Adicciones
Autor: Estrella Entebi
 
¿Porqué nos drogamos?
Una crisis en la organización social, familiar, profesional puede ser un desencadenante de conflictos individuales, pero la falta de capacidad colectiva para pasar las crisis agravan todavía más la situación. La juventud actual padece lo que llamamos alteraciones del Yo, una búsqueda compensatoria y exagerada de placeres artificiales y costosos que han desplazado la comunicación que se ha vuelto mecánica, libidinalmente fallida.
Condiciones personales sobre las que inciden la presión exterior,  presión que aprieta a todos y ante la cual unos cuantos caen; los que no acaban de ver el fracaso final a que conduce el rebuscar la satisfacción, la autorregulación de los estados de ánimo, la curación de tensiones y ansiedades o el intento de adaptarse a un medio cargado de miedos y tensiones con socorro de las drogas.
Aunque estén en el mismo barrio, la misma ciudad, la misma época, o condiciones externas, unos toman drogas y otros resuelven sus  problemas vitales sin ellas.  Piedrabuena (1996) cita el siguiente ejemplo:  Carlos un amigo de la infancia acerca de su excesiva dependencia del tabaco. Me da una contestación diagnóstico: que está solo, que se encierra en su casa hasta el día siguiente y que la única compañía que tiene. Ramón está en idéntica situación vital, se recluye en su casa del pueblo como Carlos, pero nunca se aburre, tiene muchas obras y cosas pendientes por hacer le falta tiempo para poder desarrollar todo lo que quisiera. Ante la misma situación vital, encontramos dos soluciones distintas.
Ante idénticos conflictos unos eran drogadictos y otros intentarán resolver sus problemas sin necesidad de drogas.
Pero entonces ¿porque nos drogamos? No existe una única respuesta sino es un conjunto de circunstancias que se intentarán esclarecer a continuación.
Hay muchas formas de  intoxicarse de depender de manera adictiva pero, siempre hay un mundo idealizado que se quiere reconquistar.
En un primer nivel, el de la razón, reniegan de la maldad del tóxico y el otro se relaciona con una bondad que ellos a veces inventan individual o colectivamente, pero visto más en profundidad, lo que existe es una incapacidad de reconocer lo que es bueno y la dificultad en detectarlo y apegarse a ello. Los toxicómanos, no lo olvidemos, quieren las cosas ya, de inmediato no soportan las esperas ni los trabajos mentales largos y pesados.
Balint (1979), menciona que la falta básica, es lo que el drogadicto trata de remediar mediante la droga. Son estructuras con déficit narcisista de la autoestima, algo les falta que debe ser llenado mediante un aporte grupal. Por ello las terapias de grupo son una indicación acertada en muchos casos. Saber que existe este defecto ayuda al especialista a encaminar su actuación de forma correcta.
“El drogadicto es una persona que ha perdido la libertad de poder detenerse de tomar la droga”. (Fuquet) Debido a la concentración libidinal sobre ella y haberla convertido en objeto exclusivo y excluyente. Lo que conlleva a qué al abandonarla, se provoque un vacío, ya no se puede renunciar a ella porque detrás no hay nadie, detrás de un amor adictivo perdido no ahí nada más que el vacío, la ausencia y la depresión de una persona que se ha quedado sin objeto.
Glover menciona algunas posibles explicaciones de porque nos drogamos.

  • Inespecificidad de la personalidad subyacente: “Es imposible definir un tipo de personalidad específica de la conducta toxicómana” Fenichel (1945).

No hay perfiles psicológicos o fases específicas de secuencia del desarrollo que puedan ponerse de antemano como factores determinantes de la historia de la drogadicción o de las adicciones. Zinberg (1975).

  • Desorganización psicótica fronteriza. Patología del yo.

La toma severa de drogas se encuentra a menudo entre los desórdenes de carácter de los borderlaine o de personalidades psicóticas, y entre los que toman drogas de manera crónica se encuentra una patología severa del yo. Por eso el vínculo entre la toma  de drogas y las patologías debería tomarse en cuenta. De Angelis (1975).

  • Culpa mecanismo maniaco depresivo.
    Las fases destructivas de la toxicomanía están estrechamente ligados a la manía, por efecto de estos mecanismos de defensa maniaca, el sujeto niega toda angustia, sobre todo la de persecución y la parte agresiva del yo se encuentra negada.
    Sabemos que muchas personas usan todo tipo de drogas para escapar de la apatía y de esa mirada de superioridad y de desprecio de los que no se drogan, siendo esta la defensa maniaca omnipotente.
    El Yo del adicto es débil y no tiene la fuerza necesaria para encarar el sufrimiento y la depresión y con facilidad utilizan los mecanismos maniacos, pero la reacción maníaca se puede alcanzar sólo con la ayuda de las drogas, dado que es necesario cierta fortaleza del yo para producir la manía. Rosenfeld (1960).

