10 de mayo, una perspectiva psicoanalítica

Autor: Thelma Cortés

 

En nuestro mundo, existe un ser en el cual se expresan magistralmente la fusión de lo biológico con lo espiritual, donde se conjugan las caracterizaciones de la sexualidad y el erotismo con la mística concepción del amor. Este ser posee como don diferencial, la capacidad de reproducción y es en eso donde radica su triunfo o derrota. Es en la ejecución de ese designio natural, donde subyuga su fisión libidinal en pro de su realización integral. Este ser es la mujer (Silvia Katia Hidalgo Hinojosa, 2007).

Al mexicano se le podrá olvidar todo, pero no, que tiene o tuvo madre. Al escuchar la fecha de 10 de mayo el pensamiento inmediato de los mexicanos (me atrevería a decir que de la mayoría) se remonta a la celebración del día de las madres y lo que conlleva dicha conmemoración, porque el día de las madres, hasta hoy continúa como pertenencia exclusiva de las mujeres y con esto abro el siguiente cuestionamiento ¿Por qué social y moralmente sigue siendo (aparentemente) más valiosa una mujer que es madre?

Mi inquietud por realizar éste trabajo fue principalmente pensando en la veneración a uno de los roles que puede tener una mujer, y recalco el verbo poder como opción y no como mandato, porque hablar de mujer pareciera ser sinónimo de madre a cierta edad, esto porque ya lo es o simplemente porque al tener vagina pareciera que tiene que llegar a serlo, y no, porque qué pasaría con las mujeres infértiles, las que se “les pasó el reloj biológico”, las que tuvieron alguna situación especial, por ejemplo una violación y descartan ese rol, etc. Trataré de centrarme en cómo es que se concibe (individual y colectivamente) a la mujer a partir del rol de madre.

Abordando uno de los panoramas de la imagen de la madre, nos remontamos a Grecia, de su mitología se trae a Gea, primera Deidad que existió después de Caos. Se lee en el Diccionario mitológico: “[…] Homero saluda a Gea como la madre de los dioses y la ensalza como origen de la especie humana” (Cañuelo, S. y Ferrer, J., 2003). Al ser Gea la madre de los dioses y quien da origen a la especie humana, se le considera Madre Universal. Se destaca de ella su poder portador de los principios creadores de la vida: “Ella sola engendró a Urano (el Cielo) que la cubre al igual que Ponto (el mar)” (El Mito de Gea. Mitos y Leyendas, 2013). La expresión “ella sola” le confiere una condición de omnipotencia al engendrar sin necesidad de otro y revestirla de principios que la sitúan del lado de la vida, de la creación; así Gea es enaltecida como madre universal de la humanidad.

Éste mito no está alejado para nada de la realidad con una de las historias de la mujer mexicana que a la actualidad sigue estando muy vigente, la Chingada, ¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la “sufrida madre mexicana” que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre (Paz, O., 2007). Esto a su vez, se relaciona con la concepción que la religión católica y que especialmente los mexicanos tienen de la Virgen María, quien quedó embarazada sin tener relaciones sexuales, lo que le otorga un poder inaudito a la mujer, de “milagro”, de omnipotencia, privilegio y narcisismo como a Gea, pues María engendró a Jesús, que salvaría al pueblo de sus pecados, María es: la que dio vida al creador de todo, aquella que encerró en sus entrañas a quien no cabe en todo el mundo, la que sostuvo en sus brazos al que todo lo sustenta, la que tuvo obligación de ejercer vigilancia materna sobre el que todo lo ve, la que tuvo a su cuidado al Dios que cuida de todos, pero sobre todo el haber sido inmune de la mancha del pecado. Sólo con estos tres referentes, Gea, la Chingada y la Virgen de Guadalupe, se va vislumbrando lo que implica ser madre, por lo que ésta hace, pero más por lo que otorga. El ser santificada es una característica que también tiene la madre, pues el parir, dar a luz, la relación mujer- virgen- madre es única, virgen pensado como esa omnipotencia por ser mujer, no en el aspecto de no haber sido penetrada.

La mujer al ser madre, podría convertirse en “pecadora” según el catolicismo, pues si la mujer se embaraza es sinónimo de ceder a los placeres carnales, es por ello que la sexualidad se hace a un lado resaltando la maternidad como mandato de la mujer y vida en pareja.

Freud menciona en la 20ª conferencia La vida sexual de los seres humanos, el error de confundir sexualidad y reproducción, la sociedad es quien tiene que hacerse cargo, como una de sus más importantes tareas pedagógicas, de domeñar la pulsión sexual, cuando aflora como esfuerzo por reproducirse, tiene que restringirla y someterla a una voluntad individual que sea idéntica al mandato social. Esto se refiere también a alcanzar cierto grado de maduración intelectual que le permitirá al sujeto domeñar la pulsión para no romper con los diques impuestos culturalmente, considero que el principal rol con mayor peso socialmente es el de la madre, si ésta es quien dirige en gran parte la dirección de las catexias, se tendrá que ver cómo es que ella, seguro, transgeneracional e inconscientemente está transmitiendo algún mensaje.

