas presentadas anteriormente.

“Solemos pensar que Eva fue la primera mujer de Adán, pero no fue así. “Antes existió Lilith, creada por Dios con el mismo barro que a Adán para ser su compañera, pero fue creada del barrio sucio. Libre, sin ataduras e independiente, fue la primera esposa de Adán. Peleaban mucho, ella menospreciaba su brutalidad, su incomprensión y su vanidad. Reclamaba igualdad de derechos en la vida y en la sexualidad (no sumisión). Adán intentó forzarla, pero ella pronunció el nombre ‘del inefable’, se alzó por los aires dejándolo solo con su ego. Tres ángeles fueron a recuperarla pero se negó. Dios la dio  de esposa de Samael/Lucifer, encargada de matar a los recién nacidos que no portan el nombre de Dios. Su castigo, perder cien hijos por día, representa la oposición al matrimonio y a la maternidad. Una interpretación cabalista dice que no hubo suficiente barro para terminarla y que con sus genitales formó su cerebro”.  (Schreck, 2012).

Algunos de los elementos que encontramos en el mito en relación con el desarrollo del Complejo de Edipo Femenino son los siguientes:

  • A diferencia de Eva, Lilith no es creada, ni entendida, ni teorizada a partir de lo masculino, sino que fue creada de forma independiente (no de ninguna costilla ni nada similar).
  • Apela a tener un proceso propio, un desarrollo independiente, no sometida ni en la vida ni en la sexualidad.
  • Lilith tiene aspiraciones “fálicas” equivalentes a la del varón.
  • El castigo que recibe en el mito es por negarse a someterse a su esposo, pero también es posible interpretarlo como la angustia de castración en la mujer. El castigo no es castración fálica, sino de daño interno, de la capacidad creadora y fértil. El castigo es sobre algo valioso, sobre una función valorada, en este caso la maternidad.
  • La versión cabalista ha sido interpretada como el “nacimiento del erotismo”. La sensualidad no localizada sobre un órgano, sino sobre todo el cuerpo y sobre todo en la fantasía, en la imaginación/cerebro. (Shreck, 2012). No es que algo le falte, es que está colocado en otra parte.


Como se intentó demostrar en este trabajo, existen muchos intentos por describir y teorizar de forma más precisa el desarrollo de “lo femenino”. Sin embargo, y como ocurre con el resto de la teoría, sigue habiendo mucho que analizar, que investigar y que pensar.  Virginia Woolf termina el libro/conferencia “Un cuarto propio” con un mensaje dirigido a las mujeres presentes, pero que bien podemos aplicar para todos nosotros.  Nos invita a crear y a escribir y argumentando que ya no podemos escudarnos “bajo la falta de oportunidad, preparación, estímulo, tiempo y dinero”, porque si bien las mujeres se han pasado la eternidad “lavando platos y acostando chicos (…)y eso también toma su tiempo”, cada vez más mujeres cuentan con tiempo y recursos, “con quinientas libras al año y un cuarto propio con una cerradura en la puerta”. Piensa que la oportunidad de escribir, de teorizar, de crear, de pensara cerca de las cosas no vendrá sin esfuerzo y sin preparación, “pero sostengo que vendrá si trabajamos por ella y que vale la pena trabajar hasta en la oscuridad y en la pobreza”.

 

Bibliografía

  • Alizade, A.M. (2008) “La sensualidad femenina”. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Castañeda, M. (2002) “El machismo invisible”. México DF: Grijalbo.
  • Diamond, M.J. (2004) “The zapping of masculinity: Revisioning boys turning away from their Mathers to construct male gender identity”.
  • Fogel, G. I. (1998). “Interiority and Inner Genital Space in Men: What Else Can be Lost in Castration”.
  • Holtzman, D. Kulish, N. (2003). “The Feminization of the Female Oedipal Complex, Part III. Aggression Reconsidered”.
  • Laplanche, J. Pontalis, J-B. (2007). “Diccionario de psicoanálisis” Buenos Aires: Paidós.
  • Schreck, A. (2012). “Mujeres Transgresoras”. Algarabía Tópicos 3.
  • Winnicott, D.W. (2011). “El hogar, nuestro punto de partida”. Buenos Aires: Paidós.
  • Woolf, V. (1984) “Un cuarto propio”. México DF: Colofón.


+Sin dejar de tomar en cuenta la teoría de Melanie Klein y otros en relación al Superyo temprano.

* Del complejo de Edipo. La tragedia griega es de Sófocles. J

*Por supuesto, se mencionan algunos elementos principales de la teoría a grandes rasgos y no se pretende abarcar todas las ideas del Psicoanálisis al respecto.

*Además de las diferencias individuales, culturales, familiares, etc.