 

  • Perturbaciones narcisistas. La autoestima.
    La fuente del malestar está en la incapacidad del yo para regular la autoestima y de conservarla a niveles normales, debido a las perturbaciones narcisista de la personalidad. Heinz Kohut (1971)
    Una persona necesita el objeto de su adicción de una manera esencialmente distinta de aquella en que alguien necesita el objeto de su amor. El objeto de la adicción es necesario para ejecutar una importante función psíquica ejecutada habitualmente por las personas: la función de sostenerse así misma, de mantener la autoestima. Ibid (1977)

Por lo tanto el yo mantiene  su autoestima mediante una técnica artificial. Ibid(1933).
Las adicciones se rebelan así como una carencia en elaboración psíquica y una falta de simbolización, las cuales están compensadas por un actuar de índole compulsivo, que  pretende reducir el dolor psíquico por el camino más corto. Joyce McDougall (1972)
 

  • Fantasía de fusión con un objeto ausente
    “El objeto de la adicción es investido de cualidades benéficas, es decir del amor”. Las adicciones graves son una tentativa de supervivencia psíquica a fin de salvaguardar un sentimiento de integridad del yo. En realidad sufre una invasión  por la pulsión de muerte, se trata como en las conductas suicidas de una  fantasía de fusión con un objeto que falta en este lado de la vida. McDougall (1987)
  • Regresiones melancólicas o paranoides.
    El adicto explota la “acción” de la droga en términos de un sistema infantil de pensamiento, la droga tapa la tensión o la frustración, puede curar, matar o perdonar, no solamente objetos psíquicos sino además el cuerpo mismo.
  • Debilidad yoica, fragilidad del self
    Susceptibles a las regresiones, la organización del sí mismo es frágil, requieren estabilización de fuentes externas. La fuente extrínseca es modificada y transformada para que tenga significado apropiado, para las necesidades y déficits del sistema del self. Kohut (1977).
    El yo es débil no tiene fuerza para soportar el dolor de depresión y fácilmente acude  a mecanismos maniacos. Rosenfeld (1964).

