37_Madre e hijoPor: Patricia Elías
Cuando hablamos de las conductas humanas no podemos olvidar los mitos culturales. Estos mitos de forma generalizada siguen un patrón específico, se podría decir que son actuaciones culturales inconscientes, se actúa de determinadas maneras sin conocimiento alguno de por qué se hace, simplemente se hace. El nacimiento y la lactancia no están exentos de los mitos culturales, en ambos casos existe una tendencia al rompimiento del vínculo de manera prematura, el por qué lo hacemos será lo que intentaré responder en el presente trabajo.
Es importante recordar que la madre representa el objeto primario en la dependencia del bebé, el objetivo de éste es moverse de la relación simbiótica hacia la autonomía. Si la simbiosis es interrumpida prematuramente, se pone en riesgo el desarrollo sano.
 
La salud mental del individuo es determinada desde el comienzo por la madre suficientemente buena, quien proporciona un ambiente facilitador, es decir un ambiente en el cual los proceso naturales del crecimiento del bebé y sus interacciones puedan desarrollarse según un modelo heredado. La madre suficientemente buena es aquella que logra retirarse temporalmente de su subjetividad y se enfoca en los movimientos del bebé, en su vitalidad, moldea el mundo alrededor de éste con el propósito de satisfacer sus deseo y necesidades (Mitchell & Black, 1995).
 
El ambiente creado por la madre posibilita al recién nacido una inmersión en la omnipotencia subjetiva, un espacio donde su deseo hace que la cosas sucedan. Si tiene hambre y desea el pecho, este aparece, él hace que aparezca, él crea el pecho, él crea su contexto. Esta experiencia da al niño la posibilidad de experimentar sus propias necesidades, como reales e importantes, como profundamente significativas. (Mitchell & Black, 1995)
 
En la omnipotencia subjetiva, el niño utiliza al objeto sin tener un relación recíproca, la experiencia requiere de una madre que se rinde y puede sobrevivir a ser usada de esta manera. Gradualmente el niño comienza a tener consciencia del otro que sobrevive su destrucción. Si la madre no tolera su propia destrucción y hace una retirada prematura el bebé experimenta a sus propios deseos y omnipotencia como peligrosos, malos. Una falla en este punto debe de ser evaluada en término de un fracaso en las relaciones objetales. (Mitchell & Black, 1995)
 
Queda claro que la madre abandona completamente sus necesidades y deseos por satisfacer el de sus hijos, sin embargo poco a poco retoma sus necesidades y es aquí que se le empiezan a pasar ciertos llamados. Esta falla tiene un impacto constructivo en su experiencia, poco a poco comienza a comprender que sus deseos no son omnipotentes. A la experiencia de omnipotencia subjetiva le sigue la experiencia de realidad objetiva. (Winnicott, 1953). La primera no remplaza a la segunda actúan de manera dialéctica. Se podría decir que culturalmente rompemos de manera prematura la omnipotencia subjetiva y forzamos al bebé a una realidad objetiva aún cuando no está preparado, nuestro mito cultural lo dicta y nosotros lo actuamos.
 
El parto
Ya descrita la importancia del vínculo deseo abordar el tema del parto y como es que se comienza a dar un distanciamiento entre madre e hijo. El parto es uno de los eventos más significativos en la vida de la mujer, es el momento de tocar, oler, mirar aquello que se estuvo gestando durante meses. Es de llamar la atención que en nuestra cultura el parto en vez de mirarse como un evento natural y emocionante se mira como un evento sumamente atemorizante que requiere de un cuidado médico muy estricto. En pocas palabras se acepta las dificultades del embarazo y nacimiento como normales.
 
María Lager (2000) explica las identificaciones de la mujer con las funciones maternas y dice que generación tras generación se van transmitiendo ansiedades y asociaciones de peligro con la función femenina. La misma autora plantea que gran parte de estas complicaciones son el resultado de conflictos psicológicos no resueltos.
 
No es casualidad que los índices de cesárea está en incremento, con ello no deseo desestimar la funcionalidad de ésta, está clarísimo que es eficaz para prevenir la morbilidad materna y perinatal. Lo que salta es que México se realizan un 45.2% de cesárea, poniéndose primer lugar a nivel mundial. Mientras que la recomendación de la OMS es que no pase de un 15%. (OMS, 2014)
 
Por otro lado estudios realizados a nivel mundial señalan como el uso de epidural es un procedimiento médico muy solicitado en el trabajo de parto, un estudio realizado en Estados Unidos de Norte América, indica que un 61% de los partos se realizan con epidural (Osterman &Martin, 2011). Los altos índices de cesárea y epidural nos hablan de nuestra tendencia colectiva inconsciente a realizar partos desconectados, desvinculantes.
 