Deutsch (1960), citada en El enigma de la maternidad de Silvia Hidalgo (2007), considera que es en el embarazo y en el parto donde la mujer adulta repite la relación primitiva con su propia madre y lo interpreta como consecuencia de una doble identificación; por un lado, la mujer encinta se identifica con el feto, reviviendo así su propia vida uterina y, por otro lado, el feto representa para el inconsciente de la mujer embaraza a su propia madre y especialmente a su superyó materno, y así la relación ambivalente con la madre es revivida con su hijo futuro. En el inconsciente colectivo se venera a quien es capaz de dejar un legado, el de la mujer socialmente es a través de un hijo, y es también aquí en donde se reconoce el que la mujer por medio de la relación que tuvo con su madre, pueda reparar o repetir ese vínculo, pasando del rol de hija al de madre. De acuerdo con Klein, es lo que se consideraría pecho “bueno”, pues se convierte en el prototipo de lo que a lo largo de la vida será beneficioso y positivo, lo que socialmente hace una madre por su hijo, o más bien es lo que le corresponde hacer, que esto no quiere decir que todas lo hagan, y el que lo hagan, tampoco es sinónimo de que se esté haciendo adecuadamente, ésta misma autora habla del opuesto, el pecho “malo”, el cual representa lo negativo, lo persecutorio. Una madre está compuesta por los dos pechos, porque al ser el primer objeto de amor del niño, es quien consciente e inconscientemente lo provee de estímulos placenteros, que son los que deberían resaltan en la imagen materna, pero también de estímulos displacenteros que son necesarios para la constitución psíquica del bebé. Es el amor y el trato profesado por la madre, lo que funda en el niño la posibilidad de establecer vínculos relacionales amorosos. Winnicott califica a la madre como “el sostén, la base para lo que gradualmente se convierte para el niño en la experiencia de ser”.

Después de éste preámbulo, ¿Cómo es que surge en México la celebración a éste rol de la mujer?

Fue en 1922 cuando Rafael Alducín, periodista poblano, emulando la tradición estadounidense, instauró el 10 de mayo como el día para celebrar a la madre, pues para él, homenajear a las mamás era necesario puesto que “no hay sacrificio suficientemente grande para el corazón de una madre; no hay cáliz de dolor y amargura que ésta no esté dispuesta a llevar a sus labios, si puede evitar una gota tan sólo de acíbar a los seres queridos, prolongación de su propia vida; no hay manera de poder aquilatar con certeza la profundidad y alcance del amor materno” (Pérez, C., 2015). Con éstos motivos para instaurarle un día a la mujer por ser madre ¿Creen que alguien se lo iba a negar?, prácticamente es la persona que parece poder soportarlo todo.

Ésta fecha no coincide con muchas otras celebraciones, las que destacan es el día mundial del Lupus, los padecimientos predominan en mujeres, y que al día de hoy se desconoce la causa de el origen de ésta enfermedad, relacionando esto con las incógnitas que implica el ser mujer. Otra fecha que resalta es el Día Internacional de la Comunicación Social. Este día fue instituido por la iglesia católica para reflexionar acerca de la importancia y la influencia de los medios de comunicación en el medio contemporáneo, competo el compartir la fecha éstas dos celebraciones porque el 10 de mayo ha tenido gran auge por el impacto en los medios de comunicación y la mercadotecnia, y qué más si el Día Internacional de la Comunicación Social tiene respaldo religioso, por supuesto que impulsará la conmemoración del día de las madres, una de las consideraciones en éste festejo es a la Virgen María como la madre de las madres empáticamente y a la cual se le festeja más de una vez al año.

En México se puede tener, poca, mucha o no tener madre, uno de los preceptos a que hace alusión la palabra madre, como he venido mencionando es a la Virgen María, la cual es escogida como símbolo para borrar la indignidad que como mexicano mestizo implica el ser hijo de la “Chingada” con C mayúscula porque se refiere a una persona. Se considera chingada en la cultura mexicana a la mujer que fue violada, utilizada, esto me hace pensar en las variadas representaciones que tiene la madre mexicana, una es la madre narcisista, que no necesita de nadie, ni para procrear, la otra, es la madre que por tenerlo todo accede a quien parece el enemigo, el hombre, con pene, que aparte era un hombre aparentemente inalcanzable, de quien podía anhelarse un rescate, sin embargo, resultó chingada, con hijos. Al hablar de María, de la Chingada, me es inevitable no mencionar a Eva, a quien hoy en día también se le agradece el que la mujer pueda consolidarse como madre, pues en su papel, accedió al pecado original teniendo coito o mejor dicho “haciendo el amor” con Adán.

Santiago Ramírez constata sobre la mujer mexicana: “Todas las instituciones culturales, desde antes de la Conquista, aplauden y premian los aspectos maternales de la mujer y, por el contrario, censuran los aspectos sexuales”. Las instituciones sociales, prosigue Ramírez, “aplauden la condición maternal y reabastecen este círculo enfermizo que hace que la familia mexicana sea de carácter uterino, con una madre asexuada y un padre ausente”. Hemos vivido, concluye Ramírez, “en una cultura en la que lo fundamental ha sido la relación con la madre”, Ramírez, S. (2003). Y no sólo la cultura, psíquicamente, por ejemplo, es la relación con la madre la que puede ser determinante en el self de un sujeto.