 
Mientras que utiliza drogas para blanquear y adormecer la persecución que sufrió por parte del súper yo. Masón (1981)
Ahora tratemos de comprender como la adicción es esencialmente un síntoma.
La consecuencia de uno o varios conflictos que no se han resuelto y permanecen reprimidos son negados, disociados y separados en parte de la vivencia de su existencia. Es un lenguaje oculto, de conflictos nacidos en lo inconsciente.
Un conflicto básico de los adictos es el buscar la satisfacción de deseos que, en sí mismos no puede ser satisfechos. El objetivo, el destino de este deseo, es algo que se perdió en el pasado y que nunca será encontrado. Esta necesidad que no va a encontrar satisfacción nos explicaría el porqué, finalmente el fumar se transforma en un acto compulsivo, sin sentido y que ya no es una apetencia sino un rito.
El objeto de su anhelo no es la droga sino la satisfacción de las fantasías creadas acerca de la misma (siempre un objeto perdido), y estas fantasías tienen por finalidad la sutura de la distancia entre el deseo de la droga y la causa de este afán compulsivo, desconocido para el adicto en su misma esencia.
La curación vendría si el sujetos aceptara que ninguna satisfacción es completa y desde luego no lo puede ser un deseo hacia un objeto parcial y tan primitivo.
El yo es débil, y en el predomina  la pulsión de muerte, el súper yo es tiránico, no perdona fallas y da lugar a la melancolía. Didier Anzieu (1981)
Si alguien pretende autocurarse comiendo, bebiendo, fumando o tomando otras drogas, lo que hace es actuar para no elaborar ni pensar lo que le pasa.
Wurmse (1981), describe que el uso de drogas es utilizado por personas que tienen un intenso sentimiento de soledad, de vacío y depresión. Para tratar de defenderse del impacto de sus sentimientos, para eliminar o reducir la rabia por las limitaciones, para remediar el sentimiento de ser heridos y rechazados y para mantener un mundo infantil de cosas idealizadas. Trata de aliviar la falta de sentido de metas y de valores personales.
Por tanto debemos saber que ese fondo de adicto que todos tenemos, en el que faltan cosas, es un fondo depresivo, de inmaduros es bastante necesario para conseguir algo en la vida.
Al adicto le angustia en exceso ese hueco, necesita urgentemente tratarlo, taparlo, anestesiarlo. No sucede algo distinto al común de los otros pero tiene miedo de su interior y lo tapa enseguida.
También debemos tomar en consideración, el aspecto de la droga como un arma que se usa en la fantasía para atacar a alguien.
Es imposible definir un tipo de personalidad específica detrás del síntoma de la drogadicción, vemos en los adictos los mismos problemas situaciones que pueden conducir en otras personalidades a distintas soluciones personales y salidas hacia otros síntomas. Para que exista una adicción es necesario una organización patológica o una desorganización momentánea, y puedes serlo de una parte de la personalidad.
Todo adicto sabe que el mismo se prohíbe y se permite, es consciente de hacerse mal y que la prohibición está dentro de su persona aunque la proyecte fuera porque le falta la capacidad de síntesis e integración dentro de su Yo, de la conciencia y de sus aspectos conflictivos personales. Ciertamente se siente atacado controlado por su propia conciencia acusadora.
La adicción es sólo un síntoma y una manera de sobrevivir y vincularse al mundo, va mas allá del principio del placer.
Las adicciones son muy frecuentes en personas orales. La oralidad significa una relación compleja en torno a la necesidad de los otros, a un nivel efectivo vigente todavía desde los primeros meses de su vida. Sus relaciones suelen ser precipitadas, voraces, ansiosas, urgentes, sin profundidad.
El adicto tiene conflictos al ser desconocedor en lo que atañe a su vida emocional, con lo que desea, con lo que siente, con lo que le gustaría expresar, necesita la estimulación del deseo reprimido.
En torno a las conductas y rasgos de carácter del adicto podemos mencionar según varios autores las siguientes: una conducta compulsiva, deficiente en el control de los impulsos especialmente en crisis o exacerbaciones del conflicto narcisista subyacente, falta de tolerancia a las frustraciones, inestabilidad afectiva, defensas primitivas, alteraciones de la identidad, juicio alterado de su realidad, fallas en la sublimación.
Suele tratarse de personas mal estructuradas y desorganizadas, el rechazo social de los toxicómanos en gran parte es debido al sentimiento que nos provocan de exclusión, al encerrarse con algo más valioso  y excitante que nosotros.
Personas sin ideales realistas, tienen siempre una nota depresiva de fondo con necesidad de depender de grupos  y con una relación poco valorada hacia los iguales.
Estructuras depresivas con maniobras maníacas y negación, son influenciables, conductas sociales sumisas, personas ambivalentes, con una falta de autoestima y con relaciones narcisista, es decir todos somos, para ellos, el soporte de sus proyecciones y pulsiones y como tal seremos vistos y sentidos por ellos y hasta nos provocan para que nos adaptemos a sus necesidades y a sus visiones, para convertirnos en personajes malos o buenos según sus intereses.Piedrabuena(1996).
Las drogas se usa como un método  fracasado de curación y de la falta de  autoestima y en muchos casos para engrandecer la personalidad. Las actividades creadoras curan y la droga mata. El trabajo y la creación son actividades que reparan el interior de las personas y con suerte también el exterior. Las drogas y las pertenencias adictivas, los vínculos adictivos lo pretenden igualmente. El que se droga además pretende mentirse acerca de lo que  aqueja.
Los caminos hacia la relación con el objeto de amor son difíciles para los adictos a causa de sus dificultades internas para vincularse con lo bueno y por el tipo de elecciones objetales y situaciones que suelen establecer.