El por qué lo hacemos me lleva hablar de la supremacía del falo y la desconexión con lo femenino. Al echar un vistazo al pasado nos encontramos que las premisas acerca de lo femenino tienen su génesis en la experiencia de lo masculino, son concepciones falocéntricas que ponen a la mujer en una situación de desventaja, meramente reflejan las fantasías y deseos del hombre en vez de los deseos y fantasías propios de la mujer. Las exigencias falocéntricas básicamente conducen a la mujer a un empobrecimiento del self. (Stiritz & Schiller, 2005)
 
De acuerdo con Trowell (1981) el incremento en occidente de partos no naturales está relacionado con el énfasis en el servicio hospitalario y tecnología, de forma generalizada no se le permite a la mujer tener un trabajo de parto, se le presiona a expulsar al feto. Es así que el nacimiento se define desde un modelo médico, completamente desconectado de los principio de la maternidad (Trowell). Se espera que la mujer entre al hospital con calma y que se deje en la manos del médico, que promete que no sufrirá. La racionalización a esto es que se evitará el dolor y el peligro, cuando según María Langer (2000) el aspecto inconsciente de los médicos es robar a la mujer de su participación activa en la experiencia de dar a luz, se podría mirar como una envidia del hombre a la maternidad.
Un planteamiento más conectado con lo maternal sería un espacio que promueva influencia positiva a nivel psicológico, espiritual y biológico, un parto donde la mujer se sienta en control y no vigilante de todos los agentes médicos. Este ambiente le da la posibilidad a la mujer de ir dentro para así responder de manera intuitiva y facilitar el parto natural, el cual al fin y al cabo es el más seguro (Parratt & Fahy, 2014).
 
Está claro que el nacimiento se ha medicalizado, el control, predictibilidad y eficiencia se han convertido en los principio básicos. De acuerdo con, Parratt y Fahy (2014), estos principios se enfocan en el bebé más que en la madre. La mujer en el ambiente hospitalario es acallada por los médicos, enfermeras y ayudantes, el control se vuelve externo, en pocas palabras el yo de la mujer es puesto en manos del otro. Según la mismas autoras la evidencia demuestra que estos ambientes funcionan de manera contraria, en vez de convertirse en un espacio más seguro incrementan el índice de mortandad y complicaciones de parto.
 
Por otro lado un parto junto con una partera ayuda a la mujer a conectar con su propio self, con su fortaleza, es un compartir del conocimiento y no una imposición. Esta relación ayuda a la mujer a cumplir sus objetivos, que es lograr un parto sano y seguro (Parratt & Fahy, 2004).
 
Otra racionalización muy común en mujeres que se niegan a tener un parto vaginal, es el rechazo al cambio corporal, algunas mujeres pueden experimentar pérdida de tensión en el ducto vaginal y el engrandecimiento de la vulva. Existe la creencia que esto es desagradable a nivel estético y que disminuye el placer de acto sexual debido a la pérdida de tensión.
 
Es un hecho que el cuerpo cambia después de tener un hijo y es probable que el ducto vaginal pierda tensión, pero lo que me interesa explicar es la parte más profunda, existen dos elementos inconscientes que deseo resaltar, el primero es que se debe a una cuestión narcisista donde la mujer desea ser el objeto de amor del hombre, permanece bella e intacta para el varón. Por otro lado el negar el paso del hijo por el ducto vaginal me lleva a la disociación de la mujer, o es madre o es pareja; hace referencia a la imposibilidad de ser ambas de manera simultánea.
 
Por último en referencia al parto me gustaría tocar de manera breve el tema del dolor, parte fundamental de la vida humana.Toda crisis, todo cambio van de la mano con el dolor, el dolor en el parto es el que avisa que ya viene el bebé, mantiene a la mujer en el presente y es el motivador para comenzar el trabajo de parto. El dolor motiva a la expulsión del feto del vientre materno. En el parto con anestesia se niega el dolor y es entonces que el cuerpo médico se convierte en un alter ego de la mujer, ella hace lo que se le dice porque no siente nada, su psique y su soma están anestesiados.
 