Quiero contarles un poco de un paciente a través de su mamá, ella no quería ser mamá, decidió serlo para complacer a su esposo, resalta el que se le haya muerto un hijo por aparente negligencia médica, y que el hijo que continuó se mantuvo vivo gracias a un “milagro”, pues tragó líquido amniótico, ella tenía miedo a que se repitiera la historia de perder un hijo, sin embargo, inconscientemente hay varios aspectos que se estaban jugando socialmente a través de la familia, uno es el que ella no estaba pudiendo fungir completamente el papel de madre, estaba procreando pero no siendo capaz de sostener a un hijo, ni satisfacer a su esposo. Al respecto, Barbieri (2008), señala que la maternidad ha sido mistificada, asociada al altruismo, al sacrificio, a la virtud social como cualidades inherentes a la condición femenina.

Ésta madre es una de las muchas historias que se escuchan en el consultorio, y que como analistas debemos de tener presente el contexto en el que se han llevado a cabo, principalmente pensando cómo fue y ha sido la relación del paciente con su madre.

En el recién Congreso “Lo Femenino”, llevado a cabo en mayo de 2018, se escuchó en diferentes ponencias el meollo de lo social a las diferentes funciones que puede hacer por decisión una mujer, lo que a la vez sigue teniendo un peso social, con raíz en la familia para elegir sobre todo inconscientemente qué papeles quiere desempeñar. La maternidad fue glorificada como vocación y meta principal de la vida de las mujeres […] La idealización de la maternidad, su mistificación y naturalización como rol primordial femenino ha favorecido el ocultamiento de sus aspectos opresivos: malas experiencias al dar a luz por la labor médica generalmente ejecutada por varones, situaciones negativas durante el ejercicio de la maternidad no verbalizadas por las mujeres, la soledad y el aislamiento que muchas veces caracteriza la relación madre-hijo y que puede dañar a ambos […] (Barbieri, M., 2008). Es tan venerado el papel, que una mujer al decidir ser madre, pareciera que en automático se asume que se tiene que sufrir, con los malestares físicos, con los cambios del cuerpo, de humor, de pensamientos, hormonales, con esto no estoy escindiendo la maternidad, lo que pretendo es integrar lo que acontece en un suceso cómo éste, son tantos los cambios que sufre la mujer, que con el peso social que tiene el rol, la mujer tiene que “aguantarse” lo que le suceda. Todo esto tiene una influencia de acuerdo a la constitución física y de salud, pero también psíquica, no sé en qué momento una mujer está lista para ser madre, de lo que sí estoy segura es que el tener un acompañamiento, un trabajo previo, podrá ayudar a llevar a cabo éste rol.

Es la cultura la que constituye el sujeto de la madre, supone que una mujer puede sustraerse de su disposición biológica para la maternidad como imperativo, es decir, que una mujer puede decidir o no hacerse madre en tanto la maternidad no corresponde a una determinación natural. Al respecto afirma Saletti Cuesta “El deseo femenino no es maternal ni anti-maternal, sino que es ambivalente, contradictorio, siendo la ambigüedad la característica de la maternidad” (Barbieri, 2008).

La madre es sobre todo un acontecimiento psíquico. De su proceder, que es inconsciente, proviene el lenguaje que se encarna en el cuerpo a manera de huella y tiene consecuencias que se inscriben como letra en el inconsciente.

No obstante, hay una autora Ana María Fernández (citada por Cabrera, L., Crismariu, S. y Ferreira, F.) que refiere, una mujer que se vea a sí misma como una buena o mala madre, no depende exclusivamente del proceso de identificaciones y discriminaciones con su propia madre, o del lugar que ocupa de la estructura edípica, es decir, que no se agota en las determinaciones inconscientes clásicamente estudiadas por el psicoanálisis. En éste proceso entran en juego fuerzas sociales, operantes también a nivel inconsciente en el registro imaginario, que se expresan en mitos sociales. Estos mitos son construcciones que se van a formar a partir de la cultura, tradiciones y cambios que haya en el medio que la mujer se desenvuelva. Actualmente, considero está habiendo un intento de cambio porque exista apertura en la decisión de una mujer por no ser madre, porque el serlo siempre será una “bendición”, sin embargo, considero falta un gran trabajo individual y colectivo para romper estigmas con respecto a la ideología mujer=madre.

Al comienzo de este trabajo planteaba que no por ser mujer se tiene que ser madre, pienso entonces que se puede escindir a la mujer del rol de madre, pero a la madre no se le puede escindir del ser mujer.

Considero que lo descrito en éste ensayo contesta el porqué de la veneración a uno de los roles de la mujer, específicamente en la sociedad mexicana, porque el día de la madre es suspensión oficial, pero no Institucional, si no moral, por supuesto, pensando cada quien en que tiene o tuvo madre o ya hizo a alguien madre.

Bibliografía

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