Los drogadictos creen defensivamente, que la sociedad y las condiciones de la vida social son por lo que se han precipitado en la droga.
En estos estados adictivos una tensión que no puede ser elaborada convenientemente y acaba en acción. Por ejemplo un bebedor llega a casa, toma tomo unas copas y se relaja.
La toma de drogas les impide comprender sus propios fracasos afectivos o las causas existentes dentro de ellos para llevar el tipo de vida que se han procurado; no relacionan en absoluto el fumar o el bebé con sus limitaciones en el terreno emocional. Los tóxicos que en este punto cumplen una función de anestésico y freno del trabajo de la toma de conciencia y reflexión sobre sí mismos, provocando con ello la destrucción del proceso de pensar.
Pero el drogadicto no puede encarar esa realidad inconsciente o consciente y trata de alejarla de toda conexión de su conciencia, porque contradice la “imagen” que necesita ser o tener de sí, que es un ideal y un ser denigrado simultáneamente. Como vivir bajo esas dos demandas es difícil, utiliza una muleta, una ayuda para soportar la tensión que esa realidad interna contradictoria produce.
Nunca debemos olvidar que detrás de cualquier adicción existe una cobardía, un miedo, una sensación de minusvalía, al menos imaginada.
La incapacidad para integrar en el vivir, la conciencia de la propia muerte, es decir no se adapta a su condición de mortales. La adicción supone un ataque que registrado por el sujeto con un sentimiento de culpa que, a su vez, merece un castigo y ese castigo va a ser la droga.
La vida es un perder y una encontrar. El toxicómano no va a poder hacer este esfuerzo de adaptación a la realidad y mantendrá artificialmente un mundo degenerado. Por tanto para el la droga tendrá un significado de antiduelo, anti desilusiones y desengaños; anti frustración, antidepresivo, y anestésico de la conciencia.
Hay personas que utilizan estados de ánimo optimistas porque  tienen fuerza para sobrepasar las dificultades. Pero, los adictos necesitarán de las drogas, porque no tienen la fortaleza como dice el autor, para procurarse esos mecanismos maníaco recurriendo al optimismo artificial que las drogas procuran. Carecen de la capacidad yóica de hacer una defensa manera moderada y no patológica. Rosenfeld (1965)
El alcohol y la droga en general, será el sustituto privilegiado para compensar cualquier pérdida, “para olvidar las penas”, “para olvidar los problemas”.
En el aparato psíquico existe una tendencia análoga a la invitación del sufrimiento,  por el más efectivo de los métodos,  el químico, la intoxicación.  Freud En el malestar de la cultura (1930).
Las drogas destruyen la civilización y el fundamento de las sublimaciones.
Las drogas producen tensión y alivian las tensiones existentes. Tensiones  derivadas en parte del super  yo que las drogas intensifican, dando como resultado una necesidad de castigo. Bajo el efecto de las drogas, el yo permanece en estado narcisista original y se logrará la omnipotencia y la realización mágica de deseos. El yo del placer narcisista desea placer sin dolor y por esta razón los deseos masoquistas latentes son proyectados convertidos en fantasía terroríficas. Rado (1926)
La adicción representa un compuesto particular de peligro psíquico y de reaseguramiento. Las campañas de prevención a la droga sino van acompañadas de un cambio de valores sociales, de asistencia y protección de la familia, a la infancia y adolescencia. Donde no se devalue la dificultad el tratamiento de estos síntomas, puesto que es además una adicción el peligro  que se busca activamente y un reaseguramiento que se pretende de forma compulsiva y más allá de una racionalidad.
La curación pasa por el descubrimiento de las fantasías ligadas a los actos o estados tóxicos, sin embargo no olvidemos que no hay solo una fantasía, así como un sueño, ni se es adicto a una sola cosa, ya que la adiccion representa un estilo de relación intra e interpersonal, un intento de supervivencia, una modalidad cognitiva, unas compulsiones de la conducta una respuesta a un medio, etc.
Hemos visto pacientes suficientes como para comprender que mediante los actos de adiccion intentan bloquear y fijar el conjunto frustración – disociación – negación.
A través de la frustración porque la realidad no es como sus fantasías inconscientes.
Disociación – negación de una parte del psiquismo que maneja una parte importante de relaciones consigo mismo y con los demás apartada de la realidad.
Conclusiones
Utilizar drogas para resolver problemas o situaciones personales es un modo de actuación, no es una elaboración. Es un actual en el exterior lo que debería ser algo íntimo y elaborado.
Es necesario tener en cuenta en qué personalidad se ha instalado la droga y cuál es su psicodinamia personal, antes de embarcarnos en su tratamiento y de la misma manera que en otro tipo de dificultades anímicas o sintomáticas, es necesario tener claro qué personalidad subyace a la patología y lo que se oculta bajo el síntoma ya que de ello depende el tipo de abordaje profesional que será necesario aplicar.
El adicto  es un creador, como el escritor y el artista pero tiene su propia muerte, su oxígeno es humo tóxico. El creador verdadero tiene el mismo miedo, la misma inseguridad, idéntica desesperanza es consciente de ella y la transforma en comunicación y en vida.
Mediante la identificación proyectiva masiva, el yo del adicto, saca una parte de su psiquismo y la coloca en el objeto de la adicción; con lo cual la dependencia que aparece ahora, ya como de algo exterior, sería en realidad de algo que previamente ha estado y de hecho lo está todavía, en el interior del psiquismo, y aunque el sujeto lo percibe fuera.
El adicto utiliza simultáneamente la denigración de aspectos de su interior, que producen una baja autoestima y dejan al sujeto con sensación de vacío y falta de recursos y alucinación de lo idealizado.
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