En referencia al parto concluyo es que en nuestra cultura de manera temprana se ve afectado el vínculo, podría decir que es un rechazo del inconsciente colectivo a vivir este primer vínculo con el bebé de manera plena, de sentir durante el trabajo de parto, de recibirlo por el ducto vaginal y de darle la bienvenida con el pecho para brindarle una leche buena.
 
La lactancia como representación significativa del vínculo
La lactancia es uno de los actos libidinales más significativos en la crianza de los hijos, la leche materna posee todo aquello que el bebé necesita para un desarrollo sano a nivel fisiológico y psíquico. Autoridades médicas, incluyendo la Academia Americana de Pediatría (AAP), el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos y la OMS recomiendan la lactancia materna. La OMS (2014) marca como alimento exclusivo los primeros seis meses y como lo recomendado hasta los dos años. Aún con estas recomendaciones médicas y con el conocimiento intrínseco del ser humano en referencia a la lactancia, es un practica que va en descenso.
 
El Informe del estado mundial de la infancia de 2014, reveló que nuestro país tiene el segundo porcentaje más bajo de lactancia materna. En promedio sólo dos de cada diez bebés que no rebasan los seis meses de nacidos se alimentan solamente de leche materna. Con esas cifras, México se ubica en el segundo lugar del mundo con la menor tasa de lactancia materna (OMS, 2014).
 
Es importante recordar que la leche materna proporciona exactamente lo que el bebé necesita para un sano desarrollo, ésta posee el balance perfecto de vitaminas, proteínas y grasas. Es más fácil digerir la leche materna que las fórmulas que están íntimamente relacionadas con problemas de reflujo y cólicos.
 
La leche materna provee al niño de anticuerpos que le ayudan a reducir el riesgo de enfermedades como: asma, alergias, problemas respiratorios, enfermedades gástricas; la lactancia materna también juega un papel en la prevención del síndrome de muerte súbita del lactante. Por otro lado en la experiencia materna es la oportunidad en la mayoría de los casos, de bajar de peso, se liberar oxitocina que ayuda a que el útero vuelva a su tamaño previo al embarazo y ayuda a reducir el sangrado uterino después del nacimiento,entre otros.
 
Los mitos culturales en referencia a la lactancia están plagados de racionalizaciones que lo único que promueven es un distanciamiento entre madre e hijo en una etapa donde se espera lo contrario, unión, vínculo. Muchas mujeres rechazan la lactancia, por no hacerlo un acto público, por convertirlo desde un inicio en un acto más equitativo entre hombre y mujer, porque el bebé alimentado con fórmula tiende a aguantar más tiempo dormido ya que la digestión de ésta es más lenta, debido a que la lactancia se cree que inhibe la vida sexual entre la pareja, porque contribuye a la flacidez de los pecho o simplemente es imposible porque la mujer debe regresar a trabajar.
La lactancia es apresurada y rechazada socialmente aún cuando la leche materna significa unos de los elemento libidinales más importante en el desarrollo del ser humano. Un como sí ese vínculo estorbase al mundo, el hombre desea volver a tocar esos pechos sin que salga leche, ella desea retomar la figura, ella tiene que salir para mantener a sus otro dos hijos, ella debe regresar para no perder su puesto de dirección en la compañía. Ella está en todas parte menos allí. La función materna es reprimida por mitos culturales inconscientes.
 
Winnicott (1953) habla de la importancia de la experiencia del pecho, en sentido metafórico y en sentido real. La madre para lograr la adaptación del bebé en un inicio le da la oportunidad al bebé que el pecho sea parte de él, como sí estuviese en un control mágico, la madre debe en algún momento desilusionar al hijo, pero para que el niño desarrolle la esperanza es primordial la oportunidad de la ilusión (Winnicott, 1953).
 
La madre en el momento justo posiciona el pecho donde el bebé está listo para imaginarlo, crearlo y brinda el pecho en la urgencia de éste de ser alimentado. La adaptación de la madre a las necesidades del bebé, cuando es suficientemente buena, le brinda la oportunidad de la ilusión, donde existe una realidad externa que corresponde con la capacidad del bebé a crear. En otras palabras existe una superposición entre lo que la madre da y lo que el bebé puede concebir de ello. No existe un intercambio el niño toma del pecho como parte suyo y la madre da leche que es parte de ella. El intercambio está basado en una ilusión (Winnicott, 1953).
 
La tarea más importante de la madre es crear la ilusión para después crear la desilusión. En referencia al pecho es el destete lo que conlleva a la desilusión que a su vez lleva la frustración. Esto es posible cuando el proceso de ilusión desilusión se ha dado adecuadamente (Winnicott, 1953). En pocas palabras y resumiendo lo propuesto por Winnicott si se le niega el pecho no se crea la ilusión, desde un inicio va a la frustración, a la desilusión y a la falta de esperanza.
 
Por otro lado es sabido que la producción de la leche materna tiene que ver con la interacción de ciertas hormonas y con cuestiones psicológicas, las creencias consciente e inconsciente tienen mucho que ver con la actitud y la forma en que se enfrenta la lactancia (Langer, 2000).
 
Es de llamar la atención que en sitios donde la civilización aún no ha llegado, las mujeres de forma generalizada no presentan problemas para amamantar a sus hijos. El rechazo de brindar el pecho lo considero como un rechazo al hijo. María Langer (2000) dice que el negarse a lactar a un hijo se debe a dos situaciones, primero considera que es un desorden ocasionado por el rechazo de la mujer a la maternidad y permanecer siempre con una actitud infantil, la segunda es una dificultad que tiene su origen en tendencias agresivas infantiles dirigidas hacia la medre de la mujer, en ambos casos existe una disatisfacción oral.
 
La autora recién mencionada explica que la mujer que sufrió frustraciones orales, posteriormente no puede considerar al hijo como parte de ella, inconscientemente le niega lo que ella no tuvo, como sí se vengase de la madre con su propio hijo, quedando muy claro la identificación con la madre. Otro motivo para rechazar el dar pecho son los deseos incestuosos y homosexuales, se rechaza la lactancia ya que es considerado como un acto animal, lo animal a nivel inconsciente es homosexualidad, sucio, o no tolerarlo por su contenido erótico (Langer, 2000).
 
Otro elemento que menciona María Langer (2000) es que las mujeres que dicen que su leche está mala, se debe a la percepción de la agresión proyectada en la leche, en respuesta a la frustración vivenciada con la propia madre. La leche se convierte en una sustancia peligrosa que no debe de beberse (Langer, 2000).
 
Otro de las vivencia bastante común en la lactancia es la identificación con la madre buena, donde muchas mujeres se viven como asexuada y pierden su capacidad orgásmica. Esto tiene su origen en la culpa de haber atacado la unión sexual de los padres y por la identificación con los celos del niño. Otras mujeres niegan el pecho al bebé porque son un objeto sexual para su pareja. En ambos casos se da una disociación de la mujer, donde la maternidad no va de la mano de la mujer sexual (Langer, 2000).
De acuerdo con Sarlin y Sarlin (1981), para que se de la lactancia de manera eficiente debe de existir una predisposición fisiológica y depende del nivel de desarrollo psicosexual, de yo y superyó. Entonces se podría decir que dependiendo factores físicos y psíquicos será la disponibilidad de la madre a la lactancia, a vivir esa cercanía con su bebé y brindarle el pecho.
 
La capacidad de una madre para producir leche para su bebé depende de su propia actitud hacia la lactancia materna y el sexo, Sarlin y Sarlin (1981) consideran que el cuerpo de una mujer responde de manera similar al coito y la lactancia. Las madres que amamantan a sus bebés a decir de estos mostraron una mayor tolerancia a la masturbación y el juego sexual social en su propia niñez.
 
Los mismos autores consideran que la satisfacción del ciclo de hambre-saciedad oral es esencial. Sin ella, incluso el entorno materno más satisfactorio demuestra resultados insuficientes y promueve la constricción yoica. El uso del biberón es visualizada como la negación voluntaria del pecho y denota una indiferencia narcisista, el bebé no puede experimentar la estimulación física y emocional que existe cuando la madre lo sostiene durante la alimentación con el pecho. Él no puede sentir su calor, mirarla y ser mirado, tocarla y ser tocado, escuchar sus sonidos. Tanto la madre y el niño se pierden mucho (Sarlin & Sarlin, 1981).
 
Conclusión
El nuevo mito de la maternidad está basado en la desidentificación con lo femenino. Somos mujeres a partir de un mito completamente inconsciente, comenzamos nuestra maternidad con una serie de ideas y concepciones completamente alejadas de los principio femeninos y de la mano de los principios masculinos. En nuestra cultura las mujeres hemos definido nuestra feminidad desde conceptos falocéntricos, ahora somos la poseedoras del falo. Como bien dice Helen Deutsch (1946), la masculinización de la mujer no es una protesta contra la feminidad, más bien un miedo a las funciones femeninas.
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